Los graderíos del fútbol turco son desde hace muchos años el principal temor y síntoma de amedrentamiento de todos los rivales europeos que por allí se asoman. La tensión de cada duelo, la pasión de una afición enloquecida con sus colores (sobre todo cuando la selección aparece en escena) y lo idolatrado de las estrellas futbolísticas en una tierra donde el fútbol acompaña de cerca a la religión en cuanto a relevancia nacional (en palabras que me pronunció un periodista otomano durante la Eurocopa), son ancestrales características de un ambiente casi exclusivo. Es, a fin de cuentas, la mejor excusa para abastecer esa sangre subversiva que parece contener cada turco en interior cuando un balón anda por medio.
En la majestuosa Estambul, ese temperamento agitador engloba demasiadas rivalidades en los tres grandes equipos de la ciudad, que ejemplifican a la perfección las más efusivas intenciones de derrocar a su vecino. El carácter cosmopolita de una ciudad asombrosa donde coinciden oriente-occidente, Asia-Europa y hasta cristiandad-islam, desata un digesto armonioso, único, envidiable. En él, hay cabida para seguidores del Galatasaray, Fenerbahce o Besiktas, auténticos gigantes en la ciudad, con numerosas anécdotas entre sí y recuerdos que alimentan las hostilidades. Uno de ellos lo protagoniza aún hoy en día, Mustafa Denizli.
Tras ser idolatrado en su larga carrera como delantero profesional, en la que guardó absoluta adoración y fidelidad a los colores del Altay SK, de su ciudad natal (Izmir) al defenderlos durante 17 temporadas e incluso ser internacional turco en diez ocasiones, Denizli probó un año en el Galatasaray antes de colgar las botas. Esa campaña de despedida en uno de los punteros del país, no respondía a sus cualidades físicas, sino a su capacidad a la hora de organizar, crear grupos unidos y devolver al fútbol base toda aquella experiencia acumulada durante casi dos décadas. Así, su traspaso pronto dejó ver que, sobre el telón de fondo se escondía una propuesta para entrar en el cuerpo técnico del equipo Cimbom.
Después de dos años como asistente del alemán Jupp Derwal (seleccionador germano en la Eurocopa de 1980 ganada por Alemania), pasó a ser primer entrenador como se había presagiado y su éxito fue tan prematuro en los planes del club como inminente en cuestión de títulos. Así, en su año de debut llevó al Galata al título liguero, y apenas unos meses después, pudo alcanzar el mayor éxito del fútbol turco al caer en semifinales de la antigua Copa de Europa ante el Steaua de Bucarest (que luego perdería con el milan). Tras escaparse con sorpresa al modesto Alemania Aachen durante un año de relax que el atribuyó a experimentos en otro entorno, regresó sin mucho brillo y con una Supercopa como despedida.
Aquellos ocho años de gran enriquecimiento personal encaminados a engendrar un gran técnico, encontraron un merecido descanso hasta que reapareció en el modesto Kocaelispor para llevarle a disputar por vez primera competiciones europeas e imponerse en la Copa. Aquello animó definitivamente a la Federación Turca que no dudó en ofrecerle el cargo de seleccionador con vistas a la Eurocopa 2000. Denizli les llevó hasta la fase final y les metió en cuartos, algo que nunca había conocido en el país.
Pese a aquellos grandes elogios, su idea era volver a un grande y surgió la oportunidad de recalar en el Fenerbahce, rival histórico de su querido Galatasaray. Se decidió a empezar de cero un proyecto con un déficit de títulos importante pero fue capaz de generar expectativas hasta repetir de nuevo un triunfo liguero en su año de debut. Fiel a sus decisiones controvertidas, dejó todo en unos meses para iniciar un periplo exótico por rincones como Manisaspor, Teherán o Persepolis y negociar sus posibles aventuras como seleccionador en Nigeria o Irán.
Hace apenas dos semanas, Denizli regresó a la capital turca, donde le esperaba un nuevo proyecto que le hace ser realmente único. El Besiktas pensó en el tras el cese de Ertugrul Saglam y le firmó para lo que resta de campaña. De esta manera, el peculiar técnico completa el paso por los tres grandes de Estambul, un auténtico lujo al alcance de muy pocos y un riesgo elemental para cualquier aficionado al fútbol en el país, ya que por una razón u otra, le guardará tanto cariño como enemistad.
El reto, provocativo para unos y ejemplar para el resto, va más allá de ser el primer técnico en dirigir a los tres enemigos, sino que se culminará cuando logre repetir el título liguero con el Besiktas como ya hiciera con sus rivales. Por ahora, las Águilas Negras son líderes.
José David López (Redactor Diarios de Fútbol)
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