Cada uno vive los conciertos y los festivales desde su particular estado de ánimo: sugestionado, con la aspiración de evadirse de las preocupaciones del curro; con curiosidad y ganas de descubrir cosas nuevas; o sencillamente para escuchar a los grupos que a uno le gustan. Si todo eso confluye, se satisfacen esas expectativas y además tienes la suerte de ir o encontrarte con buena compañía, entonces puede convertirse en una experiencia muy especial. Eso es lo que me ha pasado a mí, y estoy convencido de que no soy el único, en el Tanned Tin 2008, que terminó el domingo. La verdad, ha sido la leche.
El festival ya empezó muy bien, con las actuaciones de Arms, The Wave Pictures o Retribution Gospel Choir el miércoles y el jueves, como ya comenté por aquí, en 'Uno de los nuestros'. Pero lo que ocurrió el viernes y el sábado (sobre todo lo que hicieron Thalia Zedek Band, Zu, Come, The New Year, Doveman, Deer Tick, Sr. Chinarro, Nacho Vegas...) hacen muy grande al Tanned Tin, que con un presupuesto ajustado, sin patrocinadores privados y una complicidad total entre músicos y público (conciertos sorpresa en los pasillos, músicos vendiendo y firmando discos, músicos mezclados con el público...) ha conseguido convertirse en la cita musical más cómoda que conozco y, lo más importante, en la que más y mejor se disfruta de la música.
Lo primero que me gustaría destacar es la calidad del sonido en el Teatre Principal de Castellón durante casi todos los conciertos. A la buena acústica de la bombonera de la plaza de la Paz se suman el buen hacer de los técnicos y el respetuoso silencio del público. De forma que las propuestas de los grupos llegan en la mejor de las condiciones posibles, casi sin interferencias. Y eso, que debería de ser una obviedad en todo evento musical que se precie, se ha convertido en una marca de distinción de la casa. Además, el escenario del Auditori, después del concierto de The Ex el año pasado, era casi mejor cerrarlo para siempre al Tanned Tin. Nunca se podría superar aquello.
En segundo lugar, y antes de pasar a reseñar los conciertos que más me gustaron del fin de semana, quisiera lanzar una súplica (y no es porque haya oído ninguna campana): Que no se lleven el Tanned Tin de Castellón. Ya sé que no nació aquí, que es un poco abusón tener dos de los mejores festivales de música pop del panorama estatal a 15 kilómetros de distancia (el otro es el FIB, claro), pero que no lo toquen, por favor. Que las entidades públicas y privadas de esta ciudad apoyen a la organización, Acuarela y Septiembre Recuerdos, para que supere el décimo aniversario con otro festival tan sugestivo como el que concluyó el domingo.
Como decía, el viernes y el sábado pasaron cosas relevantes en el Teatre Principal. Para empezar, Thalia Zedek se quedó conmigo. Confieso que después de Come le había perdido algo la pista, incluso me despisté cuando actuó en la sala Ricoamor de Castellón en 2005 (gentileza del Sons). El viernes en el Tanned Tin se marcó un concierto impresionante, eléctrico, repleto de energía y de cosas que decir. Apoyada en un batería, Daniel Coughlin, y un bajista descalzo, Winston Braman, dos fueras de serie, la cantante norteamericana desplegó los mejores argumentos de su último disco, 'Liars & Prayers' (Thrill Jockey), para dar unas cuantas lecciones de rock alternativo. Todas en una, guitarra eléctrica en ristre y con su voz desgarrada, tan auténtica. Canciones con pegada y con mensaje que, partiendo casi de la nada, se convierten en un torbellino de distorsión y ritmo que te zarandea sin compasión.
Aunque para zarandeos lo del trío más bruto que he visto en mi vida sobre un escenario: los italianos Zu. Algunos se salieron, quizás porque temían que el teatro se viniera abajo o quizás porque temían estropear el buen sabor de boca que acababa de dejarles Thalia Zedek. Los que aguantaron el tirón se encontraron con un concierto bárbaro. Un bajista (Massimo Pupillo) virtuoso, nervioso e inclemente; un batería (Jacopo Battaglia) compulsivo e incansable; y un saxofonista (Luca T Mai) que sacaba sonidos de otro planeta tuneando su saxo tenor con pedales y extrañas técnicas, por momentos más cercanos a una guitarra eléctrica que a un instrumento de viento. Podría decirse que hacen una especie de jazz futurista, libérrimo y casi metalero. Pero lo que realmente impacta de su directo es el huracán rítmico con el que te abrasan, nada caótico, currado a través de más de mil actuaciones por todo el mundo y 14 discos de estudio en los diez últimos años.
Francamente, Dälek y Neptune, lo tenían imposible después de Thalia Zedek y Zu, aunque los segundos tuvieron algún momento ingenioso sacando petróleo de esa colección de instrumentos fabricados en casa que se gastan, que convirtió el escenario en una especie de bar de La Guerra de las Galaxias.
El sábado era el día más esperado. No en vano, se reunía después de una década, para despedirse otra vez, uno de los grupos de referencia del rock alternativo de los 90, Come (vídeo de arriba). Y además lo hacía después de que su cantante ofreciera un conciertazo sin paliativos el día anterior. El Teatre Principal, por primera vez en los cuatro años que el Tanned Tin lleva en Castellón, se llenaba hasta la última butaca del gallinero. La cosa no podía pintar mejor, vaya.
