Mis chidos mexicanos

Un valenciano en Toluca

La María, nombre con el que se nombra a la típica mujer indigena en México / Jorge Morcillo.

Los españoles nos habíamos acostumbrado a vivir bajo la lluvia de  una ciudad con un clima tan inestable como el de Toluca. De forma que cuando el reloj marcaba algo más de la una del mediodía todo apuntaba a que el agua impregnaría edificios  y avenidas en la ciudad mexicana. Las calles en verano habían perdido el ambiente de júbilo, de fiesta o de farra, que si se vivía en la natal Valencia de los que ahora mismo habitábamos en el país azteca. Pero sin embargo algo había llegado a nuestras vidas de imprevisto, una cosa capaz de sosegar el frío de aquella ciudad en el mes de agosto, la amabilidad y calidez de sus gentes. Porque cada vez que te encuentras a alguien por la vía pública nadie duda en enmarcar un sonrisa para darte los buenos días, las buenas tardes o saludarte simplemente.  A contraste con la impersonalidad de Europa, donde muy difícilmente así ocurre en urbes cosmopolitas como Barcelona o Madrid, a pie entre la mala educación y el ignorar al que pasa por delante de ti, y  donde simplemente son muy pocos los que mantienen los modales clásicos de la educación. Y México, por  el contrario, sí que puede presumir de ser uno de esos pocos sitios en los que pese a no abundar el dólar, la hospitalidad está muy presente en la casa de cada uno de los mexiquenses. José Luis, Daniel o Lucero, son sólo algunos de los nombres de aquellos que han querido llevarme a sus casas, a sus mesas, a compartir su comida y su platicar. “Tienes que probar la comida de mi mamá. Ella cocina bien rico. Así que no puedes faltar mañana mismo para ser nuestro invitado”, asevera cualquiera de ellos. Porque en México el visitante se convierte en el invitado del país como no dudan en subrayar cada una de las personas que he conocido.

La  rica comida es sin duda la excelencia de este país de cuchara grande. Picante- con  toda la solemnidad de palabra-, es decir, es algo innato para cada uno de los hijos de la tierra de Frida Khaló. Habíamos llegado a oír que hasta llegaba a ponerse en los biberones de los bebés para que estos se acostumbraran al chile, al que yo considero tan importante como el maíz dentro de la dieta mexicana. Por lo que si vienes a México debes enseñarte sin rechistar a saborear el sabor de la tierra. Así que debes enchilarte las primeras semanas, sufrir el ardor en tu lengua y paladar, para finalmente poder degustarlo con todas las de su aroma. Porque se puede y se aprende a saborearlo.

La verdad, yo aprendí a comer a la mexicana a base de los paseos por la calle. Ya que en cualquier esquina de la ciudad encuentras tiendas. La gente muy habitualmente instala en la planta baja de sus casas establecimientos en los que comercializan los productos que producen, cosen, construyen o cocinan. La microeconomía es la base de la economía mexicana de clase media y pobre, siendo estos últimos, por desgracia, el grupo que prevalece con mayor  número de personas en el país.

El estado de pobreza de México es una realidad que a veces parece increíble cuando  deslumbras la naturaleza de un país delicado, hermoso y deliciosos, en el que cada día llegan miles de turistas a los que aquí se conoce como gueritos, porque así se refieren a mí cada vez que entro a una frutería, a un mercado como el de Morelos o tomo un taxi y negocio su precio antes de subirme. Nunca olvides hacerlo porque  si eres extranjero te buscarán ver la cara y cobrarte hasta más de tres veces el precio de un trayecto, y hablo por propia experiencia.

Pero nadie puede pensar que México es deshonesto por esto último, porque como antes decía la nobleza es parte de la naturaleza de estas personas, aunque a veces más con el extranjero que con sus propios vecinos. A eso se le llama malinchismo, una extraña preferencia de lo extranjero frente a lo nacional en todos los ámbitos sociales, porque como dicen en México: “Como te ven te tratan”. Lo que quiere decir que los mexicanos nos ven, y nos ven muy bien, o por lo menos a los españoles. Y, en fin, a veces extrañamente se aprecia más la cultura y la belleza de los demás que la de uno mismo, y no sólo en México, o si no, por ejemplo, que se lo digan a la taquilla del cine español en la que las películas americanas se imponen a las ya escasas y poco exitosas producciones españolas. Así que quizás los españoles también podamos ser malinchistas. O incluso puede que esa sea una de las tantas costumbres o malos hábitos que transmitimos a los mexicanos durante la conquista. Motivo por el cual a veces siento que, pese a que ya hayan pasado siglos desde todas las atrocidades que los de Cortés llevaran acabo, los españoles todavía tenemos una deuda moral con este bello lugar llamado México. Pero aún es más excepcional ver como en ningún momento puede haber resentimiento. Todo lo contrario. España es casi considerada como una segunda patria para los mexicanos. De tal manera que  los mexicanos me han hecho sentir que ya puedo considerarles como mis compadres. Mis amigos. Mis chiles. Mis chidos.