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EL DISCUTIBLE “PROGRESO ABORTO - EUTANASIA”

Actualizado 06-07-2008 22:35 CET

El Congreso Federal del PSOE, celebrado este fin de semana,  ha sido destacable por un control absoluto por parte de la Dirección del partido, que se ha quitado de encima las pesadas cargas de las baronías regionales, y que han configurado una ejecutiva de neófitos, con alguna clamorosa excepción. Consiguiendo así ZP el control absoluto del partido, cumpliéndose aquel napoleónico de que “la victoria tiene cien padres”.

Así pues, lo que iba a ser un Congreso de trámite, ha acabado por ser el de la definitiva “toma de timón” del partido por parte de Zapatero. Pero éste no contento sólo con ello, ha dado un paso adelante en sus anuncios de “proyectos de progreso” presentando algunos de ellos como el voto de los inmigrantes legalizados, la reforma de la libertad religiosa en la línea de implantar un laicismo de Estado, y lo que denomina extensión de derechos relativos a la ampliación de los supuestos del aborto y al reconocimiento de la eutanasia.

            Todo ello adobado de la necesaria presentación de progresía, y de ampliación de derechos, lo cual resulta harto discutible cuando se trata de la muerte de personas, y por ello, a la negación de un derecho fundamental a la vida que tenemos todos los seres.

            Es cierto, que una y otra cuestión tienen enfoques y perspectivas diferentes, aunque el mismo común denominador de eliminación existencial.

            El aborto, al que se pretende llegar de forma prácticamente libre –cuestión que en la práctica, de hecho lo es-, so pretexto de un mal entendido y supuesto derecho de la mujer se acaba por reconocer, y desde el punto de vista científico se ha llevado el tema a una “cuestión bizantina” con el planteamiento meramente nominalista del preembrión, cuestión que científicamente no tiene mayor sustento, y que además por fuerza de los hechos, si nadie intercepta su desarrollo, acaba resultando una persona humana. Por lo que no parece justo que se haga caso omiso de esa realidad, para reconocer un hipotético derecho de la madre, que en el orden natural nadie le ha otorgado, a abortar.

            De forma distinta, la eutanasia –en su forma pasiva, en cuanto a la administración de analgesia y sedación de pacientes terminales, resulta un hecho en la praxis médica ordinaria-, luego lo que se postula es la eutanasia activa, lo cual es un auxilio al suicidio, con lo que se conculca la vida humana, que por muy desesperada que esté una persona, atendidos los cuidados paliativos que le eviten el sufrimiento, tampoco ha de precipitar su proceso natural a la muerte.

            En el fondo late una antropología meramente existencialista, desesperanzada, hedonista, y exigente con el tópico de la “calidad de vida”, que en el fondo conlleva también un utilitarismo social, inmoral y pernicioso, pues se desecha lo inútil.

            Hubiera sido de desear, en la línea de los logros y del progreso social, que el PSOE hubiera focalizado sus metas en otros puntos ética y socialmente menos controvertidos, y de mayor compromiso y justicia social, como el relativo a la plasmación real del derecho a la vivienda, a un salario social justo, a promulgar una ley de márgenes comerciales que evite la especulación con los productos de primera necesidad, que tanto encarecen la vida a las personas y familias modestas, la solidaridad eficaz y clara entre todas las Comunidades Autónomas, la apuesta por la lengua común, la mejora de los servicios públicos de primera necesidad, etc., etc. Pero claro, esto último compromete política y económicamente al partido del gobierno, y lo del aborto y la eutanasia apenas.

            Por otra parte, está la cuestión del laicismo, que si bien puede ser una pretensión hasta razonable por parte del poder público, sin embargo, en la transición quedó consensuada la cuestión con la declaración de aconfesionalidad del Estado, sin perjuicio de reconocer el hecho sociológico e histórico de la influencia del catolicismo en nuestra sociedad. Hecho que necesariamente no privilegia a la Iglesia, ya que plantea con realismo su situación de mayor implantación social histórica y actual, y no desmerece a las demás confesiones religiosas de menor implantación social. Y que tampoco conlleva injusticia alguna, ni demanda social mayoritaria para propiciar un cambio de rumbo. Si bien aquí parece entreverse la “factura” de determinadas declaraciones públicas del episcopado español, con anterioridad a las pasadas elecciones.

            Hechos que vuelven a incidir en las clásicas fisuras sociales españolas, por lo que ni son nuevas, ni mucho menos de progreso social, y que poco contribuirán al sosiego social, más allá del clásico guiño propagandista al izquierdismo irredento.

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