No suele ocurrir y menos con un grupo tan importante como los Buzzcocks. Pero el domingo sucedió en el Auditori de Castellón: los teloneros fueron mejores que los cabeza de cartel. Era la despedida del Ciclo Ricoamor en la Sala de Cámara después de dos años de grandes conciertos: Josele Santiago, Dr Feelgood, Los Straitjackets, The Warlocks, Sunday Drivers, Bart Davenport+Sr Mostaza, Mary Weiss, The City Lights, The Rubinoos Y el del pasado domingo también lo fue. Pero más por The Cute Lepers que por los que se preveía.
Buzzcocks ofrecieron una actuación deslavazada, pelín atropellada, por momentos malsonante, diría que hasta desganada, y, lo peor de todo, se hizo larga. Eso, hablando de uno de los primeros y mejores grupos de punk-pop de siempre, sabe mal decirlo. Pero fue así, o al menos así lo vi yo. Los norteamericanos, por el contrario, sonaron enérgicos, frescos, divertidos. El riesgo de salir de gira con un grupo tan bueno como The Cute Lepers es que eleva hasta un nivel peligroso el umbral de exigencia, pensará ahora Pete Shelley.
La expectación era máxima. Las entradas para ver a los Buzzcocks, y de paso despedir el periplo del Ciclo Ricoamor en el Auditori, se habían agotado hacía días. La energía instrumental, la agresividad rítmica, las melodías pop y el cinismo de las letras definen sus mejores canciones. Todas esas virtudes se vieron mitigadas de alguna u otra manera, por culpa de una ejecución demasiado rutilante, de unas guitarras demasiado estridentes, de un bajista que nunca debería de haber salido de gira con ellos, de un Pete Shelley (líder, cantante y guitarra) al que parecía apetecerle hacer cien cosas antes que el concierto. Pero no por culpa del Moët & Chandon, que Steve Diggle (el guitarra) exigió para la actuación y sacó al escenario sirviéndoselo en vaso de plástico para después sólo mojarse los labios y dejarlo todo perdido de esputos.
A pesar de todo eso y de que The Cute Lepers habían puesto el listón muy alto, la cosa no empezó nada mal. Fast cars, con la que arrancaron, o No Replay hacían presagiar un concierto repleto de buenos momentos. La actual gira de los Buzzcocks iba precisamente de eso: recurrir a la baza segura de los dos discazos que editaron en 1978, Love Bites y Another Music in a Different Kitchen. Y eso parecía cuando repasaron con energía las mejores canciones, como Ever Fallen in Love (vídeo de arriba) o I Dont Mind, pero también singles de esa época como Promises. Incluso cuando recurrieron a potentes instrumentales como Late For The Train, que sonó tremenda.
El público les tenía ganas, algunos se las bailaron todas, pero la verdad es que su actitud y el sonido no acompañaban. Los dos integrantes de la formación original, uno que no llegaba y el otro que se pasaba: Shelley como si no fuera consigo la cosa y Diggle a Diggle no le pillé la onda en todo el concierto. El bajista, directamente, remando en contra: apático y despistado. El batería, el único que parecía estar en su sitio. ¿El resultado? Algunas canciones demasiado aceleradas, otras desvirtuadas, entre una extraña bruma mezcla de guitarrazos macarras a destiempo, melé sónica y desgana. Y quizás tocando demasiados temas, como de relleno. En la parte final la cosa remontó un poco el vuelo con Sixteen. Pero para entonces el concierto ya se había hecho pesado. Era tarde.
En fin, muy irregular, muy largo, bronco, apenas sin matices, esos que les hicieron tan especiales. Sí, por escuchar en directo un buen puñado de canciones legendarias interpretadas por sus autores. Pero no, por el relleno, por la actitud, por la dejadez. Me quedo con Ever Fallen in Love, I Dont Mind, Sixteen, algunas instrumentales. E intentaré olvidar todo lo demás. Escuchando sus discos.
Antes, lo de The Cute Lepers fue bien diferente. Llegaban desde Seattle con excelentes referencias. Su disco Cant Stand Modern Music (Blackheart Records, 2008) fue premiado como mejor álbum punk en la octava edición de los Annual Independent Music Awards. Y se salieron. Con actitud -la que no tuvieron los británicos- y canciones. Casi todas.
Temazos como Prove it, Modern Pets (vídeo de arriba) o Terminal Boredom -The Clash en estado puro- sonaron a gloria. Directas, vibrantes, potentes, bien tocadas, con convicción y un sonido excelente (otra vez, Juan Carlos Tomás al mando). Steve E. Nix, cantante y guitarra -ex líder de The Briefs- merecería un capítulo aparte. Qué manera de tocar la guitarra, qué nervio, qué forma de espolear al público. Él solito, acompañado de una excelente banda -incluidas dos coristas-, hizo levantar a todo el público de la Sala de Cámara para bailar, algo que han logrado muy pocos grupos en el Ciclo Ricoamor.
Y, por si fuera poco, los norteamericanos remataron la jugada con una estupenda versión del Lonely boy de Sex Pistols para cerrar una actuación redonda. De los mejores grupos que han pasado por Castellón en los últimos meses. Punk y new wave revisitado con sentido y más solvente que el de algunas bandas británicas que nos quisieron meter con calzador hace dos o tres años.
La próxima parada del Ciclo Ricoamor, tras abandonar el Auditori por falta de apoyo institucional, es la discoteca Van Van de Castellón el próximo 16 de mayo con la actuación de El Vez, aunque todavía no está claro que esa alianza pueda tener continuidad.´
Más información en el blogzine Nomepierdoniuna. Más vídeos de los dos conciertos en la cuenta de Youtube de Nomepierdoniuna.
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