Siete veces coronado como campeón francés de forma consecutiva, seis Supercopas también de manera sucesiva y el reinado más claro en la Europa futbolística de nueva orden, son una losa para cualquier rival pero, a su vez, un hándicap demasiado pesado de sostener en clave de éxito. El Olympique de Lyon tenía, como siempre, el peligroso favoritismo de su lado y, en esta ocasión, se encontró con un rival crecido, convencido de sus posibilidades y capaz de hacerle frente hasta tumbarle, el prometedor Girondins de Laurent Blanc.
El proyecto en Burdeos gira en torno a la legendaria figura de su técnico, que en sólo una campaña ha sido capaz de plantar cara al incontestable dominador galo (lo hizo en el final de la pasada Ligue 1) e incluso derrotarle en un torneo que dominaba con solvencia hasta la fecha. Este sábado, no sólo el Lyon se vio sorprendido (cierto es que con siete bajas de renombre), sino que se reflejó que la posibilidad de un cambio es más real que nunca.
El Girondins ha logrado mantener a su columna vertebral, la misma que luchó por la pasada Ligue 1 y la que les ha llevado a la Champions League tras un par de años de ausencia. Los Wendel, Diarra, Ramé o Cavenaghi, se han sabido reforzar con jugadores muy puntuales para cada demarcación, reflejando lo estudiado de cada paso en un proyecto a largo plazo. Así, han llegado al antiguo Parc Lescure los creativos Gourcuff y Gouffran, así como los defensores Diawara (repescado), Placente y Baysse. Refuerzos que complementan a la perfección las cualidades que ya tenían Les Marines et Blancs.
Por lo visto en la mencionada final del pasado sábado, el veterano Ramé seguirá siendo el guardián de la portería una década después de su llegada al club, pero será la zaga la que tenga una cara bastante más renovada. En ella, Diawara y Enrique será la pareja central con Chalmé y Jurietti (Placente) como carrileros. El pasado año, uno de los grandes problemas nació precisamente en sus defensores, donde Blanc no encontró una pareja estable y donde se dejó puntos decisivos.
En el mediocampo, actuando con mucha libertad estará Gourcuff, que llega como fichaje estrella pero que tendrá que demostrar porqué estaba considerado una perla en su etapa juvenil, así como su posterior fichaje por el Milan, donde dejó una apatía y frialdad que necesita ahuyentar. El ascendente Wendel, el habilidoso Gouffran, que llega del Caen tras un temporadón y los expeditivos Fernando y Diarra, completan un mediocampo que aúna brega y creación a partes iguales.
La principal duda del técnico está en la delantera. El pasado sábado tan sólo saltó al césped con un delantero, Chamack (que fue el mejor del partido), pero con las entradas de segunda línea muy evidentes de los citados Gouffran y Gourcuff. El dinamismo del marroquí, que no es un punta fijo sino de mucha movilidad, propició un auténtico dolor de cabeza para el Lyon, cuya defensa terminó desesperada al no tener un jugador fijo que cubrir sino a varios llegadores.
Los jóvenes Tremoulinas, Marange, Duchase y, por supuesto, Obertan, reflejan que la continuidad del proyecto está asegurado y fijado por un Blanc que tiene en esta campaña que arranca una oportunidad única. Con el primer título ya en la mano y el campeón en estado de shock, este renovador y vanguardista técnico criado en los césped de media Europa, puede dar un paso que cambie el fútbol galo. De conseguirlo, el Presidente tendría vía libre hacia el asiento del criticado Doménech.
José David López (Editor Diarios de Fútbol)
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