Recuerdo que hace bastantes años -no recuerdo cuándo, pero yo debía de ser aún un adolescente- vi un reportaje en el telediario de Antena 3 (qué cosas) sobre la situación de desempleo en Estados Unidos. El reportaje finalizaba con una apocalíptica frase: "John estudió Informática, y ahora... tiene que trabajar de administrativo".
¿Quién tiene la culpa de la baja calidad del periodismo?
La frase, que tan lastimosa puede sonar en Estados Unidos, en España seguramente no provocaría la más mínima inmutación. Y es que Estados Unidos siempre ha tenido un sistema de empleo muy bueno, con lo que cualquier pequeña inestabilidad desembocaba en situaciones laborales que para ellos eran extraordinarias pero que en el resto de países son de lo más corrientes: que uno acabe trabajando en algo totalmente diferente a lo que estudió.
Suponemos que nuestro amigo John el informático en su vida habría querido trabajar de administrativo, así como muchos españoles desempeñan un trabajo que ni locos habrían desempeñado. Pero, ¿y los que hacen caso omiso a los estudios que llevaron a cabo y por voluntad y gusto propio acaban en un trabajo distinto al marcado por su formación académica? Es lo que a día de hoy llamamos intrusismo profesional. Ay, amigos, los intrusos, esos pequeños sátrapas que estudiaron algo por estudiar y luego se cambiaron de acera; esos pequeños ilusos y utópicos que estudiaron "lo que me gusta" y que luego se dieron cuenta de que lo que les gustaba no les daría trabajo ni en la vendimia. ¿Y qué hicieron? ¿Aceptaron su sino en un acto de consecuente valentía? No señor, se dedicaron a usurpar los trabajos de otros y bajar la consideración media del resto de profesionales correctamente formados.
Hace poco leía el blog de un gran periodista de Ciudad Real, Santos G. Monroy, un artículo sobre la posible creación de un Colegio de Periodistas en Castilla-La Mancha. En un momento del artículo, Santos dice lo siguiente:
"Dadas las actuales circunstancias, lo más lógico sería que las organizaciones existentes centren sus esfuerzos en lograr la obligatoriedad de la posesión del título de Periodismo, en virtud de una Ley reguladora y de un proceso previo de habilitación profesional, antes de emprender acciones para la creación de un colegio. Ni más ni menos que como se ha hecho en el resto de las profesiones más respetadas"
Santos no aboga por enseñarles la puerta a los no licenciados en Periodismo que a día de hoy ya cuentan con experiencia laboral en este campo, pero sí que parece abogar por que en el futuro los únicos que puedan ejercer de periodistas sean los licenciados en Periodismo. El artículo también se publicó en Miciudadreal.es, donde se creó un debate en el que también participó Wenceslao Montarroso, compañero de Quijote Información y miembro de la Asociación de la Prensa de Ciudad Real.
La reivindicación a la que alude Santos es totalmente legítima, aunque servidor discrepa un poco. Servidor es periodista, aunque no ha estudiado Periodismo, con lo cual se inserta en ese -cada vez más- nutrido grupo de intrusos profesionales. En primer lugar, amigos, he de decir que el periodismo no es la única disciplina que sufre de esto que alguien se ha empeñado en llamar intrusismo profesional. Servidor estudió Filología Hispánica durante cinco años, y una de las salidas profesionales más concurridas para un hispanista es ser profesor de español. Pero fíjese usted por dónde que eso de dar clases de español en España como que no se lleva mucho (qué cosas) y el que quiere ser profesor de español tiene que dar sus clases en el extranjero. ¿Qué pasa? Que muchos hispanistas, ilusos de nosotros, hemos cultivado y recultivado la palabra castellana, pero nuestro conocimiento de otras lenguas se limita al How are you?. Sí, señores, muchos somos de esas personas que cuando ven a una chica francesa lo más inteligente que se les ocurre hacer es descojonarse de la risa mientras, con voz de gañán, dicen aquello de voulez-vous coucher avec moi ce soir?
Ante estas perspectivas, estaba claro que los estudiantes de Filologías modernas (Inglesa, Francesa...) partían con una increíble ventaja sobre los hispanistas a la hora de dar clases de español en el extranjero, a pesar de que nosotros teníamos una mejor formación lingüística y de metodología de la enseñanza de esta lengua. Y no vean lo criticones que eran los estudiantes de Filología Hispánica, ¡que acusaban a los de Inglesa nada más y nada menos que de quitarles el trabajo! A servidor le ponía un poco de mala leche esta mezcla de ignorancia y catetada, ya que veía normal que un estudiante de Filología Inglesa fuese seleccionado antes que yo si yo no tenía ni pajolera idea de una lengua que tendría que hablar en mi lugar de trabajo. Personalmente, que un estudiante de Hispánicas se pusiese las pilas con los idiomas me parecía más productivo que lloriquear y criticar continuamente a los que en realidad están más capacitados que él. Y es que si una persona está más pendiente de lo que hacen los demás que de lo que sabe hacer ella misma, mal vamos. Si está más pendiente de desacreditar al que de verdad vale que de formarse como Dios manda, mal asunto.
