Hace unos días, Mike Doyle, colaborador del Huffintong Post, avivó el debate de la crisis de la prensa tradicional. Según él, así como en el transcurso de la historia la velocidad de la comunicación venía definida por la velocidad del medio de transporte más rápido, hoy esto ya no es así. El lector actual de noticias quiere el mundo entero en su mesa y lo quiere ya. Las versiones primarias de los periódicos habrían pasado a ser las digitales en detrimento del papel.
Imagen: el gallinero penitenciario II
Y para colmo, de vez en cuando aparecen titulares contundentes que hacen tambalearse con su sola lectura a todo el sector.
Cuando se trata de la crisis de la prensa tradicional casi todos hablan de la disminución de las ventas y del descenso de las inserciones publicitarias en los medios impresos, que comienzan a apostar fuerte por Internet, como lo dos factores más relevantes de esta crisis.
Pero pocos hablan abiertamente de que quizás nos encontremos evolucionando hacia un modelo de comunicación multimedia y los procesos de adaptación siempre arrastran problemas no menores.
En lo referente a la economía periodista, la disminución de redacciones y el cierre de distintas cabeceras en EE.UU han encendido la luz de alarma en la profesión.
Ya desde hace tiempo, los periódicos vienen recurriendo a las promociones para vender ejemplares, se han convertido en meros envoltorios. No se paran a pensar que estrategias como esta puedan ser contraproducentes a corto y medio plazo; justo el tiempo que tarden los anunciantes en percatarse de que un elevado número de ejemplares se vende sólo por el regalo y el comprador no lee las noticias ni, por tanto, los anuncios insertados en su interior.
Parece necesario pues encontrar un modelo de negocio adaptado a estas realidades cambiantes. No me termino de creer que los grandes editores de periódicos no se hayan percatado todavía de que, al igual que a la sociedad en su conjunto, la web 2.0 también ha cambiado sustancialmente los hábitos de la publicidad. No veo por qué no iba a ser así.
Los anuncios convencionales son cada vez menos efectivos y se divisan formas nuevas de marketing que aprovechan todo el potencial de la web 2.0 y las redes sociales. Las empresas se empiezan a interesar en conversar con sus clientes y se están dando cuenta de que puede ser un tipo de publicidad más rentable y efectiva que la tradicional. La prensa en papel parece que tiene sus días contados como soporte publicitario. La publicidad, el gran impulsor de la evolución de la prensa hasta nuestros días ha decido mudarse.
Sin embargo, existe otro factor de crisis que quizás pase más desapercibido, pero no por ello es menos impactante y de menor incidencia en las ventas: la crisis de credibilidad de los medios. Este factor tiene más que ver con un cambio en el concepto de lo que debe ser el periodismo, o la necesidad de una vuelta irremediable a los orígenes, según se mire.
El derrumbe del modelo vigente de comunicación e información es inminente. Ahora le ha llegado el turno a la eComunicación, donde los blogs, además de adaptarse mejor al nuevo modelo, sirven para devolver la red a los usuarios. Los ciudadanos se han hecho con el control de la red.
Esto implica un cambio cultural profundo y determinante, que rompe con la tendencia de los últimos siglos. Con Internet, la democratización ha llegado a la opinión. Los medios han de abrirse a la participación y la interactividad de los ciudadanos.
Como dice Juan Varela, es el buen periodismo de siempre, el que se hundía en el debate público para encontrar la información allá donde estuviera y buscaba la verdad práctica con los ojos de su público.
Según él, el periodismo debe informar, no gobernar. Ya no vale la función atávica de filtro acorde a los intereses del poder o de los anunciantes y grupos de presión. Hoy, el interés que han de defender los periódicos es el del lector. Y en concordancia con esto han de adaptar sus estructuras empresariales.
Este cambio cultural del que hablamos significa que los medios han de asimilar que sus contenidos vivan fuera de sus sitios, generando nuevas visitas de los sitios que los enlazan y, por tanto, más oportunidades de visibilidad y de rentabilización de la publicidad.
En el escenario actual, aún no hay un modelo definido para los medios digitales. Algunos apuntan a que tal vez pase por convertirse en periodismo en red, en el que los usuarios aportan piezas de información para crear una noticia y los periodistas se convierten en filtros, conectores, facilitadotes y editores. Parece que los tiros tienden a ir por ahí.
Sin embargo, desde mi punto de vista, sería una idea totalmente descabellada descartar al periodismo ciudadano, al usuario como editor mismo de la noticia.
El miedo al futuro y la alarma que provoca este debate quizá no sea sino la preparación psicológica a los actores para un cambio inminente en el que van a tener que participar quieran o no. De hecho ya se está produciendo. Las primeras víctimas de todo este embrollo son los propios periodistas.
Pero de poco sirven teorías tan alocadas, defendidas a capa y espada por ciertos medios y profesionales, como la de que los blogs son parásitos de los periódicos. Cuando la realidad está demostrando todo lo contrario. Los blogs son un elemento fundamental para incrementar el tráfico de las versiones on line de los periódicos por su función retroalimentadota. Llegar a pensar de esa forma es como negar la evidencia y el poder creativo de la colaboración.
Hay quien vaticina que el futuro pasa obligatoriamente por la desagregación del periódico en Internet, ya que el artículo digital acaba independizándose del medio y ha de enfrentarse sólo al mercado. Tiene que captar atención y publicidad por sí mismo. El artículo periodístico como producto de consumo.
Esto significaría que sólo los artículos que atraigan publicidad estén en condiciones de sobrevivir y, por lo tanto, las noticias se sesguen hacia ciertos temas, con la consecuencia de que otros temas y ciertas formas de hacer periodismo, como el de investigación, tenderían a desaparecer. Es como abrazar el mal del que se pretende escapar.
Como defiende Juan Freire, Internet ofrece la posibilidad de crear información de calidad a menor coste, basada en las redes. Aquellos artículos más largos y trabajados, resultado de la investigación, resultarían atractivos a una larga cola de lectores educados y con elevados ingresos que interesarían a los anunciantes.
En resumidas cuentas, parece impepinable que las organizaciones están obligadas a cambiar radicalmente y que los periodistas, ¡menos mal!, sobrevivirán y, como ya escribí en su día, sí tienen futuro.
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