La lealtad es una palabra que ha perdido gran parte de su significado en el fútbol actual. Sus defensores son escasos, considerados seres extraños y en peligro de extinción dentro de un entorno que absorbe euro a euro la personalidad y el apego por un sentimiento. Se abrieron camino en el club de sus amores siendo adolescentes, aguantaron el peso de la historia a lomos de un cuerpo juvenil que se hizo mayor a base de palos, padecieron eternos debates sobre su capacidad y jamás tuvieron un puesto asegurado pese a rayar la perfección durante años. Los Scholes, Giggs, Totti, Maldini, Gerrard o Del Piero mamaron desde su infancia el sentir de una afición que les acompañó en el largo trayecto desde niños ambiciosos a veteranos jubilados. One team man.
El éxito, merecido, les llegó muy pronto. La debacle, dolorosa, corroe cada día esas piernas a las que la edad, como a todo hijo de vecino, acaba por destruir. Estas leyendas, incombustibles e imperecederas, reinvierten su estatus en un trayecto dubitativo donde proyectan su verdadero lugar en un equipo que cada día les aparta un poco más de la noticia y que relega al otrora gran capitán del primer plano que durante años ocupó sin oponentes. El Real Madrid de Florentino, el de los neo-galácticos, Cristianos, Kakás y Benzemás, renueva su plantilla, cambia el chip para levantar el ánimo blanco y hace olvidar meses polémicos a base de chequera. Sin embargo, no ignora uno de los problemas que arrastra en los últimos años y que, ahora más que nunca, determinará el buen funcionamiento de un vestuario con egos de altura: el hoy de Raúl González.
No se puede poner en duda su profesionalidad, su compromiso, su sacrificio y el cariño por un equipo que significa todo en su vida. El 7 blanco sigue mostrando cada día su ilusión, la misma de aquél chico que debutó en La Romareda con 17 primaveras que aún hoy hacen estremecer los corazones madridistas. Sin embargo, hace mucho, quizás demasiado, que su nivel se ha visto reducido y el peso como institución de un club, como emblema de una etapa dorada del todopoderoso Real Madrid, es cada día mayor. Tras una temporada aciaga donde se confirmó su adiós a la Selección Española y vivió en sus carnes el enorme potencial del Barcelona ante la fragilidad del proyecto blanco, Raúl vuelve a aparecer sobre el fondo pues, sea como sea, el capitán tendrá que volver a demostrar su valía, la misma que quizás tenga enfrente un muro demasiado complicado de derribar. Una temporada que se antoja definitiva en su futuro, pues puede confirmarse como inquilino habitual del banquillo, donde Pellegrini tiene desde ya una patata caliente para elegir semanalmente su once de inicio.
Siendo realistas, tirando de lógica y olvidando sentimientos pasados, Raúl no puede competir a día de hoy con Cristiano, Kaká o Benzema por lo que su suplencia no sería discutida en ningún rincón del planeta salvo en el que une Concha Espina con la Castellana. En torno al 7 surgen esta vez duras comparativas, rivales de enorme peso, en gran momento de forma y que, además, acaban de llegar con grandes sumas de dinero a sus espaldas. Una presión definitiva para Rulo, que sabe que deberá redoblar esfuerzos para estar al nivel necesario y no empezar a sufrir críticas que, en este caso y ante la renovación de la plantilla, le empezarían a enseñar el camino de salida.
Y aquí entran varios componentes. Raúl tiene muy complicados los minutos pero la situación es igualmente delicada para Higuaín o Huntelaar, e incluso para Negredo. La nómina de delanteros del Real Madrid es sencillamente espectacular (siempre recuerdo cuando hablo de artilleros unidos en un club a la que tuvo el Inter hace unos años con Ibrahimovic, Cruz, Crespo y Suazo) pero al contrario que los neroazzurri, en el Bernabéu no hacen sitio a todos. Una de las razones es la propia continuidad de Raúl. El eterno capitán nunca parece discutido desde la directiva, jamás se le coloca como transferible o en lista de salida y ni mucho menos se especula con su retirada pues (y esto es cierto), aún tiene fútbol, mucho fútbol, pero en su nivel y con una exigencia menor que la que ahora mismo se le debe exigir al Real Madrid. Hace tiempo que escuché a un periodista catalán decir que por más que Higuaín y Raúl marcaran al año 40 goles, esa delantera jamás podría ser campeona de Europa. No le falta razón. Hay argumentos sólidos y la delicada presencia de Raúl complica su futuro y compromete el del resto y el de la plantilla.
Higuaín viene de un temporadón en el que fue la estrella del equipo (algo que ahora con tantos millones y estrellas a más de uno le cuesta recordar), por lo que su presencia en el once no debería ser algo que se cuestionara (y ahora mismo parece partir de nuevo como suplente). Huntelaar (que ya avispó la situación y saldrá al Sttutgart) jugó poco pero cumplió con creces en lo único que se le puede exigir a un killer, goles. Es joven, ya ha entrado en normalidad tras su lesión y es un punta que, por su estilo, nunca está de más en una plantilla que aspira a todo porque, además, es una alternativa a la potencia de Benzema y a la movilidad del Pipita. Negredo también ha acumulado éxitos y merecería mejor suerte pero también se ve influenciado por esta situación pro-raulista, con lo que su salida se da por sentada y probará en la Premier las opciones que no le dieron en su casa. Tres jugadores con gol, con juventud, con registros al nivel del 7 (o superiores) pero que, sin embargo, caen en su pugna con Raúl sin rechistar.
Le pasó a Maldini, le ocurre poco a poco a Giggs e igualmente a Totti o Del Piero, que deben saber cuando dar un paso al costado, dejar su hueco a quienes vienen con fuerza buscando la misma gloria que ellos disfrutaron y, sobre todo, no entorpecer el camino al éxito de su club. No se le debe menospreciar y no se le dejará de querer o elogiar por darle a entender que sus mejores momentos pasaron y que el club anhela otro tipo de delantero con mayor proyección y rendimiento. Es el emblema de un club, sí, pero no por ello puede perpetuarse en un puesto. Raúl debe recular, entender que su presencia debe ser testimonial, que será de gran ayuda por su experiencia, por esa garra que levante a los novatos en momentos de debilidad y por un carácter ganador único que abandere desde la sombra el nuevo Madrid de Florentino. El Madrid de los neo-galácticos. El Madrid post-Raúl.
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