Aparecer en la primera plana europea es para un equipo externo a los principales campeonatos continentales, poco menos que una fábula al alcance de muy pocos. Acceder al mismo con un estilo propio, atractivo para el espectáculo y que profana los cánones del fútbol moderno, es aún más complicado, una auténtica quimera y una meta insoluble. El Zenit, abanderado del fútbol ruso y auténtica revelación en Europa, invadió el panorama con un triplete que reunía la heroica de romper la hegemonía moscovita en su país, un golpe de mando con la Copa de la UEFA (puesto en duda) y un bombazo al ganar la Supercopa al todopoderoso Manchester United.
Su estilo, de pases cortos, muchos desmarques y velocidad en ataque, tiene ya numerosos seguidores en cada rincón del planeta. Advocaat, que jamás se caracterizó por ser un técnico demasiado ofensivo y alegre en sus planteamientos, ordenó desde su llegada a San Petersburgo un sistema que exalta el gusto por la profundidad, la capacidad de posesión y la intensidad en cuanto a los movimientos de todas sus piezas. Este patrón, que fielmente sigue con mucho acierto y rentabilidad la selección rusa de Guus Hiddink, supone un vuelco a la doctrina actual y una vanguardista elección para llegar a lo más alto con brillantez.
Sin embargo, toda la capacidad creativa del campeón ruso se disuelve en cuestión de segundos por su nula idoneidad defensiva, capaz de triturar en demasiadas acciones todo lo bueno que genera en ataque. Es un equipo creado casi exclusivamente para ofrecer alternativas ofensivas y descuida sobre manera su defensa, siendo un punto débil por la falta de contundencia, la poca solidaridad en torno a los dos zagueros y la mentalidad jubilosa de todos sus jugadores. Todos trabajan para encontrar vías de cara a la portería contraria, pero no para reservar los peligros en la suya propia.
El ejemplo del choque ante el Real Madrid fue uno más, quizás bastante claro, de que un auténtico equipazo, desarrollado netamente para lograr títulos de la mano del espectáculo, es capaz de tirar por los suelos sus buenas intenciones por su falta de potencial defensivo. Lo peor del asunto es que, como también sucede en la selección rusa, los defensores nacionales son de un nivel bastante inferior a aquellos que viran en sentido opuesto. A ello hay que añadir que, si hay que acudir al mercado, las limitaciones que genera el frío y la vida que proponen los ex soviéticos, son enormes como para intentar el fichaje de un jugador de talla que diera el nivel deseado. Los mercados eslovacos como Skrtel (ahora en el Liverpool pero ex central del Zenit) o serbios como Vidic (ahora en el Manchester United pero antes en el Spartak de Moscú), son otras opciones más accesibles pero también con mayor índice de error.
Ejemplificando con lo visto en la derrota ante el Real Madrid (donde pese a estas deficiencias defensivas incluso pudieron salir con los tres puntos), los centrales Puygrenier y Hubocan fueron aún más víctimas de esa mentalidad alegre que subsiste en los de Advocaat. El francés lleva poco más de dos meses en el equipo y, como dije antes, fichar a un zaguero extranjero por la falta de nacionales, conlleva esta posibilidad de error que, en el galo, aún es pronto para diagnosticar. El nivel de su defensa baja aún más si a su lado se coloca Hubocan, que llegó este año y que apenas ha tenido minutos. La lesión de Kryzanak provocó esta prueba con tan negativa nota final. La solución, por lo menos en esta campaña, puede ser la de colocar a Timoschuk atrás, por más que signifique perder contundencia y trabajo en el medio campo.
Otra contradicción es la actitud de los laterales. De cara a la búsqueda de propuestas ofensivas, las subidas constantes de Sirl y Anyukov (suele ser más prolífico el ruso pero ante el Madrid fue el checo quien llevó más problemas), generan alternativas constantes pero, a su vez, son un lastre para la despoblada zaga rusa, que queda a merced de las contras con demasiada facilidad. En un equipo que además no sabe defender bien, esta carencia es aún más evidente y se refleja con notoriedad, pero revertir demasiado esta inercia sería un error para su propuesta de fútbol.
Con Danny (los 30 millones de su fichaje hablan a las claras de lo complicado que es llevarse a una estrella a Rusia y es preferible pagar por un crack que ya triunfe allí) y Arshavin como extremos y jugadores eléctricos, sumando la corpulencia y pegada de Pogrebnyak, el equipo tiene armas sobradas para hacer daño a cualquiera. Denisov y Zyrianov son el mejor ejemplo del nuevo orden que marca el campeón ruso, jugadores de corte ofensivo, con creación y llegada a raudales.
Por tanto, más allá de completar la plantilla con jugadores de nivel similar y capacidades parecidas, la principal necesidad de Gazprom, que será quien se gaste los dólares, es la de reforzar con criterio y sabiduría la defensa. Si lo consiguen, el Zenit estará para grandes cosas en tiempo record y seguirá ganando adeptos gracias a su descaro, la mejor actitud para entrar por la puerta grande.
José David López (Redactor Diarios de Fútbol)
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