Metal Gear Solid 4: No apto para novatos

Los novatos sobran en Metal Gear 4: Guns of the Patriots. Esta no es una afirmación hecha a la ligera. Un jugador ocasional de la Playstation 3 se encontrará perdido, muy perdido. Está hecho para una raza de jugadores que van más allá del ocio y convierten la afición por el videojuego en un verdadero verdadero arte. Es más: Sólo los amantes de la saga Metal Gear Solid podrán disfrutarlo a todos los niveles. Los verdaderos profesionales del videojuego.

Esta exigencia tan peculiar de Guns of the Patriots es un mérito y un defecto, en función de quien lo esté disfrutando. Desde el punto de vista más objetivo se puede afirmar que es un gran juego, Técnicamente raya la perfección, con unos gráficos perfectos que utilizan al máximo la capacidad de las televisiones: 1080 puntos de alta definición. La jugabilidad no le va a la zaga y cualquier aspecto que un jugador pueda destacar, ya sea música, efectos de sonido, efectos especiales y ambientación, obtiene una nota sobresaliente. No en vano Hideo Kojima, autor de la prestigiosa saga, ha exprimido al máximo la potencia de la recién creada consola de Sony y la capacidad de los discos blu-ray.

MGS4 está concebido como una obra total. Como si de una ópera se tratase se conjugan todo tipo de artes para conseguir el resultado fina. El propio Kojima concibe al jugador y su aportación como una parte más de este conjunto artístico. Todo se supedita a la historia, una trama ardua, complicada y satisfactoria. La parte interactiva también se supedita a este desarrollo argumental y narrativo. Precisamente en este aspecto se encuentra el punto fuerte y el punto débil de esta obra de arte desarrollada en forma de videojuego.

Aunque el nivel de dificultad del juego no es muy alto, no mucho más que otros, lo que de verdad lo hace especial es el lenguaje que utiliza, la narración de la historia y el propio desarrollo del mismo. Los usuarios poco avezados a la complejidad de la obra de Kojima se van a perder en todas las tramas, subtramas, guiños y flashbacks que realiza. Como fin a una saga, MGS4 cierra una historia abierta durante los últimos diez años con una culminación épica y, en ocasiones, confusa. A pesar de los esfuerzos de Kojima y su equipo por explicarlo todo coherentemente, quien no se haya asomado a esta saga no podrá ni tan siquiera degustarlo. Por eso muchos lo tildarán de aburrido, incomprensible y con pocas horas de juego real.

Técnicamente todo esto es cierto. El único punto débil del juego es la falta de continuidad y la desproporción entre tiempo de juego y tiempo de historia, característica principal de la saga. En ciertos actos, como por ejemplo el tercero, apenas cogemos el mando para manejar a un envejecido Snake. Curiosamente este es el punto de inflexión de la historia del juego y donde se revela la identidad de Los Patriots, uno de los enigmas más relevantes de Metal Gear. Llegados a este punto quien esté enamorado de este juego simplemente se involucrará cada vez más, quien tenga alguna duda se desenganchará.

Que la historia y la trama se pongan por delante de la interactividad en muchas ocasiones no significa que las partes jugadas sean mediocres. Todo lo contrario, Metal Gear continúa con su revolución en aspecto de jugabilidad y cada vez que tomamos el control simplemente nos enfrentamos a uno de los juegos mejor conseguidos de la historia. La originalidad impregna cada fase: ya sea la conocida infiltración en una base enemiga, la infiltración en medio de una batalla, el uso de vehículos o los combates contra los jefes, quizás el punto más débil en todo este despilfarro de jugabilidad. Para muestra un botón: en un momento determinado, el magnífico cuarto acto, Old Snake se hace con el control del semidestruido Metal Gear Rex. Si el viejo  REX de la Playstation 1, y combate contra un Metal Gear Ray dominado por su hermano. De hecho podemos considerar este momento del juego como el punto álgido del mismo. Un homenaje a todos los jugadores de la saga con una fase monumental y divertida. Pero se queda corto, muy corto. MGS4 te deja en muchas ocasiones con la miel en los labios.

