Era la noche española, la cita que todo un país estaba esperando y la misma que sacó de sus casas a una afición feliz, expectante y esperanzada con un colectivo que había respondido con creces y un fútbol fantasioso a sus demandas históricas. Un estilo de juego y una personalidad inmensa fraguada en la fuerza de un colectivo que había logrado levantar cariño y respeto en toda Europa. Un registro que podía devolvernos a lo más alto tras 44 años de larga espera. Tocaba ganar. Tocaba festejar. Tocaba sentirse campeones.
Luis Aragonés, como se esperaba, no trastocó los planes. La baja de Villa, el gran goleador, fue solventada con la entrada de Cesc como ya ocurriera en semifinales tras la lesión del punta asturiano. Un once creado para dominar al rival, para ser el dueño de la pelota y para imponer su estilo de juego. Torres era el único referente ofensivo pero suficiente para poner en peligro a la zaga germana. Low, por su parte, sí apostó por Ballack pese a las dudas sobre las molestias de su capitán, que nunca nos hicieron presagiar una final sin su participación. Más allá del mediapunta, Klose y Podolski eran las apuestas atacantes, que por ahora habían tapado con sus goles las evidentes deficiencias defensivas.
El carácter de todo equipo ganador por naturaleza, se pudo ver en los primeros compases. Alemania tenía agresividad, fuerza y presionaba la salida de balón de una España intermitente, arrugada y muy incómoda en su propuesta de posesión. Incapaces de poder mantener la pelota, la Roja tuvo que sufrir minutos de cierto desconcierto pero lo máximo que consiguieron fue provocar algún saque de esquina y balones parados. Por otra parte, esa consigna es su hábitat natural.
Pero en cuanto España supo calmar ese ímpetu germano, la cita se encaminó hacia el estilo que tantas alegrías viene dejando en el cuadro de Aragonés. Con Cesc muy liberado por la falta de ritmo de un debilitado Ballack y con la presencia incansable de Xavi e Iniesta como fieles escuderos creativos, las tornas cambiaron. Esa mejoría en el dominio debido a la regularidad de apariciones en mitad de campo, trajo consigo las arrancadas de Torres, que una y otra vez lograban sacar de su sitio a los centrales. Mertesacker y Metzelder son altos y robustos, pero extremadamente lentos para el punta español, que supo buscarles una y otra vez.
Fruto de esa mayor capacidad, surgieron las primeras ocasiones siempre basadas en la creatividad y electricidad en el control de la pelota. Un par de internadas del citado torres, las subidas de Capdevilla y las geniales asistencias de los bajitos, dejaron ocasiones. Tras un par de avisos con un cabezazo de Torres al poste incluido, el Niño obtuvo recompensa a su insistencia. Un balón largo a espaldas de la zaga germana, hizo estragos en Lahm, que se mostró indeciso en su despeje y provocó que Lehman saliera con autoridad. Entre tantas dudas, apareció Torres con inteligencia para picar por alto ante el meta y poner a España por delante.
Una volea de Silva, un par de contras donde se reflejaban las mejores intenciones de la Roja y la dependencia alemana de sacara provecho de jugadas a balón parado, nos llevaron al descanso con mucha autoridad.
Pero un gigante de las dimensiones teutonas, jamás descansará, por lo que si el guión no va con sus prioridades, no hay ningún reparo en modificarlo. Así, tras unos minutos donde apareció de nuevo el poder de un equipo creado para ganar y tremendamente obsesivo, Low decidió proponer el juego arcaico que siempre les hizo grandes. La entrada de Kuranyi respondía al canon común, a su simpleza y al fútbol directo por antonomasia. Con el potente delantero el mensaje era claro, buscar balones al área y segundas jugadas. Tuvieron minutos de apogeo pero Aragonés respondió de inmediato con la entrada de Cazorla para abrir el campo y Xabi Alonso para dar más eficacia y presencia al medio campo. España se rehízo y respondió con un par de llegadas donde Frings sacó un balón bajo palos tras un disparo de Iniesta.
Alemania se fue con todo adelante y España pasó a su versión más atrevida, la que genera contragolpes cuando los espacios crecen como los nervios de la recta final. Guiza para dar descanso a Torres y el hispano-alemán Gómez por un ensombrecido Klose, fueron los últimos recambios en busca de una reacción o de una serenidad letal en busca de la gloria. Sin embargo, cuando la precisión no llega, lo hace el cansancio y Alemania en este aspecto estaba desfondada, a merced de España, que desperdiciaba ocasiones a base de brillantes combinaciones.
Parecía imposible, era un sueño colectivo con un pasado negro que nos impedía creer, crecer en la confianza que el grupo reflejaba como un manantial. España se ha ganado el respeto del mundo del fútbol. España es campeón de Europa. Toca disfrutar porque esta vez, sí.
José David López (Editor de Diarios de Fútbol)
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