Rupert Sheldrake es un polémico biólogo británico motivado por vocación al estudio de la telepatía y la conducta de los animales. Entre sus teorías, se encuentra la famosa holística pero también estudió de cerca el comportamiento de un animal en especial, el elefante. Intentó explicar porqué estos gigantes africanos buscaban instintivamente fuentes acuosas cuando sufrían algún tipo de desnutrición y acabó explicando que el líquido más explotado del mundo, el agua que tanto valor tiene hoy en día era, para aquellos animales moribundos, la única esperanza de mejorar sus condiciones vitales.
Si el bueno de Rupert quisiera animarse a lanzar una simetría entre esa teoría y el fútbol, esa sensación instintiva de jugadores abatidos y en acusada actitud derrengada tendría un acuífero de dimensiones ciclópeas en Milan. Allí, han ido a parar durante los últimos años varios elefantes con pocas ganas de sacrificarse y muchas de darse un chapuzón de euros azzurros, convirtiendo San Siro en la fuente acuosa más ejemplar para sus últimos escarceos. Un cementerio rossonero con elefantes de pedigrí como Rivaldo, Redondo o Ronaldo al que se une con muchas expectativas Ronaldinho.
Y es que el Milan defiende durante los últimos tiempos una dinámica muy definida en su plantilla, la de la experiencia e inteligencia que sólo dan (en la mayoría de los casos), aquellos jugadores que han recorrido ya un camino en esto del fútbol. No es nuevo el resaltar que los de Ancelotti mantienen campaña tras campaña a muchos nombres ilustres y que le cuesta horrores el desprenderse de ellos.
Maldini, Cafú, Serginho, Oddo, Nesta, Simic, Jankulovski, Kaladze, Favalli, Ambrosini, Brocchi, Emerson, Gattuso, Seedorf e Inzaghi, llegan o superan los 30 de edad. La estadística rompe cualquier explicación en la portería donde tres porteros de dudosa calidad como Dida, Kalac y Fiori, defienden a uno de los grandes de Europa superando la barrera de los 35 años. El fichaje de Ronaldinho no llega a esas cotas porque el brasileño tiene 28 años pero la sensación de haberse dejado llevar en sus cuidados como cualquier mínimo profesional y el bajón físico del último año, vuelven a servir de objetivo para una diana cuya alarma está en su punto álgido.
Cierto es que, deportivamente, el Milan ha sabido sacar jugo máximo a este planteamiento colectivo. Siempre se habló de que los avances que ofrece su famoso Milan-Lab son un punto extra para muchos jugadores y los resultados no han sido nefastos teniendo en cuenta que hace dos años levantaron la Champions League. Sin embargo, la sensación de fin de ciclo hace tiempo que ya se plasmó en las oficinas milanistas donde nadie parece decidirse a dar el enfoque necesario a la situación. Flamini, Zambrotta (también ya maduro) y Dinho son suficientes retoques para Galliani.
En su día, Redondo (con 31 años) abandonó el Real Madrid tras proclamarse campeón de Europa por segunda vez y los 18 millones de euros de su venta fueron el primer tirón de orejas para Florentino Pérez. El argentino se rompió el ligamento cruzado de su rodilla días después y jamás se recuperaría para la causa. Rivaldo (con 30 años) llegó a San Siro tras una polémica carta de libertad pero sólo jugó 22 partidos e incluso terminó apartado del equipo. Casi idéntico fue el paso de Ronaldo (con 31 años) que dejó el blanco cuando sus habilidades se empezaban a cuestionar seriamente y que, tras varias lesiones, le han dejado en el paro y meditando si algún día podrá volver a jugar.
El mediático fichaje de Ronaldinho responde, una vez más a esa teoría no exenta de polémica y riesgo. Hay quienes creen que el recibimiento que el brasileño ha recibido en estos días le hará reactivarse pero, al igual que sucede con los elefantes moribundos, muchos terminan muriendo cuando aún se encuentran en las proximidades.
José David López (Editor Diarios de Fútbol)
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