Los videojuegos salen de las mazmorras

Desde hace un tiempo el mundo de los videojuegos camina a pasos agigantados hacia el ocio social. El modo online y la Wii rompieron las arcaicas formas de juego, abriendo las puertas a todo tipo de usuarios y a modos cooperativos y muchos más interactivos. Con esta revolución, el mundo de los videojuegos ha salido a la luz, abandonando la mazmorras a las que habían sido condenados por el ostracismo y la incomprensión del mundo en general. La XBOX y Microsoft apuntan a un nuevo cambio con el anuncio de una consola sensible al movimiento. La revolución es imparable.

Bienvenidos al mundo de los periféricos

Al contrario de lo que muchos profanos piensan, el factor más importante para la salida a la luz del mundo del videojuego no se encuentra en el avance de la tecnología. No, lo más importante ha sido el reconocimiento social de esta forma de ocio. Y este avance ha sido posible gracias a un hecho lógico, los jugadores de videojuegos son adultos. Aquellos que disfrutaban de su NES de 8 bits allá por la lejana década de los 80 con apenas diez años, ahora tienen 30.

Antes regateaban dinero a sus padres para comprarse el último cartucho para su aparato con un mando de dos botones y una cruceta, mientras que ahora ahorran para comprar videojuegos complejos y que han costado tanto como una superproducción de Hollywood. Si la Mega Drive, para muchos la primera consola adulta, costaba 15.000 pesetas, las últimas consolas se acercan a los 600 euros, a lo que hay que sumar la obligatoria televisón de alta definición para disfrutar la experiencia. Es un mundo completamente adulto, pero que tampoco ha olvidado de captar a nuevas generaciones.

La industria ha crecido en consonancia a su público. Las consolas son centrales de ocio de una potencia impensable, que cada vez aportan más opciones. Ahora escuchamos música, vemos películas y tramitamos fotografías en alta definición. Y jugamos a videojuegos con argumentos más adultos, más oscuros y más maduros. Sin olvidarnos de nuestros orígenes más alegres por supuesto. Mario sigue con nosotros, sólo que ahora está acompañado por Niko Bellic y Kratos.

Con una aceptación social cada vez más creciente, una industria económica cada vez más potente y la capacidad tecnológica actual, los modos de juego han camibado radicalmente. El modo online ha pasado de ser una simple opción a convertirse en el valor añadido a un juego, incluso convirtiéndose en su principal baza. El extremo éxito de World of Warcraft simplemente ha confirmado que existía una red de jugadores en el sótano dispuestos a dar el salto y salir a la luz. La revolución es una realidad.

La tecnología también ha permitido que la consola retome el papel central en el ocio familiar. Si antes las tardes de domingo se pasaban en torno al Trivial y al Pictionary, ahora es la Wii la que aglutina esas reuniones sociales de sonrisas profident, panchitos y cola. El mando parece que va a quedarse obsoleto y los accesorios periféricos han pasado a ser el motor de los nuevos juegos. La vieja pistola roja de la NES, que utilizábamos para cazar inocentes patos y marcianitos, se ha convertido en una orquesta de instrumento, tablas de ejercicio y sensores de movimiento que auguran un futuro lleno de posibilidades en torno a la pantalla. Algo impensable en la caverna.

Pero todos estos fuegos de artificios que atraen a nuevos fieles al templo, no han acabado con los que hemos decidido por motu propio quedarnos en la caverna. Por fortuna las empresas de videojuegos saben de dónde les ha llovido el maná de la abundancia que actualmente las convierte en dueños del mundo. Aquellos que decidimos quedarnos en la oscuridad de nuestra habitación, con la persiana bajada y la música a tope, a medio metro de la pantalla y disfrutando de nuestros juegos preferidos una y otra vez no hemos sido olvidados. Los videojuegos para profesionales, como Metal Gear Solid 4, son muy frecuentes. Alimentando así a la élite que vive en la mazmorra y que permite la fiesta en la superficie.

Todo ha cambiado y va a cambiar. Pero en el fondo, seguimos viviendo en la mazmorra, aunque las paredes hayan sido derribadas.