Cuando parecía que la lectura caía en desuso y empezaba a estar mal visto entrar en una librería para adquirir un cuento, una novela o un ensayo, nos encontramos que la imprenta ha vuelto a nacer. Cada vez es más habitual comentar entre familiares y amigos tú última 'joya'. Autores famosos y novelas de éxito están más de moda que nunca.
Nosotros no somos quienes elegimos el libro, son éstos quienes nos escogen a nosotros
Las letras bien conjuntadas dicen mucho más que la palabra hablada. Gritan más alto. Permiten dibujar escenarios, crear olores, describir el tacto y el gusto. Las letras bien conjuntadas encierran la magia de la imaginación y el arte de la creatividad. Aquel que descubre dicha quimera se convierte en el alquimista perfecto; en un escritor.
En una novela la trama importa pero los detalles marcan. De nada sirve idear una historia con una introducción atractiva, un nudo emocionante y un desenlace inesperado si no cuenta con las descripciones adecuadas y los personajes perfectos. Una novela con éxito debe hablarte cuando no estás leyéndola para que busques cualquier instante en el que sumergirte en sus páginas. Existen buenos libros pero únicamente aquellos que no puedes arrinconar en la librería son los mejores.
El nacimiento de los protagonistas no se puede dejar al azar, el escritor debe dotarles tanto de una fuerza psicológica propia como de unas características físicas particulares. Todo ello en sintonía con las del resto de personajes que comparten escenario e historia. Alcanzar el equilibrio entre todos ellos tendrá su reflejo en la armonía del relato y será clave en los conflictos y relaciones que se establezcan a lo largo del manuscrito.
Cuando el lector sujete su ejemplar tiene que 'colarse' dentro de cada uno de los protagonistas para entender sus razones y sentir sus emociones, así como al revés, siendo el creador de la novela quien debe buscar el punto exacto para que los personajes actúen en función de las necesidades del lector. Unos y otros tienen que plantear un juego atractivo en el que 'algo' se les escape y que les haga investigar, indagar y resolver todo tipo de enigmas que tienen que ser presentadas en la novela en su momento exacto. Lo contrario sería fracaso. Si se hiciera antes se estaría echando por tierra todo el argumento de la novela así como presentarlo demasiado tarde puede provocar que el espectador hubiera cambiado de canal.
Las calles deben poder olerse; las vestimentas tienen que ser familiares y los gestos de cada escenario tienen que se intuidas por el lector. Se trata de plasmar el retrato perfecto del lugar donde se desarrollen los capítulos y de dibujar cada color y cada objeto que pueda ser relevante. Esto no quita para que todo ello se presente con un buen maquillaje. El mejor maquillaje es aquél que apenas se deja notar, el que pasa desapercibido y que, sin el cual, todo quedaría excesivamente desnudo y expuesto para tratar de llevar al lector por el camino adecuado. Si el protagonista de la novela entra en un bar, aquél que está leyendo el libro tiene que toser ante la humareda del mismo y debe sentir la luz ténue del local y las conversaciones en tono elevado del respetable. Si no sucediera así, la novela no estaría cumpliendo con sus expectativas.
El ritmo de lectura también es importante y los personajes y las acciones que se muestren en la novela tienen que marcar el tempo de la misma. Si uno de los protagonistas se encuentra en plena calle, paseando o en mitad de una conversación poco trascendental, el lector debe inconscientemente leer despacio, pausado y gustándose en cada palabra. Para ello el repertorio de palabras que el escritor tiene que emplear deben permitirle al lector un disfrute y gozo especial de pronunciar musicalmente cada frase. En cambio, si el personaje está en apuros y en mitad de una persecución (o equivalente) la cadencia lectora tiene que acelerarse necesaria y proporcionalmente a la velocidad de los acontecimientos, y por ende los vocablos también tienen que ser efímeros y espontáneos para no perder tiempo ya que, mientras el lector esté leyendo, nuestro protagonista podría estar muriendo. Hay que transmitir la sensación de que cuanto más rápido se lea más posibilidades tiene el personaje de salvarse, o de que cuanto más lento se haga más opciones hay de que nuestro personaje se enamore.
La novela perfecta es el resultado de un equilibrio perfecto entre historia, personajes, escenarios... en los que cualquier mínimo detalle puede formar parte del desenlace de la historia o donde cualquier descripción puede llegar a ser la pieza del puzzle que faltaba para completar la obra. El autor tiene que divertirse con el lector preparándole las mismas encerronas, los mismos juegos y las mismas sorpresas que los personajes se irán encontrando a lo largo de los capítulos porque el auténtico personaje de la obra no es ninguno de los que aparecen en el interior de las páginas sino el que está fuera leyéndolas.
Aquél libro que se resista a ser colocado en el fondo de la librería y que, de una manera u otra, esté siempre en la mesita de noche, será el libro perfecto; será aquella obra en la que el autor haya conectado con su lector, porque uno sin el otro no existe
Carlos Felipe
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