En el mundo del fútbol existen muchos tipos de entrenadores. No hay dos técnicos iguales y cada uno tiene sus peculiaridades. Sin embargo, podríamos simplificar y establecer, a grandes rasgos, una clasificación en dos tendencias. Están, por un lado, los técnicos que pregonan el buen trato al balón y piensan que ésa es la distancia más corta para llegar a la victoria y, por otro lado, aquellos que apuestan por la solidez defensiva y desprecian el fútbol atractivo en nombre del (dudoso) resultadismo. Históricamente, los argentinos Menotti y Bilardo han sido los máximos representantes de ambas tendencias. Hoy en día, se puede considerar a Guardiola con permiso de Wenger- como líder oficioso de la primera corriente. La segunda sigue estando comandada por Fabio Capello, aunque Mourinho hace día a día oposiciones al frente del Inter para lograr el liderazgo.
¿Doctor Guus o Mr Hydinnk? (EFE)
Los dos tipos de entrenadores citados son siempre fieles a su doctrina. Un técnico de la escuela poética nunca va a renunciar, tenga la plantilla que tenga, a salir con el balón jugado. Uno de la escuela prosáica jamás intentará, aunque tenga un equipo plagado de estrellas, practicar un fútbol seductor. Cuestión del ADN, supongo. Hay, no obstante, una tercera vía, seguramente la más numerosa, formada por entrenadores que se adaptan a la plantilla de que disponen. Si tienen en su equipo un ejército de centrocampistas talentosos procuran jugar al toque; si carecen de medios habilidosos pero disponen de un delantero alto y fuerte, explotan los balones largos al cielo; si en vez de un delantero tanque tienen delanteros rápidos, buscan el espacio en los contraataques. Adaptación al medio se llama.
Un caso extremo de éste último grupo es el técnico holandés Guus Hiddink. Cualquier entrenador, aunque se adapte a la plantilla, siempre procura mantener cierto estilo que lo haga reconocible. En el caso de Hiddink, cuesta reconocer que la misma mano que movía los hilos de la selección rusa que maravilló en la Eurocopa sea la que maneja a este Chelsea que jugó a no jugar abusando del juego duro durante 180 minutos en la reciente eliminatoria con el Barcelona.
Tampoco es la primera vez que el holandés apuesta por el juego cicatero. En su primera experiencia como técnico de alto nivel, al frente del PSV Eindhoven en la temporada 1987/88, ganó la Copa de Europa con un fútbol defensivo y rácano, siendo incapaz de lograr una victoria de cuartos de final en adelante (cinco partidos, cinco empates). Cualquier aficionado del Real Madrid recuerda esa eliminatoria de semifinales -sobre todo los noventa minutos de asedio contra la muralla holandesa del partido de vuelta en Eindhoven- donde la Quinta del Buitre dijo adiós al sueño de la Copa de Europa.
Tras abandonar el PSV, Hiddink pareció desterrar la tacañería futbolística y dio muestras de gusto por el fútbol de ataque. Primero en Valencia, donde su paso dejó un buen sabor de boca. Después, al frente de una selección holandesa que, con jugadores como Bergkamp, Kluivert o Seedorf , desplegó un juego brillante en el Mundial de Francia 98, cayendo ante Brasil en semifinales en la tanda de penaltis.
Después Hiddink ha ido alternando las dos caras en sus sucesivos proyectos. En el difícil Madrid de los Ferraris comenzó con buenas intenciones para acabar ganando la Copa Intercontinental protegiéndose en una defensa de cinco; alcanzó las semifinales del Mundial 2002 con la selección coreana, practicando un juego rígido tácticamente y poco atractivo; a la modesta selección australiana la llevó a los octavos de final en el Mundial de Alemania con un fútbol sorprendentemente valiente y vistoso para los mimbres disponibles, cayendo ante Italia, vencedora a la postre, con un injusto penalti in extremis. La última experiencia fue la anteriormente citada pasada Eurocopa, donde Hiddink dirigió al equipo revelación del torneo, una selección rusa que maravilló con su juego atrevido, ágil y ofensivo, desarbolando en un maravilloso partido de cuartos a Holanda, la sensación del torneo hasta ese momento.
Lo desconcertante de Hiddink es que su facilidad para pasar de Jekyll a Hyde y viceversa no parece responder a una explicación lógica. Es razonable que con una selección aguerrida pero falta de calidad como la coreana no se pudiera permitir el lujo de practicar un fútbol alegre y se encomendará a la defensa y el estajanovismo de sus jugadores. También se puede entender que con un PSV fuerte defensivamente pero sin mucha creatividad en medio campo no se arriesgara a jugar de tú a tú con los grandes de Europa. Sorprende, sin embargo, que con una plantilla plagada de estrellas como el Chelsea (Lampard, Ballack, Drogba, Malouda, Essien ) renuncie por completo a intentar jugar entregándose en los brazos del catenaccio. Más aún cuando unos pocos meses atrás, con un equipo de calidad inferior y escasa experiencia internacional como la selección rusa, había dado una demostración de juego ofensivo y rápido.
Esperemos que en su próxima reencarnación, de nuevo al frente de Rusia para encarar el próximo Mundial, Hiddink vuelva a mostrar la cara amable de la pasada Eurocopa. Sea como fuere, seguiremos intentando descifrar los bandazos de Guus Hiddink, el Jekyll y Hyde de los banquillos. El entrenador bipolar.
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