¿Quién quería esta guerra? ¿Qué había por ganar? ¿Es suficiente la victoria para ganar?
Leía a principios de Noviembre, de viaje por la zona, sobre el revuelo causado por unas declaraciones del saliente primer ministro israelí, Ehud Olmert. Olmert afirmaba que "Deberíamos renunciar a los barrios árabes en Jerusalén y volver al núcleo del territorio que es el estado de Israel previo a 1967, con correcciones mínimas dictadas por la realidad creada desde entonces". Unos le acusaron de izquierdista radical y otros le atribuyeron la valentía a su irrelevancia: qué valor tiene lo que pueda decir un primer ministro si lo siguiente que va a decir (en teoría) es adiós.
Haciendo tiempo en una lavandería en Tel Aviv leía un periódico israelí en español, Aurora, que también hacía eco de la noticia. El artículo defendía con mucha ironía las tesis de Olmert:
"Desde 1967 hasta ahora hemos creado una retórica tan obtusa, que nos ha encerrado en fórmulas impracticables de las cuales somos incapaces de salir. Hemos proclamado en forma tan festiva y definitiva que "Jerusalén indivisa, indivisible y no compartida es la capital eterna del Estado de Israel y del pueblo judío'', que ya nadie se atreve a decir públicamente la verdad: que esa declaración tiene la misma validez que la de la anexión del Golán, decidida por la Knéset, y la de la anexión de las cataratas del Iguazú y la ribera del Guadalquivir, aún no decididas pero con una aceptación internacional similar en caso de que se haga. El Parlamento palestino puede decidir que Valparaíso le pertenece, el presidente de Venezuela puede anunciar que su país reivindica como suyos los pozos petrolíferos de Irán, la canciller de Alemania puede repudiar en nombre de su país la ley de gravitación de Newton y dejarla sin efecto, y yo puedo decirle a mis nietas que sé volar como los pájaros."
¿Si era ésta su visión, qué es lo que desencadenó la guerra?
Incluso si las declaraciones de Olmert fuesen honestas y compartidas, no serían desde una perspectiva israelí factibles: no se considera a Hamás un interlocutor posible para la paz -un enfoque crónico. Hamas es un enemigo que quiere la destrucción de Israel, hasta los niños (israelíes) lo saben. No sería Tel Aviv la única capital que festejaría una derrota de Hamás; algunos de los principales países árabes involucrados en el conflicto verían con muy buenos ojos el fracaso de Hamás. El único lugar donde los Hermanos Musulmanes han conseguido controlar el gobierno es en Gaza, a través de Hamás, pero están presentes en todos los países involucrados en el conflicto, y salvo el caso de Irán, representan la única oposición real al stablishment de dichos países. Además, el antagonismo entre Abu-Mazen y Hamás le roba a este último los apoyos que Cisjordania pudiese dar a Gaza.
Hamás representa en la óptica israelí, también en la de los que comparten la visión de Olmert sobre la paz, una barrera y los únicos que podrían ser sus valedores, los países árabes y Cisjordania, ven con buenos ojos el fracaso de Hamás. El momento era perfecto para darles un golpe demoledor y sin piedad: sin presión americana, el apoyo implícito de los países árabes, las elecciones israelíes por delante, Gaza parece la excusa perfecta para lavarse las heridas de la guerra de Líbano, dar un empujón a las encuestas y deshacerse de un vecino incómodo para toda la comunidad de vecinos.
De por sí esto podría haber sido excusa suficiente, pero hay una razón más, y si cabe, aún más relevante. Discutiendo en el Star and Bucks, un café de Ramallah acerca de Hamás y Fatah, mi contertulio me pronosticó que "algo gordo" pasaría cerca de final de año: el mandato legal del presidente palestino Mahmud Abbas tocaba a su fin y todos los involucrados tendrían que moverse. El fin del mandato del Abbas podría haber permitido a Hamás hacerse, al menos temporalmente, con el control de todos los territorios palestinos. La guerra parece haber truncado esta opción:
"However, Hamas government spokesman Taher Nunu said in Gaza this week that in light of the fighting, Abbas' term has become a secondary issue. Hamas has also refrained from naming a temporary replacement for Abbas, as it threatened to do in the past."
Con tanto por ganar, el beneplácito de los principales implicados y la opinión pública internacional como única oposición no es de extrañar la agresividad con la que se ha desarrollado la guerra. "For us, being cautious means being aggressive" decía un oficial israelí, y no le falta razón: lo único que Israel no se podía permitir eran bajas en sus filas. La agresividad demostrada por el ejército israelí en Gaza reduce riesgos para sus tropas y además aviva las llamadas a un alto el fuego. Puesto que prácticamente todos los agentes implicados querían que Hamás saliese perdiendo, todos los factores jugaban en contra del gobierno de Gaza. Queda por ver si la falta de apoyo de Abbas a Gaza no le ha supuesto un harakiri político; en ese caso, para Israel y para el resto de interesados en el fracaso de Hamas, la guerra habría sido un tiro por la culata y en vez de una solución tendrían un nuevo problema, una pila de muertos y el odio de los supervivientes.
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