Pekín o el intrincado mundo del DVD pirata

Con el fin de período olímpico, se ha perdido la aventura cotidiana de la búsqueda de la película perfecta

¿Será ahora un almacén legal?

Se ha perdido la magia. Cuando el otro día fui a mi proveedor oficial de DVDs piratas de Pekín, después de unas semanas de ausencia, me encontré con las estanterías a rebosar de títulos internacionales en varios idiomas, mientras que lo normal era que estuvieran vacías, y sólo en chino.

Decidí acudir a la trastienda, donde unos meses atrás nos colaban a los extranjeros para burlar el control antipiratería, en funcionamiento durante el período olímpico. La estampa no mejoró la situación. De la puerta colgaba un letrero en inconfundible "chinglish": "move to the orignal shop" (sic).

Atrás quedan los días en los que entrabas al local y te dirigías a un dependiente diciendo "ying yu" ("inglés"), para que te mostrara en la clandestinidad películas en la lengua de Shakespeare. Entonces te guiaban a través de la primera planta de Ya Show hasta un ascensor, te hacían subir seis pisos y abrían una puerta que no parecía estar allí, y en la que seguramente no habrías reparado nunca. Ni tú, ni todas las caras conocidas que había dentro de los diez metros cuadrados de almacén pirata donde vendían los DVDs a ocho yuanes, y no a diez, "por ser tú".

O mejor, en aquella tienda por el Mercado de la Seda, donde al verte aproximándote, los comerciantes se llamaban la atención a condazos murmurando "laowai, laowai" ("extranjero, extranjero"), y te abrían con una sonrisa cómplice un pasadizo secreto que daba a un angosto pasillo, que a su vez alumbraba un pequeño almacén con películas hasta donde te alcanzara la vista.

Ahora también abre sin miedo el pequeño negocio de clásicos del cine de Nanluoguxiang. Una tienda donde lo mismo puedes encontrar la mítica "Vacanze Romane", que la filmografía de Hitchcock, alternadas con películas rusas con subtítulos en mandarín.

¿Funcionaban todas? Pues no, oiga. Aún recuerdo, cuando compré el doble DVD de la ceremonia de apertura de los JJOO por 15 yuanes, la sorpresa que me llevé al ver que en el menú principal ponía "PALY", en vez del típico "PLAY". Pero tener la sensación de estar adentrándote en un garito ilegal tenía su morbo. Estimulaba.

La venta ilegal al descubierto ha vuelto a tomar la ciudad. Campa a sus anchas. Aceras y pasos subterráneos atestados de vendedores de copias de parafernalia olímpica, calcetines, pijamas, pulseras o peluches. Se ha perdido la belleza de lo sutil para regresar a lo tosco y lo obvio. Lo decía al principio: tenía más encanto cuando Pekín mostraba, en secreto, sus tripas al público.