Thalia Zedek y Chris Brokaw a las guitarras y, de nuevo, la impresionante sección rítmica formada por Daniel Coughlin y Winston Braman, satisficieron todas las previsiones. De hecho, realmente parecía que Come hubiera desaparecido el año pasado, no hace diez. Porque las canciones sonaron frescas, poderosas y convincentes y porque ellos se lo pasaron en grande. Y lo supieron transmitir a través de canciones que no han perdido un miligramo de vigencia después de hasta tres lustros desde que fueran grabadas, como "Hurricane" de 'Near Life Experience' o "Submerge" de 'Eleven: Eleven'. Discos que, tras la actuación, se vendieron como churros a la entrada del teatro, en vinilo y en CD, como si hubieran sido editados la semana pasada.
Entre el público, había conciencia de estar asistiendo a un concierto único y lo exteriorizó con una ovación cerrada. El Teatre Principal se puso en pie y Thalia Zedek convenció a Chris Brokaw para salir de nuevo al escenario y ofrecer un bis apoteósico. Una actuación muy emotiva y desbordante de calidad. La pena es que tuve que verlo desde el gallinero y el sonido no era ni de lejos como en la platea. Cuesta creer que estos tíos no tengan ganas de salir de gira con Come.
El otro gran concierto del Tanned Tin, y ya no sé cuántos llevo diciendo lo mismo, fue el de The New Year. Llevaba tres semanas escuchando sin cansarme su último disco, de título homónimo y diseño espartano; había leído la reseña de Joan Pons en el Rock de Lux, que coincidía bastante con mis impresiones; y tenía la intuición de que iba a ser una actuación muy chula. Esta vez no me equivoqué.
Empezaron con la mejor del disco, "Folios" (vídeo de arriba), que también lo abre. Una preciosa canción de ritmo sostenido, que crece y que crece, en la que Matt Kadane empieza a cantar hacia la parte final y que, cuando parece que vaya a cogerse del todo, se acaba. Así es su música. The New Year es un grupo que parece querer dejarte con la miel en los labios. Pero en realidad esa es su gracia. Su aparente sencillez, su fragilidad y sus inagotables canciones, de esas que te enganchan más con cada escucha.
Faltaba el piano, pero lo compensaron con tres guitarras que, capa por capa, entrelazadas, dispersas o como una sola, levantaron una actuación brillante sobre los cimientos de la batería de, otra vez, Chris Brokaw (¡qué noche la suya!). Y sonaron "The Idea of You" y "The Door Opens", casi todas las del mencionado álbum, y algunas de sus anteriores, como "18". Un grupo a seguir, sin duda.
Además de Come y The New Year, aunque parezca mentira, el sábado también hubo tiempo para otras muchas cosas. También para aburrirse soberanamente con P.G. Six, al que no le pillé la onda en todo el concierto. A veces ocurre en este festival: tanto se la juega que en ocasiones patina o que, simplemente, es científicamente imposible satisfacer todos los gustos en los 42 conciertos. Pero, sobre todo, hubo tiempo para confirmar que Sr. Chinarro, solito con su guitarra, es un excelente contador de historias, ofreciendo una segunda parte de concierto espléndida. También que Doveman, otro de los pluriempleados del festival, es pura elegancia y, quién nos lo iba a decir, que en el Tanned Tin puede sonar "La Bamba" sin que nada chirríe, como lo demostró Deer Tick, que además descoloraron a muchos con un divertido y vibrante concierto de rock.
El domingo sólo me quedaban fuerzas para ver a Nacho Vegas. Apareció solo con su guitarra, vestido de negro, un mechón sobre la cara y botines plateados. Ofreció su versión seca y distante, sin abrir la boca entre canción y canción, quizás para intentar atraer toda la atención sobre sus nuevas composiciones, de 'El Manifiesto desastre' (Limbo Starr), que saldrá a la venta el primero de diciembre. Pero al final, la que volvió a tocarme fue "El hombre que casi conoció a Michi Panero" (vídeo de abajo), con la que cerró el concierto. En las nuevas, que las presentó sin presentarlas, el cantautor asturiano sigue mirando hacia adentro o filtrando lo que le llega desde fuera con su particular punto de vista, con esa sorna que hace tan brillantes la mayoría de sus letras. En lo musical habrá que esperar a que salga el disco. Tuvo momentos estremecedores, otros algo desmadejados para mis gusto. El público lo despidió con una larga ovación.
Me quedo con los grandes momentos que he intentado explicar en este weblog, con las conversaciones con amigos durante el festival y con unos cuantos discos firmados por sus autores que hoy no paro de escuchar. Y solamente dos peros:
1. Hay bandas, como este año Arms, que molaría que el Tanned Tin tuviera la posibilidad de traerlas al completo. Todd Goldstein, por seguir con el ejemplo, ofreció un excelente concierto el pasado miércoles, pero después de oír varias veces su disco, 'Kids Aflame', es evidente que con todo el grupo podría haber sido la bomba. Y eso ha pasado con más solistas.
2. El palco de autoridades, con unos 20 asientos situados en la mejor ubicación del Teatre Principal, permaneció vacío y cerrado con llave durante todas las actuaciones del festival, mientras algunos asistentes se sentaban en el suelo de la platea o se quedaban de pie en algunos palcos para no tener que ver los conciertos en las últimas filas del gallinero.
Por último, recomendar la nueva web de la castellonense Rocío Gayoso, cuyas evocadoras fotografías decoraron el escenario de la segunda planta del Teatre Principal, que acogió conciertos acústicos furea de programación durante el fin de semana del Tanned Tin. Todavía está en construcción, pero ya se puede apreciar algo del buen gusto fotográfico y musical de Rocío.
Más información en el weblog musical Nomepierdoniuna.
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