Parece imposible, pero Rafa Nadal ha perdido un torneo. ¿Habrá sido la mezcla del cansancio físico y el psicológico? ¿Las condiciones climatológicas? ¿O será que Murray le ha encontrado su talón de Aquiles? ¿Será el escocés la horma de la zapatilla del español?
Cualquiera que viera las dos partes de la semifinal entre Nadal y Murray, podría encontrar las cinco diferencias entre ambas: en la segunda, la de ayer, lucía el sol; soplaba el viento; se disputó en la pista central; el público abarrotaba el estadio; y Nadal corría.
A diferencia del partido del sábado, ayer Nadal corría y se esforzaba por llegar a cada bola que Murray mandaba a las esquinas de la pista. Pero no fue suficiente. El número seis del mundo demostró que lo del sábado no fue porque tenía el día inspirado. Es el fruto de una progresión meteórica -del número 23 al 6 en cinco meses-. Y el fruto de una estrategia sublime para bajar del Olimpo al dios Nadal.
La estrategia de Murray parecía simple, pero logró su objetivo: desconcertar a Nadal. Comienza con un saque potentísimo y variado. Con él, unas veces consigue saques directos ('aces') y otras, que Rafa no consiga restar con profundidad. Cuando el de Manacor lograba responder a sus saques, la mayor parte de sus restos se quedaban a media pista o al le llegaban a Murray a la altura de la cintura, donde es más fácil rematarlos.
Si era Rafa el que sacaba, el escocés se situaba muy al fondo de la pista -en alguna ocasión, las cámaras casi no le captaban, pero bueno, la realización del torneo es asunto aparte-. El hecho de situarse tan lejos no es algo habitual en el resto y esto distrajo a nuestro jugador. En cuanto Nadal golpeaba, Murray pegaba un pequeño salto hacias adelante y, eso sí, conseguía restar, por lo general, de maravilla.
Por último, si el juego entraba en el terreno favorito de Nadal, el del peloteo, Murray sabía también cómo desbaratarlo. Los cambios de ritmo fueron la clave. El escocés parecía pasarlo mal y devolvía flojas algunas pelotas, otras simplemente las iba moviendo por la pista, sin mayores complicaciones, hasa que ¡zas!, imprimía un cambio de ritmo a la pelota que cogía a Nadal desprevenido.
La fórmula parece sencilla: tener un buen saque, tener un buen resto y saber cambiar de ritmo. A todo ello, y esto también es lo que explica la derrota de Rafa, hay que añadirle una serie de factores:
Así, queda claro que Rafa Nadal es humano -alguno podía dudarlo a estas alturas-. Y a pesar de la derrota, hay que felicitarlo porque nunca antes había llegado a las semifinals del US Open. A alguno le sonará rara esta felicitación, pero es que ya nos habíamos acostumbrado a que Rafa lo ganara todo. Y eso no es -o no debería ser- lo normal...
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