Dubai, la historia de la Cenicienta pero al revés

Los tiempos de los titulares anunciando proyectos extravagantes, fastuosos edificios y rascacielos en Dubai parecen hacer una pausa con la crisis. Es el momento de sacar a luz algunos puntos oscuros de una ciudad que vivió un acelerado cuento de hadas.

El rascacielos Burj, el edificio más alto del mundo

Las últimas noticias y reportajes sobre Dubai, comienzan a dar razón de ser a las dudas que los escépticos argumentaban, sobre la sustentabilidad de la ciudad que más ha dado que hablar en los últimos años. Luego de acostumbrarnos a las avalanchas de titulares en todos los medios de comunicación anunciando los emprendimientos y construcciones más extravagantes de la historia reciente, la seguidilla parece invertirse. Últimamente se suceden artículos en medios gráficos donde de modo demasiado frecuente, el nombre de Dubai queda asociado al titular “el lado oscuro”, sumándose a programas emitidos en la BBC sobre las penosas condiciones de vida de los trabajadores de Dubai, con polémicas y controversias incluidas. El artículo más violento de los últimos tiempos fue publicado en días recientes en el diario Independent bajo el título “El lado oscuro de Dubai”.

Es en la cima del furor cuando tímidamente, la crisis tuvo que llegar para arruinar la fiesta cuando nadie lo esperaba. En tiempos en que las cifras positivas del desarrollo de Dubai se invierten, parece desatarse en casi todos los medios del mundo una fiebre por retratar el lado menos amable de Dubai: el backstage de la ciudad más sorprendente de los últimos tiempos parece tener demasiados puntos oscuros.

Lo que la mayoría de las notas críticas reflejan, es el perfil de una ciudad que muchos no dudan en definir como una especie de Disneylandia para adultos, llamada también coloquialmente como Dubailand, un sitio donde pareciera que casi todas las maravillas son posibles: el desierto en sólo diez años se ha transformado en la ciudad de los rascacielos y las construcciones con las ideas y propuestas más alocadas.

Para empezar, es notable como el inquieto skyline de Dubai parece detenerse en algunas zonas, donde muchos futuros rascacielos se encuentran a medio hacer y paralizados. Una parte de la construcción explosiva  se ha detenido en silencio, y muchos proyectos terminan siendo cancelados sin previo aviso.

La crisis económica, de la mano de la caída del precio del petróleo, la disminución de la demanda y los precios de las propiedades y la escasez en la oferta del crédito, tiene más potencia y peso para sacar a luz, lo que el acelerado ritmo de los negocios de Dubai podía ocultar sin contratiempos: la ciudad milagrosa puede dejar de crecer, y el mundo parece estar más dispuesto a escuchar que Dubai no está siendo construida por la mano y el sudor de jeques ricos, sino por una masa de cientos de miles de obreros que ofrecen mano de obra semi esclava para levantar los sueños de unos pocos.

La Dubai oculta

El perfil urbano más indeseado y apartado en Dubai tiene una zona bien definida: se llama Sonapur ( la localidad se define como Muhaisnah), una aldea habitada por unos 300.000 obreros (o 500.000 según la fuente) en su mayoría inmigrantes llegados de zonas pobres de Asia, que según las denuncias, viven en peores condiciones de las que gozaban en los países de los que huyeron buscando un futuro mejor.

Sonapur está situado en la parte oriental de Dubai, y es además la zona más poblada (o hacinada) de la ciudad: una de las concentraciones de obreros y trabajadores de la construcción más grande del mundo, un sitio de alojamiento que se parece a un campamento de batalla tan sólo al observar las imágenes que circulan en la web. Sonapur se traduce como la "Tierra del Oro", pero bajo su nombre idílico se esconde un área de la última tierra prometida en donde se vive como en una ratonera gigante.

Ya en el año 2006, un informe publicado por Human Rights Watch [1] alertaba sobre las condiciones de los trabajadores, que llegaban al extremo de pagar por el mantenimiento de sus puestos laborales: inseguridad en las tareas, jornadas de trabajo de 14 horas en el clima del desierto y abusos que incluían desde la retención de los pasaportes, hasta un cobro de honorarios totalmente ilegal por parte de los empleadores, Son algunos de los padecimientos de los verdaderos artesanos de Dubai, que terminan viviendo en un sitio reducido donde sus pertenencias terminan amontonados en todo el espacio que permite una cama.

