Cómo el 23-F se empezó a gestar en 1817

Cuando el teniente general Jaime Milans del Bosch, capitán general de la III Región Militar, sacó los carros de combate por Valencia el 23 de febrero de 1981, sabía que no sólo estaba liderando un golpe de Estado contra nuestra bisoña democracia constitucional, sino que se enfrentaba a la propia historia de sus antepasados. Descendiente de varias generaciones de militares golpistas, la tradición se remonta a 1817, cuando el general Francisco Milans del Bosch intentó un golpe de Estado contra el absolutismo de Fernando VII, sin éxito. Lo que no sabía es que no era el único militar que se enfrentaba a su propio pasado familiar.

El mariscal de campo Juan María Muñoz (1761-1848)

El 23-F, el comandante Antonio Muñoz Manero se dirigió al Acuartelamiento Primo de Rivera de Alcalá de Henares junto con el resto de sus compañeros de la III Bandera de la Brigada Paracaidista en cuanto oyó por la radio que un teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero, había asaltado el Congreso de los Diputados. El comandante conocía bien a Tejero, ya que los dos pertenecían a la décima promoción de la Academia General Militar. Cuatro generaciones antes, su tatatarabuelo Juan María Muñoz también se enteró por boca de otros que el capitán general y héroe de la Guerra de la Independencia, Luis Lacy y Gautier, pretendía sublevar al ejército para restaurar el régimen constitucional abolido por Fernando VII. Y, al igual que su descendiente, conocía bien al sublevado ya que juntos habían luchado juntos en el regimiento de Murcia durante la guerra.

La conspiración de Lacy

Para su pronunciamiento, Lacy contactó con su antiguo subordinado, el general Francisco Milans del Bosch. Su plan era sublevar los regimientos de Tarragona y de Murcia, que en aquel momento se encontraba en Mataró, y marchar con ellos sobre Barcelona para proclamar la Constitución de 1812.

Francisco Milans del Bosch tenía un conspirador en el regimiento de Murcia, el comandante Francisco Mancha. El 4 de abril de 1817 Mancha ordenó a los soldados que metiesen las municiones en las cartucheras, se vistieran con las casacas nuevas y se acostasen vestidos, pues por la noche saldrían de patrulla. “Sin embargo, alguien dijo también que aquella noche se sublevaría España entera, y que a legua y media de Mataró les esperaban dos mil soldados”, escribió el prestigioso historiador Francisco Carreras y Candi. El capellán del batallón se enteró de la conjura poco antes de la hora convenida por los golpistas, y fue a comunicárselo al coronel del regimiento, el brigadier Juan María Muñoz. “En el cuartel del primer batallón de Murcia, bajo la jefatura del comandante Mancha, terminado el rezo del rosario, empezaban los soldados de la primera compañía a hacer las camas, cuando «vieron pasar por la cuadra, corriendo, a un individuo, que iba diciendo: ya no hay nada, acostarse, y está el coronel; y siguió hasta la tercera y cuarta, en estas voces». El coronel entró entonces en la cuadra y volvió más tarde a inspeccionarlo todo; reconvino a la primera compañía por hallarles acostados vestidos, y mandó pasar a la prevención a los sargentos primeros”. De esta manera las tropas del regimiento de Murcia nunca llegarían a unirse a las de Milans del Bosch, y quedó deshecha la conspiración de Lacy. Francisco Milans consiguió escapar a Francia, Lacy fue fusilado y Juan María Muñoz llegaría a ser mariscal de campo.

23-F

A la una de la mañana del 24 de febrero de 1981, el Rey Juan Carlos I apareció en televisión para desautorizar a los golpistas y defender la Constitución. Fue el golpe final para Jaime Milans que, al igual que le pasó a su antepasado, no consiguió movilizar al resto de capitanías generales para que se unieran al levantamiento. Para entonces, el comandante Antonio Muñoz Manero ya había expresado ante el resto de oficiales su decisión de no apoyar el golpe, al margen de la postura que tomaran sus superiores. Quizás por eso, aquel comandante, descendiente directo de aquel coronel que impidió un levantamiento a favor de la primera constitución española de la historia, llegó a ser en la democracia general de división, jefe de la Brigada Paracaidista y gobernador militar de Valencia. De igual forma, Jaime Milans  fracasó en su intento de abolir la Constitución de 1978, como fracasó Francisco Milans al tratar de defender la de 1812, y pasó diez años en la cárcel hasta que fue indultado en 1991 por su avanzada edad.

Ironías de la historia, los dos hombres protagonistas de este artículo cruzaron sus vidas después del 23-F. Fue durante el consejo de guerra a los golpistas. Jaime Milans del Bosch, aquel hombre que soñó con triunfar donde sus antepasados fallaron no podía imaginarse que el tatatarabuelo de aquel comandante que actuaba como observador militar tenía gran parte de culpa en su fracaso.