¡Qué grande eres, Rafa!

No se puede pedir más. Inteligencia, fuerza, emoción, alternativas, puntos geniales, errores de echarse las manos a la cabeza, parones por la lluvia … casi 5 horas de juego acabaron con el reinado de Federer en Wimbledon. Ambos demostraron sobradamente porque son los dos primeros tenistas del mundo y lo serán en el futuro.

¡No se lo puede creer!

El partido, más igualado, imposible. Nadal consiguió dos rupturas en los dos primeros sets y se ponía 6-4 6-4, después de recuperar una ruptura de servicio y superarla en el segundo. El tercer set se presentó apasionante. Rafa llegó a disponer de tres bolas de ruptura para conseguir una ventaja ya casi inalcanzable, con la victoria a la vista, pero Roger puso en marcha ese saque intratable que tiene. Llegó la primera suspensión por la lluvia, cuando el partido ya había empezado con retraso por la misma causa. El parón le puso las pilas a Federer y cuando volvió a la pista se adjudicó el juego decisivo aprovechando dos errores tempranos de Nadal.

Y el cuarto, otra vez más de lo mismo y se volvió a la muerte súbita. Y la tensión subió varios grados: Rafa dispuso de dos bolas de campeonato, pero ganar a Federer en Londres es más complicado. Dos errores impensables en un jugador tan preciso, tan metódico, parecían imposibles.

Así que se iba al quinto set, pero, por segunda vez, volvía a interrumpirse el partido por la lluvia con 2-2 en el marcador. En el quinto set no hay juego decisivo, gana el que gana por dos juegos una vez llegado a 6. Y la luz se iba por momentos.

El peligro era la suspensión hasta el lunes para terminar, algo que nadie quería y mucho menos los jugadores.

Cada uno defendía su servicio con solvencia, pero con posibilidades para el contrario. Los marcadores se apretaban y, además, Roger siempre iba por delante en el marcador al haber empezado sacando. Una ventaja psicológica nada despreciable.

Pero llegó la igualdad a 7 juegos. Servía Federer y de pronto se vió 15-40. Dos bolas de campeonato para Nadal que volvía a salvar el suizo sacando a pasear su preciso saque. Más interminable se hizo el partido con una nueva ventaja para Rafa y ya, a la cuarta, con su palco en pié, puso una bola más sobre la hierba, esa bola de más que siempre te obliga a devolver, esa bola que Federer lanzó a la red, una bola que devolvía un golpe de Rafa que había botado en la línea de fondo.

El partido fue precioso. Federer, que parecía que todo el torneo estaba jugando a medio gas, empezó a ser el Roger que hace temblar al rival a partir del tercer set. Con un servicio intratable y una derecha casi imposible de devolver. Digo casi, porque Nadal corrió como un demonio para alcanzar esos golpes imposibles y devolverlos.

Rafa, con buen criterio, le jugó al revés, el golpe del suizo que menos daño hace. Roger empezó a protegerse el revés y Nadal pudo aprovechar para esquinarle cada vez más los golpes hasta hacerlos inalcanzables.

Federer también resucitó el viejo juego sobre hierba de saque y volea. Y qué bien lo hace. Rafa también subió varias veces a la red, y con acierto. Lo más bonito, sin embargo, parece que lo reservaban para los últimos juegos, cuando la luz escaseaba y las piernas, en lugar de estar pesadas, tenían una marcha más.

Cuando la última bola de Federer se quedó en la red, Rafa se tiró al suelo y pudimos ver como reprimía las lágrimas apretando los puños sobre la cara. Luego se levantó, trepó por la grada, abrazó a los suyos, cogió una bandera española que le entregaron y, caminando por el techado, fue a saludar a los Príncipes de Asturias,

Sin luz se entregaron los trofeos. Rafa se deshizo en elogios para Federer. Es tan humilde que daban daban ganas de decirle: “Rafa, tu también eres grande. Rafa, eres muy grande”.