Los testimonios de algunos obreros publicados en The Independent son estremecedores: en los campamentos, el números de suicidios extraoficiales es elevado, pero nunca son reportados, y pasan a la lista de accidentes laborales. Human Rigahts Watch alerta sobre las cifras de muertos: sólo en el consulado indio hay registrados unos 971 fallecimientos de sus conciudadanos en el año 2005. Un trabajador desahuciado declara en una entrevista: “el calor en el trabajo es tan fuerte, que el sudor no te permite orinar durante días... pareciera que el líquido solo se elimina por la piel... “ 

Los efectos de la crisis en Dubai.

Los años del furor lentamente parecen entrar en una meseta donde pocos se atreven a afirmar hacia donde sigue el argumento del cuento de hadas de Dubai. La restricción del crédito y la caída del precio del petróleo desmoronan la muralla del dinero de Dubai filtrando historias y datos cada vez más lejanos del país de las maravillas. Las grúas de las construcciones ya no están tan inquietas, el precio de las propiedades cae hasta el 50 % en algunas zonas de la ciudad y algunas nuevas construcciones comienzan a mostrar grietas, la consecuencia de una construcción precipitada donde a veces la calidad no era prioritaria.

La crisis también ha llegado a los campamentos de Sonapur de la mano de cortes de electricidad que se extienden por días. Algunas empresas y empleadores desaparecen sin dejar rastros, junto con los pasaportes de sus empleados y los salarios adeudados. Muchos de los empleados que desean regresar a su países terminan en manos de usureros, que al no poder cobrar sus préstamos, llevan a sus “clientes” a la cárcel.

El efecto más palpable de la crisis, es que muchos disidentes de Dubai, una pequeña minoría, comienzan a sentir de un modo más evidente que sus reclamos se sustentan en una realidad difícil de ocultar. Los activistas desencantados con la ciudad no dudan en calificar el sistema de trabajo en obras como un modelo moderno de esclavitud, donde se promueve cínicamente el silencio ante el abuso a cambio de más puestos de trabajo. Denuncian controles en los medios de comunicación y persecuciones para ocultar una realidad: en Dubai la mayoría de las empresas están en manos del gobierno, y el sistema (tan funcional) está diseñado para promover los beneficios al máximo, incluso por sobre los derechos de los trabajadores.

Hay datos y números que resultan inquietantes: el boom inmobiliario de Dubai, está sustentado en un festival de créditos en un ambiente donde la premisa promueve el  “todo es posible” (lo que es igual a "el fracaso es imposible"). La gallina de los huevos de oro parece haberse vuelto loca y ha hecho su nido en medio de un desierto: el nivel de endeudamiento es muy elevado, y mientras tanto, los medios se encargaron de difundir alentadores indicadores económicos.

Muchos no tardarían en identificar los ingredientes perfectos para una burbuja de grandes proporciones. Algunos analistas se atreven a afirmar que Dubai podría implosionar en su mar de deudas, mientras que otros ligados al sector de los desarrolladores y emprendedores, simplemente hablan de una necesaria corrección en una economía que se muestra saludable. Lo indiscutible es que muchas de las construcciones y proyectos extravagantes de Dubai, con la llegada de la crisis pasan a compás de espera mientras los hoteles de lujo que brotaron como hongos ciertos días tienen un aspecto vacío, en donde los empleados parecen mirarse a la cara.

La contracara de la disimulada crisis son los miles de residentes extranjeros que disfrutan de las extendidas bondades de Dubai. Son parte de la ciudad distendida donde muchos se sienten muy a gusto, encantados con la fórmula de sol, playa y derroche en un mundo que parece de fantasía. Es curioso como casi nadie de los nuevos residentes parece preocupado por no poder elegir a sus representantes, algo que resulta tan incómodo como alardear ante la posibilidad de contar con todo tipo de personal doméstico a un bajo costo: la última moda de Dubai dicta sumar una niña etíope al personal doméstico.

Casi todos prefieren mirar para el lado del cielo y el mar, como negando que tan cerca está el polvoriento desierto . Ni siquiera el mar está a salvo de la contaminación de Dubai, y en poco tiempo las aguas en algunos sectores de costa se han vuelto demasiado turbias. La crisis ha desvanecido un espejismo, y nadie sabe si el futuro que soñaron los mentores de la moderna Dubai, será tan perfecto como el final de un cuento de hadas.

[1] Building Towers, Chating Workers (PDF)