El Real Madrid firma su sentencia en Valencia (3-0)

La estocada asestada por el Barcelona hace siete días dejó moribundo al Real Madrid. Las manifestaciones durante estos pasados días, aunque con un mínimo aroma de dignidad profesional, desprendían tristeza y un lógico deseo de ver pasar el tiempo lo más rápido posible. De que llegue septiembre. De pensar en otro campeonato. Éste está finiquitado desde hace siete días, aunque quedaba la reglamentaria puntilla. El encargado de este menester fue el Valencia, una escuadra, que al contrario que los blancos, aún tiene objetivos que alcanzar durante este curso: asegurarse un puesto Champions.

Dos situaciones anímicas que se reflejaron sobre el terreno de juego desde el mismo tiempo del calentamiento. La intensidad del mismo se manifestó con mayor claridad durante los noventa minutos. El Valencia deseaba ganar; el Real Madrid cumplimentar con su trabajo de funcionario; no era posible escaquearse.

A estas diferencias notables se sumaban las ausencias de hombres determinantes en el esquema defensivo de Juande Ramos. Sin Pepe -cumplió su segundo encuentro de sanción- y sin Lass en el medio campo, este Real Madrid es inestable. Más aún cuando Cannavaro y Metzelder, como sucedió ante el Barcelona, deben contrarrestar las acometidas rivales con innumerables espacios a su alrededor. Su debilidad es todavía mayor cuando ni Ramos, especialmente éste, ni Heinze contribuyen con ánimos a la causa defensiva. Gago y Javi García tampoco congeniaron. Ni ordenaron al equipo hacia arriba ni ofrecieron ayudas consistentes hacia atrás. Consecuencia: el Valencia se sintió cómodo de norte a sur. Los hombres de Emery imprimieron una velocidad de crucero al balón, de derecha a izquierda, hasta caricaturizar al Real Madrid, cuya dignidad profesional sólo se atisbó ligeramente en Casillas, a pesar del clamaroso error cometido en el segundo tanto.

El meta madridista hizo su primer milagro a un remate de Maduro tras un centro desde la derecha. El aviso tempranero espoleó a los blancos, aunque sus ataques carecieron de pólvora a la par de ser testimoniales, firmando sólo dos disparos ante César. El Valencia, sin prisas, se fue haciendo con el ritmo del encuentro. Y así aparecieron sus hombres de cabecera: Villa, Silva y Mata, siendo éste último un punzón contra la endeble defensa blanca. Sergio Ramos, como sucedió con Henry hace siete días, tendrá pesadillas con el ex canterano. Precisamente, éste fue el encargado de inaugurar el marcador tras una primorosa combinación entre Silva y Villa al primer toque y dentro del área madridista. Todo ello ante la pasividad de los zagueros de Juande.

No hubo ni siquiera tiempo de recuperación. El segundo mazazo llegó cuatro minutos después. Casillas, contagiado ya de la actitud de sus compañeros, cometió el fallo de la noche convirtiendo en gol un fuerte disparo de Silva. Poco después, Casillas enmendó este traspié salvando un disparo de Mata. Poco antes un disparo de Villa salió rozando el poste. Todo este carrusel confirmó la muerte futbolística del Real Madrid. El curso ya está cerrado. El Barcelona ya puede iniciar el programa de festejos. Porque ni el segundo acto alivió el dolor. Nada de nada del Real Madrid, quien incluso padeció el soberbio tanto de volea de Baraja y unos cuantos arreones más ofensivos del Valencia. Además, de esta manera tan triste y ausente de orgullo, se cerró una histórica racha del club de ocho encuentros ganando a domicilio. Ya sólo restan tres citas. Luego, elecciones y vacaciones.

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