Hoy en día es habitual que los equipos de la NBA tengan en sus plantillas jugadores procedentes del baloncesto FIBA. Sin embargo, no siempre fue así. Hubo un tiempo no muy lejano en que entre NBA y FIBA existía un abismo y la posibilidad para un europeo (ya no digamos para un argentino o un chino) de dar el salto era una utopía. Fue durante la década de los 80 cuando las franquicias NBA empezaron a fijarse en el baloncesto que se jugaba fuera de sus fronteras y comenzaron a fichar a algunos de los jugadores que más destacaban en el continente europeo. Unos jugadores que abrieron el camino para que los Gasol, Nowitzki, Calderón, Kirilenko, Scola, Rudy o Ginobili triunfen hoy en la mejor liga del mundo. Ellos fueron los pioneros.
Tom Chambers y Fernando Martín
El draft del 85
Todas las historias tienen un principio. El de ésta lo podemos fechar el 18 de junio de 1985, fecha en que se celebró la elección del draft de aquella temporada. Se puede considerar que ese fue el pistoletazo de salida para la invasión europea que llegaría después. En aquel draft fueron seleccionados hasta cuatro jugadores europeos sin formación en EEUU, algo inédito hasta entonces. Tres de ellos acabarían jugando en la mejor liga del mundo. Antes ya se habían producido algunos casos aislados, pero ninguno de ellos llegó a emigrar a América. En 1981 había entrado en el draft Yasutaka Okayama, un gigante japonés de 2,38 seleccionado por Golden State en décima ronda; en 1982, Panagiotis Giannakis, legendario base griego del Aris de Salónica y del Panathinaikos, fue seleccionado por los Celtics y en 1984, los Nets eligieron al brasileño Oscar Schmidt Becerra. Ninguno de ellos llegó a dar el salto.
En aquellos primeros años ochenta, paulatinamente, las franquicias americanas iban prestando más atención al baloncesto europeo, enviando ojeadores por todo el continente a la búsqueda de perlas. El basket americano iba abriendo los ojos ante lo que sucedía en Europa y se empezaba a percatar de que el viejo continente podía convertirse en el fértil vivero de jugadores que hoy es. Esa apertura tuvo su reflejo en el citado draft de 1985. Fernando Martín fue el primer europeo seleccionado, tras ser elegido por New Jersey Nets en segunda ronda (puesto 10º). El entonces soviético Arvydas Sabonis fue seleccionado por Atlanta Hawks en cuarta ronda aunque la NBA anuló la elección por no tener cumplidos los 21 años y acabaría siendo elegido por Portland Trail Blazers el año siguiente-, el alemán Gunther Benkhe por Cleveland Cavaliers en quinta y el búlgaro Georgi Glouchkov por Phoenix Suns en la séptima. También fueron drafteados en 1985 los alemanes Detlef Schrempf y Uwe Blab, ambos en primera ronda, pero su caso era diferente pues los dos se habían formado en una Universidad norteamericana.
Glouchkov y Martín: explorando territorio hostil
A partir de ese momento se inició la carrera por ser el primer europeo en jugar en la NBA sin haber pasado por una Universidad americana. La anulación de la elección de Sabonis las lesiones y los problemas políticos terminarían retrasando su llegada a la NBA hasta 1995- dejaban el duelo en un mano a mano entre Glouchkov y Martín. En España existía una gran ilusión en que Fernando Martín tuviera el honor de ser el primer europeo en pisar una pista NBA. Hay que recordar que en aquellos tiempos la NBA era algo mítico, inalcanzable; un baloncesto de otra galaxia del que sólo se tenía noticias mediante contados vídeos que dejaban boquiabiertos a los afortunados que tenían acceso a ellos. Hasta 1988 no llegaría a TVE Cerca de las estrellas, programa que, presentado por Ramón Trecet, acercó por primera vez a los españoles el espectáculo NBA.
El jugador español estuvo participando en el Campus de verano de los Nets. Al finalizar el mismo, el equipo le ofreció un contrato que no convenció a Martín, lo cual -junto a la ilusión del jugador por participar con la selección española en el Mundial a celebrar en casa en el verano de 1986 (hasta 1990 los jugadores NBA no pudieron participar en competiciones internacionales)- hizo que Fernando pospusiera un año sus planes.
Glouchkov fue, por tanto, el primer europeo sin formación universitaria en codearse con las estrellas americanas. El baloncestista búlgaro, que había sido el gran dominador de la liga de su país el año anterior, promediando 23 puntos y 19 rebotes, no se llegó a adaptar nunca al basket NBA. A pesar de que empezó la temporada de forma prometedora su rendimiento fue decayendo a la par que su tono muscular, lo que propició el rumor nunca contrastado- de que en Bulgaria había hecho uso de anabolizantes. Al terminar la temporada los Suns le invitaron a regresar a Europa, donde jugó en varios clubs con un aceptable rendimiento.
Una vez disputado el Mundobasket, Martín estaba dispuesto a iniciar la aventura americana enrolándose en las filas de los Portland Trail Blazers. La inicial ilusión prontó se tornó en decepción, al comprobar que no entraba en absoluto en los planes del entrenador, Mike Schuler. Para colmo las lesiones tampoco le respetaron. Un total de 24 partidos jugados y 22 puntos es pobre bagaje para un jugador de su talla. Probablemente aún era pronto para que la NBA aceptara sin reservas a un europeo. En otro momento o en otro equipo el desarrollo de los acontecimientos pudo haber sido diferente. Nunca lo sabremos.
