Si el espíritu olímpico pudiera encarnarse en evento, sería, sin duda, unos Juegos Paralímpicos. Pero a pesar de representar a la perfección el afán de superación, de constituir la máxima expresión del esfuerzo personal, de la voluntad de mejorar y de derribar barreras, de alejarse del negocio que representan los Juegos Olímpicos, no consiguen despertar una expectación ni remotamente similar. ¿O sí? La obsesión china por la perfección en la que es su primera vez como país anfitrión del evento deja entrever un ligero cambio de rumbo.
Nunca unos Juegos Paralímpicos han contado con una cobertura informativa tan amplia. Según las cifras del comité organizador, más de 6.000 periodistas de los cuales 3.000 son extranjeros- están acreditados para cubrir el evento, por los 20.000 de los JJOO. Unas cifras que permiten ser optimista.
Además, la única propietaria de los derechos de retransmisión de estos Juegos en España, TVE, anunció que dedicaría al menos 100 horas a la cobertura de los mismos, manteniendo, e incluso aumentando, la difusión que se les dio en Atenas en 2004.
Las expectativas de asistencia también parecen superadas ateniéndose a la venta de entradas. A tres días del inicio de los Juegos, las fuentes oficiales señalaban que ya se habían vendido 1,19 millones de boletos, un 72 por ciento del total. Aunque queda por ver si los estadios no estarán vacíos, como ya sucedió en repetidas ocasiones durante los Olímpicos, a pesar de que las taquillas agotaron los billetes.
En Pekín, pese a persistir algunas deficiencias, no están escatimando esfuerzos: el gobierno destinó en los últimos años más de 6 millones de euros a hacer accesibles varios de sus monumentos más conocidos. Hasta en la Muralla China hay instalados ascensores para discapacitados.
Incluso en un restaurante de la cadena Quanjude, famoso por su pato laqueado, en pleno centro de Pekín, en Qianmen, ha contratado a camareros que sepan comunicarse mediante el idioma de signos y ha dispuesto menús en braile.
Las sendas para invidentes se pueden apreciar en gran parte de las avenidas de la capital china, a las que se unen más de 12.000 metros cuadrados de rampas de reciente construcción y autobuses con fácil acceso para las sillas de ruedas.
Las banderas, la señales de tráfico y las mascotas olímpicas han sido rápidamente sustituidas por las paralímpicas. Pocos restos se vislumbran ya del gran evento de agosto.
Claro que quedan muchas deficiencias por cubrir, como los incómodos pasos elevados y subterráneos repartidos por la ciudad o el acceso al metro que, aunque mejorado notablemente, sigue presentando montañas interminables de escalones.
O como las desigualdades denunciadas recientemente por la ONG Human Rights Watch que aún hoy sufren en China las personas discapacitadas, en especial, señaló la organización, en lo referido a la búsqueda de empleo.
Con todo, puede que las competiciones de los 20 deportes que se disputarán en Pekín entre el 6 y el 17 de septiembre sean los más vistos de una historia, la paralímpica, que cumple ya 48 años. Y eso ya es un comienzo.
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