La locura se vistió de los colores blaugranas cuando Iniesta, en el tiempo añadido, se sacó de la chistera un testarazo desde fuera del área que taladró la portería del Chelsea para poner el 1-1 definitivo y llevar a sus compañeros a la final de la Champions. Londres enmudeció, España gritó.
La imagen de Pep Guardiola lo decía todo. Nadie se creía el gol que Iniesta acababa de conseguir. El entrenador del Barça emuló aquella carrera por la banda que Johan Cruyff emprendió cuando Ronald Koeman enchufó aquel libre directo en Wembley (año 92) frente a la Sampdoria. Todo cambiaba después de 80 minutos de sufrimiento tras el golazo de Essien en los diez primeros del partido. El F.C. Barcelona ha sudado tinta china para eliminar a un Chelsea que supo anular todas las cualidades del Barça. Todas menos una: la magia. Esa aparece en cualquier momento.
El Barça y el Chelsea salieron sin especular. Guardiola improvisó por la baja de Puyol y Márquez con Touré Yayá acompañando a Piqué en el centro de la defensa. Ambos iban a tener un duro trabajo para evitar que Drogba y Anelka hicieran de las suyas. Hiddink jugó sus bazas en el centro del campo.
Iniesta y Xavi fueron anulados por completo. El Chelsea acumuló hombres en el centro del campo con un incombustible Essien y Lampard ayudados, a veces, por Ballack. Las instrucciones a los killers del Chelsea eran claras: cuando el Barça saliera con el balón, había que apoyar al centro del campo para taponar el juego blaugrana. Y tanto Anelka como Drogba no escatimaron esfuerzos. El Barça se asfixió.
Los jugadores de Pep Guardiola manejaban el balón pero sin la frescura y la rapidez de otros encuentros. El Chelsea sabía que si permitía esto, estarían liquidados en la primera parte. Hiddink hizo sus deberes. Y prácticamente en el primer arreón serio del partido el Chelsea enseñó sus dientes para morder primero. Essien se inventó una volea desde fuera del área que atravesó la escuadra de Valdés. Potencia y colocación que normalmente acaban con el balón fuera del Estadio pero que, esta vez, acabó en las mallas del F.C. Barcelona en el minuto 9 del partido.
Todos contaban con el gol del Chelsea. Los ingleses fueron de menos a más y, una vez resuelto el problema de Iniesta y compañía, se dedicaron a planear emboscadas. En apenas cuatro toques el Chelsea se presentaba en las inmediaciones de Valdés con mucho más peligro que el Barça, que no encontraba el último pase.
En el minuto 23 Drogba pudo hacer el segundo pero la concentración de Valdés libró a los suyos del segundo tanto. Las llegadas del Chelsea traían mucho peligro y por momentos parecía más justo que el Barça encajase el segundo a que acortaran diferencias en el marcador. Otra buena parada culé evitó un nuevo gol tras el saque de una falta al borde del área de Drogba. El meta Cech apenas había entrado en juego porque ni Messi ni Etoo encontraban oportunidades.
El Barça volvió a controlar el balón y Messi empezó a buscar sus jugadas, aunque demasiado lejano del área del Chelsea. El partido tomó un respiro y Alves recibiría una cartulina amarilla que le privará de jugar la gran final de Roma. Mala suerte para el brasileño que tuvo que emplearse a fondo en su banda derecha.
El 1-0 al descanso dejaba la eliminatoria algo más cerrada en favor del Chelsea. Aunque un solo gol blaugrana cambiaría las cosas. Pep Guardiola se retiraba a los vestuarios muy pensativo. Sabía que tenía que improvisar 'algo' para salir de la trampa que Hiddink le había preparado en el centro del campo. Pero sería difícil ya que el Barça, ni nadie, sabe jugar sin sus joyas de la corona: Iniesta y Xavi.
En la segunda parte todo siguió igual. El Barça se aferró a su estilo de juego y el Chelsea a su entrega y a su orgullo. El fútbol culé empezó a verse de una manera más fluida pero las ocasiones eran del rival. Como la del minuto 52 que tuvo Drogba, primero, y Malouda en el rechace. Fantástica parada de Valdés en un mano a mano que era prácticamente un gol cantado. El Chelsea pudo sentenciar pero perdonó la vida al F.C. Barcelona. Y esas cosas acaban pagándose.
Poco a poco el tiempo corría y el Chelsea se encontraba cómodo con las contras de sus jugadores. Drogba y Anelka esperaban su oportunidad para transformar el segundo. Y fue el francés el que robó la espalda de Abidal. Cuando Anelka encaró a Valdés para hacer el segundo llegó Abidal y le agarró la camiseta fuera del área. Expulsión. El Barça se quedaba con 10 con un marcador adverso. Las cosas pintaban mal para los blaugranas que veían cómo era imposible hincar el diente a los ingleses.
Tanto en la ida como en la vuelta se impuso la veteranía de Hiddink en la banda, mucho más acostumbrado a este tipo de encerronas que el novel Guardiola. Y parecía que el holandés haría historia con un equipo moribundo que cogió hace unas semanas. El árbitro añadió 4 minutos y el destino se apoderó de Stamford Bridge.
Iniesta trota al borde del área viendo cómo el balón está en la banda izquierda y cómo la ilusión de todo un año desaparecería en unos segundos. Todo estaba perdido pero el manchego intuyó algo. Su instinto le llevó a la frontal. Allí recogió un balón sin fe que venía de Messi y lo colocó en la misma escuadra de la portería defendida por Cech cuando restaban segundos para el final del partido. Locura. Delirio. Afonía. El F.C. Barcelona remataba de esta forma una temporada perfecta, un fútbol de salón y un grupo de futbolistas exquisitos llamados a ser campeones.
Por primera vez en la historia, el gol de Iniesta fue cantado y aplaudido por merengues, por indios, por valencianos, por vascos, por andaluces... El gol más manchego de la historia reconciliaba aficiones. Todo aquél que entienda de fútbol, celebró el gol de Iniesta. Y es cierto que el Chelsea mereció ganar el partido por ocasiones; y es cierto que el Barça no había disparado entre los tres palos. Pero no menos cierto es que si un equipo se merece estar en Roma el próximo 27 de mayo, es el F.C. Barcelona. Allí se medirá a otro de los grandes: el Manchester.
Cuando todos los periódicos titulaban 'Debacle azulgrana' tuvieron que parar rotativas. 'Heroica blaugrana' sería el nuevo titular.
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