La manifestación: esencia y presencia

En los últimos años, el uso masivo o quizás incorrecto de la manifestación me ha llevado a sentir una apatía significativa hacia esta expresión. La manifestación es un derecho fundamental y se lleva ejerciendo varias décadas en España -incluso antes de que estuviera totalmente reconocido, con la consiguiente represión-. Y aunque siempre hemos visto todo tipo de manifestaciones y marchas y protestas, Últimamente han perdido parte de su valor.

La AVT son un ejemplo de mal uso de la manifestación

Quizás fue a raíz de las manifestaciones en contra de la guerra de Irak. Entonces yo estaba en la universidad y la manifestación era la excusa perfecta para no ir a clase. Pero no sólo por parte de los alumnos. Más de un profesor suspendía sus clases para permitir que sus alumnos pudieran ejercer este sagrado derecho. Ellos aseguraban que también iría, pero yo nunca les vi... Esa frecuencia deterioró en parte mi visión de la manifestación.

Al fin y al cabo no fue realmente útil convocar tantas protestas tan seguidas. Te manifiestas una semana, y otra, y otra... El número de asistentes se va a ir reduciendo inevitablemente y la repercusión de tu protesta también, aunque las televisiones hayan demostrado que se puede mantener una noticia viva (realmente en coma) durante semanas y semanas-.

El simple hecho de cómo se narra una convocatoria de protesta en los medios de comunicación puede exaltarte o deprimirte. Que la organización cifre el número de asistentes en cinco veces más que la Policía sólo consigue que te amohines y puedas llegar a pensar: "¿Para qué voy a ir? Si sólo van a contar una quinta parte de mí...". Te da la impresión de que sólo han contado un brazo o una pierna...

Para que una manifestación funcione hace falta que sea numerosa, bien promocionada, con un mensaje claro, no demasiado reiterativa (es decir, como las de la guerra de Irak) y sobre todo que se haga en el momento apropiado. El ejemplo de manifestación perfecta podría ser la que se dio en Madrid tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco. Un millón de personas (es muchísimo), con las manos blancas (buen elemento de promoción y un mensaje claro), fue una y como esa no hubo otra igual, y se hizo cuando se debía. No habría sentido hacerla tres meses después del suceso.

La manifestación no debe ser utilizada como colofón a un debate político. Es más útil como generador. Este fin de semana ha habido una en contra de la reforma de la ley del aborto. Ha llegado tarde. Bien es cierto que mientras no se conociese el texto de la reforma no se podía echar uno a la calle, pero esta protesta llega después de al menos dos semanas de debate político, de enzarzamiento mediático, etc. Todo un bucle cansado que termina (o no) con esta manifestación. Llegamos agotados ya. Esta manifestación pasará sin pena ni gloria.

Así, en este país en el que nos encanta manifestar nuestra opinión a los cuatro vientos -ya sea con unas cañas de por medio, llamando a la radio o saliendo a la calle-, la esencia de la manifestación se mantiene, y es bueno que la gente emplee este derecho, pero para impresionar, hay que cuidar la presencia.