Luis Fernández, presidente de RTVE, ha comparecido en la Comisión de Control Parlamentario de la Corporación de la Radio y Televisión. Fernández, sin sonrojarse lo más mínimo, ha puesto cifras a las llamadas a concursos con números 905 en la televisión pública. RTVE ingresó por este concepto 4,5 millones de euros a lo largo de la temporada 2007-2008.
La cifra es pequeña si tenemos en cuenta todos estos concursos basura, también llamados call tv, abundan a altas horas en la mayor parte de las televisiones privadas. Son un género en sí mismos. que han sabido llevarse a los charlatanes de feria hasta la pantalla plana de 42 pulgadas. Charlatanes que atraen a la hipnotizada audiencia con preguntas obvias o problemas matemáticos imposibles de resolver porque los equipos de producción no saben de álgebra ni de aritmética, pero sí de burlas.
Los coloridos platós plastificados de estos programas y sus jóvenes presentadoras, sus insistentes sirenas y sus músicas machaconas rezuman un mensaje existencial. Creo que más de uno estará de acuerdo conmigo si digo que sentarse frente a la tele para ver estos concursos, sospechosos y absurdos, crea una curiosa sensación compartida de soledad.
La presentadora anima insistentemente a los espectadores a descolgar el teléfono y a marcar, pero el teléfono no suena. No entra la siguiente llamada. Todos duermen. El bote del programa y la muchacha, casi desesperada, esperan, también solos. El impulso es marcar y responder a la pregunta: "Nombre de mujer de tres letras que empieza por A". ¿Ana? Fácil...
Los call tv consiguen convertirnos, más que ningún otro programa de televisión, en un Gran Hermano todopoderoso y solitario. Creo que así se debía de sentir el personaje de Orwell. Observando desde la atalaya del salón de una casa. Capaz de romper con la rutina de la emisión con solo descolgar el teléfono y dar la respuesta correcta. Una señal de vida en la noche. Un soplo de verdad.
Este es el gran poder de la televisión. Su capacidad para convencernos de algo que sabíamos de antemano. Su capacidad para hacernos sentir observadores; observadores solitarios.
Luis Fernández no debió de dar esas cifras. 4 millones y medio de euros a 1,50 euros la llamada son tres millones de solitarios. Luis Fernández le quitado magia a la televisión y nos la han mostrado como lo que es, un negocio sin verdad.
(Todos los engaños de los call tv en la web http://tencuidado.es)
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