Las compañías aéreas de bajo coste, además de bajar el precio, también suelen tener por los suelos la calidad del servicio, el trato de los trabajadores hacia los clientes y el respeto hacia las normas vigentes en aviación civil. En mi opinión, es demasiado el poder que la administración pública le da a estas compañías. No hay que olvidar que son concesionarias de un servicio público esencial para nuestra sociedad. Además, ahora el Ministerio de Fomento ha aprobado la entrada de capital privado en AENA. Sin duda una nueva forma de desproteger más al usuario y darle más protagonismo a la empresa.
Aeropuerto de Santiago de Compostela. Vueling cancela un vuelo cuando todos los pasajeros ya habían facturado y estaban en la puerta de embarque. Sin poner nada en los monitores, ni dar las azafatas ninguna explicación, dicen a los pasajeros que retiren el equipaje y que vayan al mostrador de Vueling en la terminal.
Los ánimos se empezaban a caldear entre los pasajeros. Y en el mostrador de Vueling, el zafarrancho de combate preparado. Dos trabajadoras con hojas explicativas preparadas y una frase que gritaban sin cesar. Cancelación de vuelo, les devolvemos el dinero, pero no le podemos llevar a su destino, que era Málaga.
Los pasajeros explotan. Lo primero que sorprende en estas situaciones es la naturalidad con la que estas compañías fastidian a sus pasajeros y actúan como si nada. ¿Para qué quería la gente el dinero del billete si lo único que deseaban era volver a Málaga? ¿Cómo se volvía la gente; en tren con un trayecto de 24 horas; en autobús, con trasbordo y otras 20 horas de camino?. Se armó el follón.
La explicación oficial de la compañía era que el avión que debía volar de Santiago a Málaga estaba en el aire y no podía aterrizar en la capital gallega. Al no poder aterrizar, obviamente no podía realizar el trayecto Santiago-Málaga. El resto de compañías sí despegaban con normalidad ya que no tenían que esperar a que sus aviones aterrizaran para seguir con sus vuelos.
Los demás aviones en el aire eran desplazados a los aeropuertos de Vigo o La Coruña y los pasajeros trasladados en autobús. Vueling hizo caso omiso a los más de 160 pasajeros que le pedían esa solución y nos comunicaron que nuestro avión había sido desplazado a Vigo, pero que no podían esperar a los pasajeros, ya que el avión tenía más trayectos previstos, y que iban a acumular retrasos durante todo el día. Si un avión hace seis o siete vuelos diarios, después nos sorprendemos que pasen cosas como las de Madrid el pasado 20 de agosto.
Vueling prefiere una cancelación a seis o siete retrasos. Y el avión, para sorpresa de todos, voló vacío de Vigo a Málaga.
Sigue la aventura. Los pasajeros se ponen más nerviosos a medida que avanzan los minutos y las explicaciones de las azafatas. Y en esas que los pasajeros empiezan a pedir hojas de reclamaciones. Vueling facilita unas internas, que no tienen validez oficial, y la gente empieza a rellenarlas. Se corre la voz que intentan engañar a la gente ya que deben ser las hojas oficiales de la Xunta de Galicia las que deben ser entregadas.
Al pedir estas hojas, que las compañías tienen la obligación de tener y entregar, las azafatas dicen que no tienen y el follón aumenta de volumen. Tiene que venir la policía y, en vez de cursar denuncia contra el establecimiento por no tener hojas de reclamaciones oficiales, los funcionarios del orden amedrentan a los pasajeros para que la cosa no vaya a más. Increíble.
A esto que todo sigue igual. No hay vuelo para Málaga, la policía riéndose de los usuarios, las azafatas que cada vez se ponen más nerviosas y llega la televisión. Una pasajera había tenido la brillante idea de llamar a la televisión autonómica gallega, que tiene una de sus sedes cerca del aeropuerto de Santiago. Y es verdad que a una compañía como esta le hace más daño una mala imagen que cientos de reclamaciones, sean oficiales o no.
No sabemos si fue determinante o no. Pero a la media hora de venir las cámaras y convertirse esta cancelación en la noticia del día en Galicia, la compañía nos ofrecía un vuelo como alternativa. Eso sí, 16 horas después.
Más tarde, cuando se confirmó que por fin se podía volar a Málaga, dieron tickets para comer algo (12 euros en un aeropuerto, para una bebida y poco más) y sólo quedaba esperar a que llegaran las 2.30 de la madrugada; cuando se estaba en la puerta de embarque desde las 10:00 horas del día anterior.
Y ahora viene lo peor. Como seguir cursando las reclamaciones. AENA se quita el problema de encima, no quedó constancia en la Xunta de Galicia al no haber hojas de reclamaciones oficiales, y Dirección General de Aviación Civil entregó un libro muy bonito y completo sobre los DERECHOS DEL PASAJERO, que es para partirse de risa.
Que nos gusta en España el papel mojado. Muchos derechos, mucho gasto en impresión y distribución de folletos con los derechos del pasajero, para que no se cumpla ninguno.
Y la compañía, tan campante. Y es que volar en España les sale muy barato a las empresas aéreas. Y el consumidor, a pagar y a callar. Indefenso.
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