Del agua al ladrillo

Derramadas las últimas gotas de la Expo de Zaragoza, la ciudad se prepara para recibir una nueva ola. Al calor de la Expo del agua, los proyectos inmobiliarios se disparan en una ciudad que deberá apretarse el cinturón en los próximos años para pagar la deuda contraída por la organización del evento.

Foto:Expo Zaragoza

Zaragoza vive los días de resaca que ha dejado la Expo tratando de contestar la principal pregunta que suele surgir en estos casos: ¿Y ahora qué? La discusión entre los partidos políticos e instituciones acerca de cómo gestionar el legado terrenal de la Expo vive sus jornadas más intensas. Queda en el recuerdo la deficiente gestión que se hizo de los terrenos que albergaron la Exposición Universal de 1992 en Sevilla. Mientras tanto, el sector inversor privado espera su oportunidad de beneficiarse de la fiebre constructora iniciada a raíz de la Expo del agua.

Ya son varios los proyectos urbanísticos puestos en marcha en Zaragoza. Los terrenos ocupados por la Expo en el meandro de Ranillas se destinarán a un centro empresarial que pretende readaptar los pabellones utilizados en la Expo en edificios de oficinas. Casi la mitad de los 167.500 m2 de los que dispone el complejo ya han sido vendidos tanto a compañías privadas, como instituciones como por ejemplo el gobierno de Aragón. Al otro lado del río se levantará Milla Digital, la Ciudad de la Innovación y el Conocimiento, además de 3.700 viviendas en los terrenos liberados por el soterramiento de las vías del tren de alta velocidad. Otro de los grandes proyectos tendrá lugar al suroeste de la ciudad, a 11 kilómetros del centro urbano. La construcción de la urbanización Arcosur, supondrá edificar 21.000 viviendas de las cuales 12.600 serán protegidas.

Los opositores a estos mega-proyectos urbanísticos dudan de quienes serán los beneficiarios reales de estas obras, ya que critican la idea de crear una ciudad dispersa, muy costosa tanto en equipamientos como en movilidad urbana e interesada únicamente en grandes proyectos que facilitan la competencia del gran inversor exterior frente a los más modestos empresarios locales. ¿Será capaz Zaragoza de gestionar correctamente la otra Expo, la del ladrillo?