No puedo hacer demasiada valoración de las palabras de Santos en su artículo, ya que no ha hablado mucho del tema en concreto que a mí me ocupa en esta entrada, pero sí que puedo hablar de las palabras que durante algún tiempo vengo oyendo de parte de algunos compañeros de profesión. Unos compañeros que creen que "no es justo que alguien sin el título le esté quitando el trabajo a un licenciado". Realmente me produce algo de pena que un profesional de la información esté más pendiente de los intrusos que de su propio trabajo. Sobre todo, me produce especial rabia cuando estas críticas vienen de periodistas totalmente profesionales, acreditados y competentes. ¿De verdad que esos periodistas temen por su puesto de trabajo? ¿En serio creen que un intruso va a entrar antes que ellos en una redacción?
Comprendo un poco más cuando las críticas vienen de periodistas a los que lo mismo les habría dado estudiar Periodismo que Relacionales Laborales o Magisterio Musical. Y es que es esta gente la que quizá debería preocuparse por la llegada de alguien que puede que no tenga el título de periodista pero que quizá ha hecho el doble de méritos y es tres veces más competente que algunos licenciados.
Otros dicen que el intrusismo profesional ha degradado la profesión y la ha situado varios peldaños por debajo de donde estaba antes. Estoy totalmente de acuerdo con que el periodismo no hace más que bajar constantemente su calidad, pero, ¿de veras que eso es culpa del intrusismo profesional? Anoche estaba entrevistando a Pepe Cervera y hablábamos del periodismo ciudadano y del intrusismo profesional. Pepe Cervera me decía que la culpa de esto no la tienen ni los ciudadanos ni los intrusos, sino los propios periodistas:
"¿Acaso existe la neurocirugía ciudadana? ¿Un señor que abre una cabeza en el garaje de su casa es neurocirujano ciudadano? No, es un psicópata. La diferencia entre la neurocirugía ciudadana y el periodismo ciudadano o el intrusismo profesional es que la neurocirugía ciudadana está a años luz de la de verdad, pero el periodismo ciudadano y el intrusismo está casi al mismo nivel del periodismo con título. ¿De quién es culpa esto? ¿De los intrusos? ¿Qué calidad periodística nos ofrecen ahora mismo muchos de los licenciados? Quizá los periodistas deberían preguntarse qué han hecho mal para que su trabajo esté al mismo nivel que el de una persona sin la cuarta parte de su formación. Quizá deberían plantearse que a lo mejor esos intrusos lo hacen mejor que ellos. Si yo fuese neurocirujano y un señor en su casa supiese hacer lo mismo que yo sin ningún tipo de titulación, me plantearía que el que está haciendo mal su trabajo soy yo. Quizá los periodistas deberían plantearse eso antes de criticar a los demás".
He de decir que las palabras de Pepe Cervera me parecieron tremendamente acertadas. Cuando una persona denuncia el intrusismo en su gremio, debería pararse a pensar que si su jefe ha contratado a esa otra persona será por algo, y quizá debería plantearse qué ha hecho mal para que una persona sin título entre antes que él en una redacción. De todos modos, no todo son culpas de los periodistas, que los editores también tienen lo suyo. A día de hoy, estamos inmersos en un periodismo herido de muerte por la fiebre de la última hora. En el periodismo no hay tiempo para el análisis, para la interpretación de las noticias, sino que lo único que importa es llenar páginas y páginas con una información repetida, copypasteada y que en muchísimas ocasiones no le importa un pimiento a nadie. En el periodismo de hoy en día sobra información y falta interpretación. Lo peor de todo es que los profesionales acuden a una supuesta objetividad (já!) para disculpar que en su redacción se trabaje a un ritmo frenético y todos corran como pollo sin cabeza. Como decimos, muchas veces el periodista no puede elegir esto, sino que le viene dado de antemano, sobre todo si su jefe está más preocupado del volumen de noticias publicadas que de la calidad de éstas.
Por otro lado, los medios de provincias sufren de una precariedad insostenible en la que muchas veces los periodistas cubrimos temas de los que no tenemos ni idea, con lo que nos convertimos en meros transcriptores de ruedas de prensa. Y los políticos tan contentos, claro. De hecho, pobre de aquel que ose desafiar la información que da un político y saque la verdadera. Ya sabe que al día siguiente el jefe de prensa de ese político llamará a su superior en la redacción para cantarle las cuarenta. Todos conocemos ejemplos, ¿verdad que sí?
Está claro que el periodismo no pasa -ni muchísimo menos- por un buen momento. No obstante, quizá habría que pararse a reflexionar, hacer un poco de autocrítica y preguntarse: ¿De verdad que todos los males del periodismo están provocados por el intrusismo profesional?
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