Mientras por la cara de Ancic corrían chorros de sudor, Federer aparecía tan compuesto como siempre. La cinta de la cabeza en su sitio, y su equipamiento de blanco nuclear sin rastro de sudor. El croata defendió sus servicios como si en ello le fuera la vida. Para Federer fue como un entrenamiento de domingo.
Cuerpo a tierra que viene Federer
El punto del día se produjo en el tercer set, un intercambio en la red en el cual Ancic acabó cuerpo a tierra para evitar una bomba supersónica que le envíaba el suizo. Reflejos no le faltan. La reacción del croata provocó la única sonrisa de Federer en todo el partido, porque Roger está dentro de una cápsula de tiempo y espacio cada vez que salta a la pista y no permite que nada le desconcentre.
Ese hecho fue la sutil demostración de que Federer es humano.
Mientras, en la pista de al lado, Feliciano se enfrentaba a un renacido Safin. Tras el consabido parón por la lluvia, el ruso plantó cara. Más centrado de lo que es habitual, no le afectó perder el primer set y saltó a la pista como si el partido diera comienzo. Feliciano tuvo sus posibilidades mientras jugó con reveses cortados que el ruso se veía incapaz de levantar, hasta que decidió variar el juego y enviarle las bolas a su derecha, que se reveló como mucho más accesible.
También contribuyó a la victoria que Marat refrenó su carácter y se adjudicó los dos siguientes sets por apretados 7-5 y 7-6, para ganar con mayor desahogo en el cuarto.
Por fin Safin vuelve a una semifinal y es de esperar un partido apasionante, ya que el ruso es uno de los pocos que han demostrado ser capaces de vencer a Federer en pista rápida. Debe doblegar a su mayor enemigo, él mismo.
Y daba comienzo el partido del día, el que enfrentaba al ídolo local Andy Murray y a Nadal. Aseguraban en las televisiones que la reventa estaba a 3.000 euros la entrada. Que ya hay que tener ganas, porque desde el primer set se vió que la sorpresa no se iba a producir.
Murray, capaz de remontar dos set en contra, de comportarse como un gladiador, de convertir la desesperación en arma ofensiva, pareció un corderito huérfano sobre el prado pelado- de Wimbledon.
Nadal no le dió ni la más mínima posibilidad. Rafa no concedió ni una bola de ruptura en todo el partido y cometió sólo 8 errores no forzados por 20 del escocés. Daba igual el golpe: derecha, revés, volea baja, alta, bote pronto ... lo ganaba todo.
La grada, que rugía cada vez que Murray ganaba un punto, se calmó en la segunda manga para acabar rendida a Nadal en el tercero, cuando decidió que en lugar de sufrir por una causa perdida iba a disfrutar del estratosférico juego de Rafa. No defraudó y regaló al público con algunos puntos que parecían efectos especiales de película.
El último cuarto, el sorprendente Schuettler-Clement, terminará hoy, así que Rafa ignora quien será la víctima que le conducirá a la final, aunque probablemente sea el alemán.
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