Hace unos días nos sorprendíamos negativamente con la polémica acción que se había vivido en el partido de Ida de la Final del Apertura colombiano. El criticado e inexplicable 1-1 que se reflejó al término del partido, amplió la emoción y las expectativas de cara al choque de vuelta donde se iba a dilucidar el nuevo campeón cafetero. De un lado, el América de Cali, 12 veces campeón pero inmerso en una crisis interminable. Del otro, un semi-desconocido Boyacá Chicó, capaz de sobreponerse a las injusticias (además de lo citado en la Ida se le anuló un gol fantasma en la Vuelta) y de sumar su primer título. Un éxito mayúsculo teniendo en cuenta que se fundó hace tan sólo seis años.
Pese a esta envidiable precocidad ganadora, han sido innumerables los problemas que el cuadro ajedrezado ha tenido que saber superar. Nacido en los bajos fondos, Chicó ha tenido un fulgurante ascenso, una progresión espectacular que le ha llevado de Tercera División a Primera en tiempo récord y es que puede estar orgulloso de ser el único equipo en la historia del fútbol colombiano que se aupó a lo más alto tras salir campeón en todas las categorías inferiores. Su paso por Primera C y Primera B fue casi testimonial, arrollador e incomparable. Lo refrendó este martes con el día más grande de su historia.
Más allá del aspecto deportivo y su capacidad para crecer campaña tras campaña en un margen de tiempo tan corto, el club ha tenido que realizar auténticos malabares para poder seguir en liza. En honor al barrio de Chicó, inmerso en la gigantesca Bogotá, el primer nombre del club fue Chicó FC, que significa el inicio de la vida. A la causa le iba que ni pintado. Le siguieron Deportivo Bogotá Chicó, Boyacá Chicó y hasta un marketinero Manpower Chicó (referido al principal patrocinador del equipo). Un laborioso trabajo para mantener los estamentos de un club que apuntaba muy alto.
Todos esos cambios de nombre tenían numerosas alteraciones en la entidad. Se cambió de sede en tres ocasiones hasta llegar a Tunja, de estadio otras tantas e incluso de color en las equitaciones oficiales. Cada región nueva exigía un toque distintivo, lo que le obligó a pasar del rojo al negro, de allí al verde y terminar en el azul actual. Eso sí, siempre manteniendo un rasgo clave, el aspecto ajedrezado.
Evidentemente, para sustentar la profusión de problemas, se necesitaba un nombre a la altura y en Chicó el principal artífice del milagro es Eduardo Pimentel. El otrora jugador de Millonarios, gestionó la creación del club desde sus bases, pasó a ser técnico durante dos campañas y actualmente preside el barco que un buen día se decidió a sacar a mar abierto. Un todo-terreno de negocios, sabiduría dentro del fútbol colombiano y acreedor de todas las condecoraciones posibles.
En lo estrictamente deportivo, Chicó fue justo campeón de su primera estrella (nombre que recibe en Colombia) pues entre sus méritos estaba, sin ir más lejos, el de no haber sido derrotado en el estadio de La Independencia, un auténtico fortín. El técnico, Alberto Gomero, es un tipo auténtico, trabajador y que desde que llegó al cargo, nunca ha visto peligrarlo debido a su gran desempeño.
Los goles (13) del argentino Caneo, que nunca tuvo chances en sus pasos por Boca Juniors, han sido claves en un equipo en el que también han destacado el jovencísimo Mahecha o los veteranos Pacheco y Palacios. Ahora toca disfrutar en la próxima Libertadores y trabajar para que todo este largo camino recorrido no quede en una mera anécdota pasajera sino en el principio de un salto del conflictivo y marginado fútbol cafetero. Aquí el homenaje al campeón.
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