Me encuentro en un país nuevo, en una ciudad diferente y en una cultura muy particular. El domingo me abrió sus puertas una familia que se autodefine "típicamente no inglesa". El mundo es mucho más amplio de lo que nuestros telediarios y nuestros periódicos nos venden a diario a precio de saldo.
Liverpool, una ciudad fiel a sus costumbres y leal a su tradición
Liverpool es una ciudad cómodamente instalada en el noroeste de Inglaterra. Me resulta imposible poder comparar la ciudad con cualquier otra de España puesto que las cosas son muy diferentes. Mientras que nosotros llenamos los edificios de familias y los rascacielos de negocios, en Liverpool todo está plagado de pequeñas, y no tan pequeñas, casas con jardin que expanden la ciudad en interminables millas. Los recibidores son como los que golpean los niños en Halloween y el coche duerme en el garaje y el lechero deja, puntualmente, las botellas en la puerta. Una con otra Liverpool parece interminable.
El día comienza con el sonido particular del cortacésped del vecino porque aquí cuidar el jardin es como sacar la basura: si no se hace todos los días no se te debe olvidar mañana. Las luces de las casas están encendidas continuamente y a pesar de que todo el mundo empieza a moverse se respira una calma que se agradece a primera hora. Los perros quieren que bajes de la segunda planta para que les hagas algún mimo antes de enfrentarte a la rutina diaria.
El autobus y el taxi como en las películas y los adolescentes van al College vestidos de adultos, con nudos de corbata perfectos y leotardos conjuntados con faldas de cuadros. A las 8 de la mañana la niebla y la lluvia colapsa la ciudad, los ingleses hacen cola en los cajeros automáticos y sus mejillas blancas se rumorizan continuamente. Ellos siempre con el pelo muy corto y ellas echan mano del flequillo con el pelo recogido. Todos visten impecablemente destartalados y las gorras y las uñas pintadas lucen por el centro de la ciudad.
La cultura española nos hace mirar siempre al resto de personas de manera familiar y aquí no aguantan ésa mirada: entras en su intimidad; es por eso que cuando miras a alguien por pura tradición te buscan y te miran agresivos como si les hubieras ofendido y tú, rápidamente, miras hacia otro lado en cierta manera para pedir perdón. En Liverpool la gente es bastante cercana y cuando necesitas ayuda se acercan con confianza y se esfuerzan por ayudarte. No tratan de salir del paso.
Llama la atención que en los bares pueda hablarse y escucharse. Después de una pinta, de un café o de un té no tienes ese dolor de cabeza ni esa saturación tan 'tipical spanish'. Aquí se habla en tonos normales y en las cafeterías apetece recostarse en un sillón y reposar la comida que, puntualmente, se empieza en torno a las 12 o 12,30.
Los horarios y las comidas son tremendamente impuntuales. A las 7,30 echan humo las batidoras y las sartenes porque hay que coger energía para todo el día. Los desayunos son como deberían ser: abundantes y gustosos. Seas español, francés o alemán te sientes un auténtico señor con tu vaso de zumo, tu tazón de cereales bañados en leche de cristal y pan tostado repleto de mermelada roja y sabrosa. No he probado una mermelada tan jugosa y tan auténtica como la que todas las mañanas me acompaña con café. El desayuno sin prisa, para eso está el resto del día. La siguiente parada en boxes se hace en torno a las 12,30 cuando el fish and chips se hace el dueño de la ciudad. Los sandwiches y los cafés para llevar forman parte del decorado. A las 16 comienza la hora punta de la ciudad y los comercios corren para colgar el close en la puerta para no llegar demasiado tarde al calor de la casa enmoquetada y el show humoristico televisado.
Liverpool está lleno de please y de thanks no como signo de educación sino reflejo de una cultura. Ser británico es más que un gentilicio, es un estilo de vida. The Beatles están en todas partes pero sospecho que son más famosos en cualquier parte del mundo que en su propia casa, o al menos eso parece. Hoy, después de 2 días, he escuchado por primera vez una canción del mítico grupo en una cafetería. Y cuando suena, te gusten o no te gusten, sientes algo especial.
Carlos Felipe
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