Dedicando tan sólo 80 minutos de su vida, Park Row puede enseñarle cómo es el periodista perfecto. Un clásico menor por su trascendencia, pero fundamental por su calidad. Una película de Samuel Fuller que se enmarca dentro de una de las más prolíficas ramas argumentales del cine: el periodismo.
Park Row, la mítica avenida de Nueva York donde transcurre la historia de Fuller. Internet
En una época en la que los periodistas cada vez están peor considerados y se hacen más necesarias las motivaciones personales para no abandonar el intento de cumplir con las obligaciones de esta profesión, Park Row es un placebo que acaba con los posibles temores personales y vergüenzas ajenas que provocan la telebasura, el amarillismo y la prensa rosa. Un recordatorio de los principios de una profesión preciosa, pero con una peligrosa tendencia a la autodestrucción.
Aún siendo considerada como un título menor de Samuel Fuller, Park Row es una gran obra cinematográfica. Representa una apuesta personal del director, quien al mismo tiempo es el productor. Park Row fue rodada en 1952 y es muy interesante tener en cuenta que Fuller, antes de ser director, fue también periodista. La película, de 80 minutos de duración, forma parte de una extensa creación en el cine americano de títulos basados en el mundo del periodismo, desde los años cuarenta hasta la actualidad. Entre ellas, Detrás de la noticia de Ron Howard, en 1994, puede entenderse como una adaptación moderna de Park Row. Pero no podemos olvidar la profesión de Clark Kent (Superman), Ciudadano Kane, La Dolce Vita, el Show de Truman. Se podría decir que todos los grandes directores han coqueteado de mayor o menor manera con este filón argumental.
Volviendo a la película, Park Row es una metáfora del mito de David contra Goliat, pero en esta ocasión el gigante lo protagoniza una preciosa Mary Welch, que conforme transcurre la historia va evolucionando hasta llegar a ser tan buena persona como hermosa. En este caso, no es sólo una victoria del pequeño sobre el grande, sino una victoria interna del bien sobre el mal en el personaje de Welch. Esta metamorfosis está magistralmente representada por el director en los colores de los vestidos que luce a lo largo de la historia la protagonista: negro, gris y un blanco inmaculado final, que remarcan esta evolución positiva.
Por otro lado, el protagonista masculino, Gene Evans, representa el papel del justo caballero medieval que lucha por las causas perdidas y defiende a los indefensos. Un caballero valiente y aguerrido, como deben ser los jóvenes periodistas, pero que se completa con el personaje del viejo Davenport. Éste, interpretado por Herbert Heyes, simboliza el periodismo chapado a la antigua; aquél que se escribía las noticias en los puños de las camisas y rehuía de los protagonismos personales. Por lo tanto, es con la unión de estos dos personajes complementarios como se forma la visión del periodista perfecto, según Fuller.
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