Comida y compañía para los pobres invisibles

Voluntarios de Cáritas, la Universidad Politécnica, el Rotary Club, el Banco de Alimento o la Concejalía de Servicios Sociales de Cartagena ayudan a decenas de ancianos que viven solos a llegar a fin de mes

No tienen recursos suficientes para pasar el mes. A algunos la pensión se les queda en apenas 300 euros. A otros no les supera los 250. Tienen más de ochenta años, viven solos, sin familia que les eche una mano y, en algunos casos, en casas que no tienen más de dos habitaciones. Son viudos. Para muchos no existen, pero en el casco antiguo de Cartagena y las barriadas colindantes, según un estudio el Colegio Oficial de Diplomados en Trabajo Social y Asistentes Sociales de la Región de Murcia, hay muchas personas mayores,sobre todo mujeres, que viven solas porque o su familia se ha desentendido d e ellas o porque sus hijos se han independizado. Su dedicación a las tareas del hogar les ha dejado una pensión mísera, y salen adelante con la ayuda de organizaciones benéficas y grupos de voluntarios.

Cáritas, la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT), los Servicios Sociales, las parroquias, el Rotary Club o el Banco de Alimentos prestan apoyo a estos cartageneros, sobre todo con el reparto de comida.

«Preparamos cada mes una caja con los alimentos más esenciales, como arroz, garbanzos, galletas o aceite. Repartimos unas treinta cajas entre las personas que más lo necesitan. Además, como a mí me conoce ya mucha gente de Los Dolores, vienen a mi casa a dejarme bolsas de ropa y comida», cuenta Catalina Solano, una voluntaria que junto al párroco de la iglesia de María Auxiliadora va dos o tres veces a la semana a visitar a personas mayores. Les hacen compañía y, de paso, les controlan la tensión.

Atendidos en casa

Son sólo un ejemplo de voluntarios que durante todo el año acuden a visitar a estas personas. y que van de un lado a otro viendo a ver qué se puede hacer. Éste es el caso de un grupo de personas de Rotary Club que, al darse cuenta de la gran necesidad de ayuda que tienen estas personas (hay quien les llama pobres vergonzantes, por el rubor que les supone tener que pedir ayuda después de toda una vida de trabajo), decidieron arrimar el hombro.

«Hay más gente para ayudar de la que imaginamos. La mayoría de los pobres vergonzantes no están censados, y hay pocos medios para ayudarlos. Recogemos los alimentos del almacén del Banco de Alimentos en nuestros vehículos o en los de empresas y los descargamos en el almacén del voluntariado de La Milagrosa, en la calle San Diego», explica el secretario de Rotary, José María Alcaraz.

También han creado Rotarac, una asociación de universitarios que se encarga desde este mes de llevarles a casa el alimento a los ancianos. «Queremos que los jóvenes se den cuenta de que hay otros mundos que necesitan ayuda», afirma Alcaraz.

Vivienda compartida

Luego está la soledad, quizá el peor de los problemas. «En octubre, junto con la UPCT; pondremos en marcha el programa de Vivienda Compartida para paliar los casos de soledad y de aislamiento de las personas mayores. Está teniendo bastante éxito en ciudades como Granada y se trata de que personas mayores compartan su vivienda con los universitarios. Estos pagan menos al mes por el alquiler de una habitación en un un piso y aquéllos tienen compañía», dice José García, responsable voluntariado de la Concejalía de Servicios Sociales.