Y ESO QUE NO COMÍAN CARNE DE PERRO

“¡Menos mal que no comían carne de perro!-exclamé mientras paseaba entre las terrazas de arroz de la población china de Longsheng. Allí, a escasos metros de mí, tres individuos limpiaban concienzudamente un can, sin otro deseo más allá de hincarle el diente después. Yo, absorto, saqué mi cámara y….”.

Enmedio de una calle de Longsheng (sur de China)

No es una novela, ni un fragmento de un relato de viajes. Es la realidad de China. La China de las Olimpiadas, la que había prohibido comer carne de perro, escupir en público y también la que, según decían insistentemente, había aleccionado a sus compatriotas en la lengua de Shakespeare. Pero todo es mentira. Y que quede claro que no es una crítica a una cultura completamente diferente a la nuestra. Simplemente un hecho.

En muchos restaurantes te siguen ofreciendo carne de perro junto a la serpiente o a la rata de bambú; los chinos escupen, como quien respira, a todas horas y no importa el lugar; y su inglés, lo que se dice inglés, se resume en un “a lito” (“a little” en inglés, y “un poquito” en español). Si la barrera idiomática es su gran muralla infranqueable, la social, cultural y gestual no lo son menos. Es completamente imposible hacerse entender.

Aún así China es un país extraordinario y sin lugar a dudas único.

Con su Shanghai, tan futurista con un skyline rompedor. Sin duda, el mejor del mundo. Ni el de Manhattan puede hacerle sombra hoy en día ya que la ausencia de sus torres gemelas le han hecho bajar muchos peldaños en la clasificación. También con sus contrastes, con sus trastiendas ocultas detrás de una estantería y que se abren con un mando a distancia, con sus luces nocturnas que te hacen sentir Harrison Ford en Blade Runner. Espectacular.

Sin olvidar la China rural, la de los alrededores de Guilin, la que más  ansiaba, la idílica, bucólica…y que finalmente encontré. Simplemente única. Montañas verdes entre las que discurre un río esmeralda, arrozales en terrazas propios de otros países como Vietnam, lluvia, bicicletas, bueyes en los arcenes de las carreteras….

Ésta es la China que más me ha gustado, pero no la que más me ha ayudado a entender un país no apto para hipocondríacos ni tampoco con la que me quedo. Me quedo con toda, con la de los hombres que se suben la camiseta dejando al aire sus orondas panzas cuando hace calor, la de los que mostrando un pulgar y un meñique al puro estilo "Ronaldinho" te quieren decir 6, la de los taxistas miopes que abandonan el coche y se alumbran con el faro de su vehículo para poder leer el mapa o notita donde tienes apuntado el destino...

¿Es imposible entenderse con ellos? No. Sólo necesitas mucha paciencia e ir probando, como son tantos alguno lo hará.