Aún así la parte jugable de Guns of the Patriots es una maravilla, un canto a la perfección en todos sus aspectos: gráficos, de sonido, de efectos, ambientación, todo. Las escenas de batalla son superreales, la animación de Snake es sencillamente perfecta. Si he de quedarme con algo es con el poderío del juego para general efectos en tiempo real como el Octocamo. Un camuflaje “vivo” que interactúa con el terreno modificándose mientras avanzamos y, atención a esto, sensible a la luz. Tal llega a ser la perfección que en ocasiones te quedas mirando un fondo intentando pensar si no es en realidad una foto escaneada. Pero no lo es. Si el apartado gráfico es sobresaliente, todas las demás partes técnicas son supremas. Cuando los tanques aparecen en pantalla parece que el mundo se viene abajo, el propio Old Snake sufre, tose y su cara se contrae para dolor nuestro, y el armamento es completamente real tanto en su uso como en su representación. Y también hay que destacar la tensión que va en aumento hasta el desenlace final. Por todo esto te quedas con ganas de más tras pasar las distintas fases. Parece en todo momento que la capacidad del soporte e incluso de la plataforma, la todopoderosa Playstation 3, se queda corta. Y realmente así lo ha sido según declaró el propio autor.

Pero el potencial de esta obra de arte se encuentra en la parte no interactiva. La historia es sencillamente monumental. Digna de la mejor película, novela o serie de espías. Se nos presenta un mundo donde el petróleo ha sido sustituido como motor económico por la guerra monitorizada. El exponente son las compañías militares profesionales que prestan sus servicios por todo el globo. La economía de guerra esconde un secreto terrible; la automatización de los soldados, mediante las nanomáquinas y el entrenamiento virtual, que amenaza con extenderse a toda la civilización creando un planeta completamente monitorizado. Detrás de esto se encuentran los enigmáticos Patriots (la-le-li-lo-lu-la). Y un Snake decrépito, aquejado de una misteriosa enfermedad de envejecimiento acelerado, es lanzado de nuevo al campo de batalla para capturar a Liquid Ocelot que parece querer hacerse con el sistema.

Todos los personajes de la saga aparecen de un modo u otro en la historia. Todas las dudas se despejan e incluso las tramas que se abren se cierran en un despliegue de creatividad. Capítulos como el viaje a la destruida base de Shadow Moses son memorables, sobre todo para los veteranos del mando Dual Shock. Además, toda la historia está llena de giros argumentales, guiños a los fans y alguna que otra sorpresa. Sería una locura afirmar que todo el argumento raya a gran nivel. Hay partes que no convencen, que son redundantes o incluso parecen sobrar. Pero la realidad es que la trama principal, los Patriots, es resuelta magníficamente y todo encaja a la perfección. Incluso demasiado perfecto si se me permite. El verdadero final de todo, te da un regusto a demasiada perfección, a que todo estaba planeado. Pero no hay que entrar en detalles, cada uno se enfrenta a su manera a este final.

Sin duda el mayor logro de la historia, insisto que muchísimo mejor que cualquier película actual, es Snake. Snake es el indiscutible protagonista de la saga, cuyo carisma está por encima de tramas, partes jugables y cualquier otra cosa. El éxito de Metal Gear Solid es claramente Snake. El enfrentamiento final entre Solid y Liquid, ambos envejecidos y curtidos, es sencillamente grandioso. Se te saltan las lágrimas. Es el cúlmen a una historia que llevamos siguiendo durante muchos años. Su mayor éxito. Lo mismo se puede decir de los secundarios de lujo. La nostalgia impregna a historia.

 Y como en todas las historias de Metal Gear siempre hay un mensaje detrás de cada trama. Los valores de pacifismo, honor, lucha personal y amistad están detrás de cada secuencia. Pero sobre todo está la idea de la dignidad de la vida, la posibilidad de vivirla como tú quieras a pesar de los factores que te condicionen. Ese es el legado de Metal Gear, un canto a la libertad a través de un juego de consola.

El éxito de este juego radica en el nivel de implicación del jugador en la historia, su conocimiento de ella y su necesidad de jugarla. Requiere un esfuerzo sincero y real por parte del jugador. Una característica que define una obra original y completa, en la que cada usuario disfruta de una manera personal e individualizada. Y aquí los novatos sobran. Los que no lo comprenden o no lo ven en su totalidad están de más. Sólo los veteranos del mando, los Old Snake de la videoconsola, disfrutarán de esta obra de arte. Una experiencia histórica.