'Arrivederci' Dinho

Dinho ya es 'rossonero'. Tras unas intensas negociaciones entre Galliani y varios dirigentes de la entidad culé se llegó a un acuerdo definitivo por ambas partes. El Barça percibe 21 millones de euros fijos más cuatro más en variables si el club italiano se clasifica para la Champions League. Se cierra el primer culebrón del verano. Se va el último gran crack del Barça, que ya compró el billete con destino a Milano-Malpensa ¡Ciao Ronnie e buon viaggio!

En Barcelona lloran su adiós y en Milán entonan el 'benvenuto'. Se va la sonrisa de la Liga a la capital de la moda para desfilar por el adulado césped de San Siro. El Barça cumple con su obligación (Guardiola no le quería) y el Milán satisface a Berlusconi trayendo a su amor platónico. Y es que son ya muchas las veces que se tiraron los tejos. Como los buenos 'ligones' (perseverantes y populares) consiguieron sus objetivos.

El desenlace coincidió con la vuelta al trabajo del club, que pierde a su última gran estrella. Probablemente ahora muchos se alegran por su salida, pero lo que nadie puede padecer es amnesia y olvidar lo que este hombre, criado en las favelas brasileñas, hizo por el Barça. Fue capaz de echarse el equipo a la espalda con 23 años y apretar los dientes, nunca mejor dicho, para agarrar la ansiada Champions.

Aprendió a jugar a fútbol regateando los pocos muebles que tenía en su casa y llegó a tocar el cielo de París ante la mirada atónita de los Wenger, Henry y compañía. Nunca perdió su sonrisa en público y cuando no la podía mostrar se escondía en el gimnasio cual niño que se avergüenza de algún comportamiento. Así es Dinho. Tan genial como intermitente, tan bueno como caprichoso, tan feliz como la música. Esa que acaba de meter en la maleta y está a punto de embarcar rumbo a la capital de Lombardía. Allí, rodeado por el Duomo, 'La última cena' de Da Vinci, la Scala y mucha moda, se encontrará con Seedorf, Pirlo, Ambrosini, Gatusso y sus compatriotas Pato y Kaká. Le tendrán que hacer un hueco como se lo hizo el Barça en sus corazones, pero eso ya es historia. Ahora le toca jugar al fútbol y comer pizza ¡Arrivederci Ronnie!