El día en que todos fuimos palestinos

Al llegar a la calle Alcalá no tenia ni idea de cuántos seríamos esta mañana. Imaginé que pocos. De hecho, pensé que no pasaría nada si me acercaba en bicicleta. En unos instantes, una mujer de mediana edad me advertiría del error: “ten cuidado que vienen muchos y con mucha fuerza”. Al mirar hacia atrás note la masa de gente que se acercaba y me envolvía con fuerza. Gritaban frases que me esperaba -”todos somos palestinos” o “SOS Palestina”- y otras más sorprendentes como que “el Estado sionista es un estado terrorista”, “Bush y Obama son basura americana” o “dónde está Moratinos cuando matan palestinos”. La mañana fue electrizante. Note que no éramos unos pocos. Me gustó ver cómo todos dejamos nuestros prejuicios en casa y marchamos juntos -árabes, musulmanes, cristianos, españoles, palestinos, niños, ancianos, palestinos...- con una sola voz.

Miles de personas gritando al unísono.

Durante el 2006 se repetía la misma estrategia, la misma historia, la misma impotencia, la misma complicidad canalla. Todos fuimos testigos de los ataques israelíes contra el Gaza y contra el Líbano. Más de dos años después somos testigos de otro genocidio, otro país, otro enemigo destruido sin compasión. En la masacre de Gaza, más de 800 personas han probado el 'plomo fundido' de Israel en pos de la tan aceptada hoy en día lucha contra el terrorismo. Pero no debemos olvidar los millones de personas que sufren día a día el bloqueo económico impuesto por Israel, dentro de unos escuálidos territorios llamados eufemísticamente 'franjas', que no son otra cosa que 'campos de concentración'. No ignoremos tampoco la destrucción de las infraestructuras de un país vecino que aún no ha conseguido cerrar sus heridas.

Aquella vez sólo salimos a la calle dos mil personas que no estábamos de acuerdo con el espectáculo de horror al que asistíamos y que aspirábamos a que se detuviera la masacre de los pueblos palestino y libanés. No éramos suficientes. Tampoco lo suficientemente representativos como para salir en las noticias. Hoy me siento diferente. Somos muchos -según los organizadores más de cien mil personas en Madrid- y hacemos más ruido. No sólo en España. Londres, Washington y muchas ciudades más se han movilizado en contra de la barbarie del ejército hebreo en Gaza.

Golpeados por un intenso frío, aunque reconfortados por un sol radiante, todos, por unas pocas horas fuimos palestinos. O mejor dicho. Fuimos más palestinos que nunca. Algunos más exaltados gritaban a favor de la Intifada; Otros se mostraron más cautos pidiendo “no más barbarie contra nuestros hermanos”. En general, caminamos todos junto a nuestros hermanos árabes en contra de la violencia y a favor de la paz. Las personas con las que tuve ocasión de hablar admitían, sobre todo, una inusitada necesidad de gritar 'basta ya'.

En las esquinas de la puerta del Sol, mientras comenzaba el manifiesto leído por Rosa María Mateo, se reunían intelectuales, políticos y curiosos para descargar su impotencia. “No es posible lo que está pasando”, “tienen que hacer algo o que expulsen al embajador de Israel”, eran los comentarios de los asistentes hacia los políticos españoles, mientras una bandera palestina ondeaba sobre la estatua ecuestre de Carlos III. La sensación general era de hastío hacia los políticos. ¿Por qué no hacen nada más? ¿Por qué no un gesto más rotundo? Alguno no pudo evitarlo y confesó que desearía que expulsaran al embajador de Israel de aquí.

Minutos después, el manifiesto comenzaba y la multitud estalló en aplausos. En el discurso, se condenaban los bombardeos, las muertes de civiles y, pero sobre todo, la falsa premisa de que Israel tiene derecho a defenderse, como aseguraba ayer mismo la Cámara de Representantes de Estados Unidos en forma de resolución. La legítima defensa no tiene nada que ver con esto. Más de seis décadas de conflicto nos lo han enseñado.

Hoy sentí que es posible, que los gritos en contra de la política diplomática de nuestros gobiernos, supuestamente “desarrollados”, es posible cambiarla; Que si salimos a la calle a denunciar la actitud cómplice de nuestros gobernantes con la política de Israel en Oriente Próximo puede ser derrotada; Porque parece mentira que después de ver las imágenes, contar los muertos y ver la crudeza de las acciones militares que han tenido lugar en Gaza, muchos de nuestros dirigentes sigan dando la razón a una de las partes. Como si las dos partes hubieran sufrido el mismo dolor durante los últimos sesenta años.