Algo más de siete días siguiendo al detalle la Revolución de Irán, parecen no ser suficientes como para frenar la avalancha de noticias que llegan a Occidente y que están sacudiendo los pilares de la República Islámica. El sistema político iraní es un estado bicípite porque así lo quiere la Constitución, que establece dos fuentes de poder, una a través del sufragio universal para elegir al presidente, a los parlamentarios y a los gobiernos municipales, y otra a través del sistema teocrático encarnado por el guía.
Después de este ladrillo de información resumida sobre lo que está ocurriendo en Irán (que muchos lo consideran un cambio en toda regla), quien escribe no se hubiera animado jamás a haceros llegar esta revolución de no ser porque el fútbol, mi querido fútbol, nuestro amado deporte, se ha visto cruelmente salpicado por la política. Una mezcla absurda, que muchas veces se ha utilizado para vociferar y extender una imagen usando el poderoso cartel que representa el fútbol entre una población absolutamente pasional con sus deportistas.
El pasado miércoles, durante la jornada final de clasificación al Mundial 2010 en la zona asiática, Corea del Norte e Irán se disputaban una plaza en la cita de Sudáfrica para el año que viene. Seúl esperaba lo que acabaría siendo una fiesta para su pueblo, una cita histórica tras un empate que, por el contrario, será imposible de olvidar para cuatro mitos del fútbol iraní: Alí Karimi (ex jugador del Bayern), Mehdi Mahdavikia (actualmente en el Bochum), Hosein Kaabi (líder de la juventud en la selección) y Vahid Hashemian (actualmente en el Eintracht de Frankfurt).
El cuarteto, clave para el mecanismo de la selección e iconos del crecimiento del fútbol en el país (ya que todos estuvieron en el Mundial de Alemania 2006), están retenidos a la fuerza por las autoridades del país, han sido expulsados del equipo y no podrán volver a ser convocados para vestirse de corto y defender a su país. El mismo que les ha condenado y que les trata como presidiarios desde el citado partido ante los norcoreanos. ¿El motivo?, unas muñequeras verdes que los cuatro portaron durante el choque y que, según apuntan, defienden la campaña del líder opositor Mir Husein Musavi. Ellos, junto a dos compañeros más (según se cree serían los jugadores de Osasuna Masoud y Nekounam, que han corrido mejor suerte), saltaron al campo portando esas muñequeras verdes que, después del descanso ya habían desaparecido (excepto en el caso de Mahdavikia, quien siguió llevando el brazalete de capitán de color verde).
Ahora las autoridades han decidido manipular al pueblo y aprovechar el tirón mediático que rodea al fútbol para reflejar su fuerza y mostrar las medidas de represión que serenen a todos aquellos manifestantes pro Musavi. El mensaje es claro. Si cuatro iconos del país, líderes, adinerados y famosos, son castigados, la población se verá fuertemente amenazada. Y es que se rumorea que a los cuatro futbolistas no sólo se les ha retirado el pasaporte sino que se les ha prohibido conceder entrevistas. Sin embargo, el partido no fue uno más, no fue uno cualquier porque generó una 'ola verde' pro Musavi.
La represión sigue en las calles de Teherán, los candidatos siguen luchando por esclarecer los resultados de unos comicios que ellos consideran irregulares y el pueblo se ve amenazado a cada segundo que pasa. El fútbol, nuestro querido deporte, ya tiene cuatro ejemplos más de lo que significa ser un juguete político. Héroes de marioneta.
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A la 'excelencia general' entre los medios grandes en lengua no inglesa.
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