1989: la avanzadilla
Aunque el rendimiento de Glouchkov y Martín no fue el deseado la espita ya estaba abierta y en los siguientes años los jugadores europeos se fueron haciendo cada vez más habituales en el draft. Petrovic, Binelli, Volkov y Tikhonenko acompañaron a Sabonis en el draft de 1986; Marciulionis, Cristodoulou, Morandotti y el español José Antonio Montero fueron seleccionados en 1987; el argentino Jorge González en 1988 y Divac y Radja en 1989. Era el momento de dar el salto definitivo.
Ese salto se produjo en 1989, año en el que aterrizaron en la NBA cinco europeos: Sharunas Marciulionis (Golden State Warriors), Alexander Volkov (Atlanta Hawks), Drazen Petrovic (New Jersey Nets), Zarko Paspalj (San Antonio Spurs) y Vlade Divac (Los Ángeles Lakers). Tras los tibios intentos de Glouchkov y Martín, era la ocasión de demostrar que un jugador formado en Europa podía codearse con los mejores del mundo. Su éxito significaría la prueba definitiva del nivel del pujante baloncesto europeo, pero el fracaso podría suponer que las franquicias de la NBA ignoraran definitivamente al baloncesto FIBA. Aunque la trayectoria de los cinco fue dispar, terminaron demostrando que el jugador europeo estaba en la NBA para quedarse.
Paspalj y Volkov fueron los que peor rendimiento mostraron y volvieron a Europa tras una temporada mediocre. La adaptación de Marciulionis, por el contrario, fue inmediata. Don Nelson lo introdujo en seguida en la rotación exterior como sustituto de Hardaway y Richdmond. El lituano acabó su primer año con 12.1 puntos en 22.6 minutos y se acabó consolidando como un jugador importante en la NBA. En los Warriors estuvo hasta el 94, siendo elegido mejor sexto hombre de la liga en 1992 y 1993. Tras sufrir una grave lesión que lo tuvo año y medio fuera de las pistas defendió, siempre con un papel destacado, los colores de Seattle SuperSonics, Sacramento Kings y Denver Nuggets, club en que se retiró en 1997.
Pese a que la adaptación de Divac no fue tan rápida como la de Marciulionis, su carrera resultó la más sólida de aquella camada del 89. Los Lakers se habían fijado en el balcánico como sustituto del mítico Kareem Abdoul Jabbar, retirado ese mismo verano. Al principio fue suplente de Mychal Thompsom, pero poco a poco fue ganándose la titularidad para terminar convirtiéndose en la referencia interior de los californianos. Se mantuvo en la NBA durante 16 temporadas, defendiendo durante 7 años la camiseta de los Lakers, 2 la de Charlotte Hornets y 6 la de Sacramento Kings. Finalmente volvió a Los Lakers, donde sus problemas de espalda le obligaron a retirarse con 37 años.
Los inicios de Petrovic fueron duros. El jugador que había sido máximo dominador del baloncesto europeo se tenía que conformar con jugar los minutos de la basura en los Blazers. La dura competencia de dos estrellas consagradas como Clyde Drexler y Terry Porter y el poco interés de Rick Adelman por incluirlo en la rotación del equipo dieron lugar a que sólo jugara 12,6 minutos por partido en su primera campaña. Pero lo peor estaba por llegar. La temporada siguiente no contaba en absoluto en los planes de Adelman y se la pasó prácticamente en blanco. Por suerte, en 1991 fue traspasado a New Jersey Nets, donde el genio de Sibenik gozó por fin de minutos y pudo demostrar todo su talento, convirtiéndose en la estrella de unos Nets que lograron jugar los play-offs en 1993. En el mejor momento de su carrera, cuando por fin se había convertido en una estrella de la NBA y las perspectivas de futuro eran inmejorables, un accidente de tráfico terminó con la vida de uno de los jugadores con más talento de la historia del baloncesto.
El desembarco
La senda abierta por Marciulionis, Divac o Petrovic fue transitada con asiduidad en los siguientes años. Las franquicias fueron perdiendo el miedo a incluir en sus filas baloncestistas no formados en Estados Unidos y los jugadores europeos se dieron cuenta de que triunfar en la NBA no era en modo alguno una quimera. En los años siguientes cruzaron el charco Toni Kukoc, Dino Radja, Tabak, Danilovic, Sabonis y un largo etcétera de jugadores hasta llegar a nuestros días. Algunos se convirtieron en estrellas de la NBA, otros en valiosos jugadores de complemento y otros, como Djorjevic o Jasickevicius, no tuvieron la suerte o la paciencia necesaria y se volvieron a Europa. Pero todos ellos lo tuvieron más fácil que los primeros en iniciar la aventura. Jugadores como Glouvchok, Fernando Martín, Petrovic, Divac o Marciulionis que tuvieron que lidiar en su día con la incomprensión y el escepticismo de la NBA. Ellos fueron los pioneros.
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Nota: Para elaborar este artículo he consultado algunas webs, blogs, la inevitable wikipedia (en inglés y en español), unos cuantos desvencijados 'Gigantes del basket' apilados en un rincón de mi armario y una carpeta etiquetada con el nombre 'NBA - Recuerdos de la edad dorada' que he recuperado de la papelera de reciclaje de mi cerebro.
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