Cuestión de confianza

Sube la confianza de los consumidores. En julio lo ha hecho 9,7 puntos, tras cinco meses de tendencia al alza,  hasta llegar al 76,1%, según ha hecho público el Instituto de Crédito Oficial. Un índice similar de confianza no se conocía desde febrero de 2008.

El índice de confianza de los consumidores es uno de estos datos económicos que no tienen que ver con la Economía (con mayúsculas). No está basado en datos reales, en niveles de producción o de gasto, en cantidades objetivas o en estadísticas sobre compras. El nivel de confianza de los consumidores es una cuestión de intenciones y de expectativas, de pensar o percibir que la cosa puede ir a mejor, pero también a peor

Gracias a este índice, los economistas son capaces de confiar más en la sociología que en los índices macroeconómicos. Y  por un momento vuelven a acordarse de los consumidores para vislumbrar el futuro. (Aunque quizá deberían de hacerlo más para ver el presente.)

La crisis de los últimos meses es, además de finaciera, una crisis de consumo. Por este motivo, los consumidores y sus comportamientos han pasado a llenar páginas de periódicos y espacios de radio y televisión.  Tras atravesar meses de borrasca, estamos siendo testigos de un proceso de ajuste entre los nuevos hábitos del consumidor y los modelos productivos empresariales. Por este motivo la  respuesta a esos nuevos comportamientos y valores será fundamental para la recuperación económica.

Los excesos del sector financiero, pero también de otros sectores como el alimentario o el energético donde la especulación han sido la pauta general de comportamiento,  han sido también el centro de la tormenta, de la pérdida de confianza de los usuarios, que se han alejado de una oferta irreal y  han adoptado nuevos usos y costumbres como la apuesta por productos más económcos, marcas blancas, un incremento del ahorro y una mayor racionalidad en las compras, frente a los excesos del pasado. Los consumidores se dejaron arrastrar, en época de bonanza, pero han reaccionado ahora cuentan con la capacidad de decidir qué modelo quieren para el futuro, un futuro en el que, parece, vuelven a confiar.  

Para que ese 76% aumente aún tendrán que cambiar muchas cosas. Los consumidores demandan una economía más humana, que respete el entorno y que no sea utilizada como arma especulativa. Sólo en la medida en que el sector productivo e industrial sepa adaptarse a este mensaje, la recuperación económica llegará antes y será más sólida. Confiar en el futuro, al final, supone confiar en nosotros mismos.