Asepsia, profilaxis e higiene radical son conceptos imprescindibles para comprender nuestra sociedad de bajo coste; una sociedad en la que ni siquiera el lenguaje está libre de culpa.
A. En una entrevista realizada a Carlos Blanco el pasado sábado, leo con admiración que el susodicho genio (recordad: aquel preadolescente que en Crónicas marcianas se ocupaba de asuntos egiptológicos) jamás ha dicho un taco. Jamás, en su vida. Sucede que le da cargo de conciencia pronunciar un ****** taco de *****, ¡tío! Y digo que no deja de sorprenderme en la medida que (supuestamente) forma parte de una generación crecida en el auge de los discos Parental Advisory, y las películas superpobladas de diálogos cuyo registro es gansgteril y/ o americano-suburbial. Cabe preguntarse si es que es que nuestro protagonista se ha perdido la obra de directores como los Coen, Tarantino o De Palma. Rediós. Sacre Bleue. O grmblfjx, que diría el Capitán Haddock.
Be. En realidad los negros no inventaron nada. Quiero decir que suyo no es el mérito del modo en que se habla en tantos y tantos films. Y ya, ya sé lo que me vais a decir: Naomi Klein advirtió en su celebrado No Logo que las firmas multinacionales tienen por costumbre darse un garbeo en los suburbios afroamericanos para husmear posibles modas (bro-ing, lo llaman, por aquello de ¡oye, bro, pruébate estas zapatillas!); y que en Bamboozled, película de Spike Lee donde se trata la lectura que la televisión ha dado a los negros a lo largo de su historia, el cineasta deja caer la siguiente lápida: «Tú y yo sabemos que los negros marcan la moda y los estilos.» Pero insisto: los negros no inventaron nada. Solo plagiaron la cultura clásica. «¡Os daré por el culo y me la mamaréis,/ mamón de Aurelio y marica de Furio», declama el poeta Catulo. Por lo que deducimos que es ahí, y solo ahí, donde están los fundamentos del habla suburbial estadounidense, y de los discos más violentos de rap. Snoop Dogg, Tupac y Dr. Dre leyeron a los clásicos.
Ce. ¿Os dais cuenta de que conforme vamos creciendo disminuye progresivamente la cantidad de tacos en nuestro discurso? Quiero decir que cuando tienes dieciocho o veinte años hablas como recién salido de un casting para, qué sé yo, Uno de los nuestros. Te crees el ****** Al Pacino. Dices cosas tales como: «¡Eh, tío, ¿cómo te va la *****?» Pero luego eso se diluye. Creces, te haces viejo, y hablas bien. ¿Y a qué creéis que será debido este fenómeno, eh? Bueno, yo tengo una teoría, una teoría desmesurada. Y es que nuestro capitalismo de ficción, como diría Vicente Verdú; o capitalismo postindustrial, o sociedad de bajo coste (Gaggi y Narducci), o eufemística hablando economía de mercado (ji, ji, ji); padece de higiene y asepsia profundas. La profilaxis manda, y por ende, el taco es el peor enemigo del lenguaje. El taco es la izquierda más radical. Puro altermundialismo. El mismísimo Foro de Porto Alegre. Así que cada vez que intentéis reprimir una palabra malsonante, tenedlo claro: El Gran Hermano vigila.
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