La historia sólo recuerda a los vencedores, apartando a los perdedores en la oscura esquina del olvido. Es una selección natural aceptada por el común de los mortales, sin embargo, afortunadamente, a lo largo de los años se han producido excepciones. Algunos derrotados han logrado vencer la batalla contra la memoria y pasar a formar parte de la historia para posar orgullosos a la misma altura, o incluso por encima, de quienes en su día les doblegaron en un enfrentamiento. Uno de esos vencidos recordados es el RCD Mallorca, que este martes 19 de mayo celebra el décimo aniversario de la final de la Recopa que perdió ante la Lazio.
Han pasado ya diez años desde aquel mayo del 99 en el que el Mallorca rozó su primer título europeo. Sobre el césped del estadio Villa Park de Birmingham, el conjunto bermellón, liderado por Héctor Cúper, acarició la gloria pero se estrelló de nuevo con el poder del dinero por segundo año consecutivo -la temporada anterior había perdido la final de la Copa del Rey ante el Barcelona-. Fue una derrota dura para el Mallorca. Cruel por la forma en la que se desarrolló. Pero una derrota histórica que diez años después se recuerda y celebra con orgullo. Carlos Roa, Miquel Soler, Siviero, Olaizola, Lauren, Engonga, Ibagaza, Stankovic, Biagini, Dani García y Paunovic siempre serán recordados por haber escrito una de las páginas del Mallorca, y también del fútbol español.
A finales de la década de los noventa, el Mallorca vivía su época dorada y era la gran sensación en la Liga. Los bermellones, que veinte años atrás se encontraban perdidos en Tercera División y sin permiso para fichar jugadores profesionales por sus profundas deudas, habían emergido del submundo del fútbol español para brillar en Primera División. Bajo el mando de un, hasta el momento, desconocido Héctor Cúper un equipo confeccionado a base de descartes se convirtió en uno de los más potentes del país. Durante la temporada 97/98, los bermellones, recién ascendidos, acabaron como quintos clasificados en Liga y dieron la sorpresa en la Copa del Rey alcanzando la final, aunque fueron derrotados por el Barcelona en la tanda de penaltis.
Pese a la derrota en la final copera, el hecho de que el Barcelona también se proclamara campeón de Liga permitió al Mallorca participar en la que sería la última edición de la ya extinta Recopa -torneo que enfrentaba a los vencedores europeos de sus respectivas copas-. Con la humildad que les caracterizaba, los mallorquinistas fueron quemando etapas sin hacer ruido y sin quitarse la piel de cordero. Primero eliminó al Heart escocés, después al Genk de Bélgica. En cuartos le llegó el turno al NK Varteks de Croacia, y el hueso más duro de roer lo encontraría en semifinales, donde le esperaba el pujante Chelsea. Los londinenses partían como favoritos, pero un empate a uno en Londres y una mínima victoria en Son Moix clasificarían al Mallorca para la final.
En Birmingham le esperaba la todopoderosa Lazio, el club más rico del momento -estaba financiado por los invisibles millones de Cragnotti y el grupo Cirio- y que poseía una constelación de estrellas por plantilla, liderada por el despiadado artillero Christian Vieri. Pese a la teórica inferioridad del Mallorca, los romanos utilizaron todas sus malas artes desde antes de la final y, en los días previos al encuentro, Cragnotti acudió al hotel que habían reservado los mallorquinistas para ofrecer el doble por sus habitaciones y obligar a la expedición balear a buscarse un nuevo lugar de descanso. Antonio Asensio, dueño del club bermellón, logró evitar el sucio gesto del empresario italiano surtiera efecto y todo quedó en una motivación más para vencer a los laciales en la final.
El 19 de mayo de 1999, el Mallorca y la Lazio se enfrentaron por un lugar de privilegio en la historia como último campeón de la Recopa. Cúper, perfeccionista estratega, había preparado a conciencia el encuentro, estudiado a la Lazio e indagado en sus defectos. Sin embargo, todo el trabajo previo del argentino quedó hecho pedazos cuando a los siete minutos Christian Vieri adelantó en el marcador a los italianos. El cabal estudio inicial se rindió al corazón bermellón. Guiados por la adrenalina y la fe, los mallorquinistas encontraron el empate tan sólo cuatro minutos después. La mítica zurda de Stankovic trazó un preciso centro que Dani García Lara convirtió en el tanto de la igualada.
A partir de ese momento el encuentro se tiñó de rojo balear. El Mallorca dominó el esférico y la Lazio dio un paso atrás atemorizada por el ímpetu de los rebeldes isleños. Sin embargo, la suerte volvió a ser cruel con el pequeño y generosa con el grande. Cuando el tiempo reglamentario exhalaba el último suspiro, Pavel Nedved imaginó una ocasión en un balón suelto en la frontal del área y a la media vuelta lo mandó al fondo de la portería defendida por Carlos Roa. El gol del checo hundía al Mallorca y otorgaba a la Lazio el primer título europeo de su historia. Fue una noche trágica para el Mallorca, pero mágica en el recuerdo. Ese equipo perdió la final, pero venció al olvido. Diez años después, la memoria rinde merecido homenaje a la Ensaimada Mecánica.
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