Iniciar sesión | Registrarse | ¿Por qué registrarse?
  • Podrás comentar las noticias con el nombre que elijas
  • Podrás subir tus noticias en soitu.es y guardarlas en tu propia página

Ensayo sobre la lucidez ( europea)

Actualizado 22-06-2008 19:52 CET

Siempre he sido un entusiasta de la literatura que es capaz de desnudar la realidad y mostrarla tal cual es, sin perífrasis ni adornos. Esto sucede sin duda con la novela Ensayo sobre la Lucidez, del genial autor portugués José Saramago. A pesar de que fue publicada hace ya unos años, la novela del premio Nóbel parece hablarnos de una cuestión que está últimamente de máxima actualidad. Me refiero al “incidente irlandés”, como denominó Sarkozy al NO de Irlanda al Tratado de Lisboa.

La novela arranca con la celebración de unas elecciones municipales en un país desconocido. En teoría una cita más con las urnas, como cualquier otra; sin embargo, los resultados no fueron los de siempre. En lugar de decantarse por alguna de las fuerzas mayoritarias, los electores deciden votar masivamente en blanco. Esto genera primero sorpresa, y luego estupor, a los responsables políticos, que se resisten a aceptar el resultado. Por tanto deciden instar a la repetición de los comicios, convencidos de que se trata de un raro incidente que no va a volver a producirse. Para pasmo de las autoridades, en esas elecciones repetidas el resultado es todavía peor, con casi todo el voto en blanco. Los políticos, lejos de iniciar una profunda reflexión, prefieren inventar un culpable. El resto de la trama, que ya no interesa al verdadero motivo del artículo, prefiero que la descubran enfrentándose a este recomendable libro.

El NO de los ciudadanos irlandeses tampoco ha despertado ningún proceso de reflexión de las instituciones europeas; lo único que parece preocupar a los encargados de conducir el proceso europeo es avanzar hacia una nueva configuración de la Unión Europea. Que ese nuevo marco sea más o menos acorde a la realidad de los ciudadanos europeos es lo de menos; de nuevo la realidad va por un lado, y la política por otro. La culpa es, por supuesto, de los ciudadanos irlandeses, que por lo visto son unos irresponsables, unos desagradecidos y unos ignorantes. Tanto es así que ni siquiera los ha defendido su primer ministro, el penitente Brian Cowen, que no hace otra cosa más que pedir perdón cada cinco minutos por la imperdonable ofensa de su pueblo. Seguro que a Cowen no le importaría que volviera a repetirse la consulta, como algunas voces ya están planteando (esperemos que esta solución tan democrática funcione, y no suceda igual que en el libro).

Uno de los argumentos más repetidos contra el rechazo irlandés es que no es razonable que 100.000 votos paralicen a 27 países. Recuerdo que el Tratado de Lisboa es en realidad un apaño cocinado por los líderes europeos tras el fracaso de la Constitución Europea, rechazada ampliamente en los referendos de Francia y Holanda. El nuevo apaño se ahorraba este problema de tener que consultar a la ciudadanía, y por ello los políticos europeos se la prometían muy felices. No contaron sin embargo con que la legislación irlandesa obliga a someter a referéndum cualquier tratado internacional antes de ser incorporado al ordenamiento jurídico interno.

También se dice que otra razón del NO irlandés es el desconocimiento que los ciudadanos irlandeses tienen de Europa. Que no hubiera este desconocimiento sería sin duda paradójico. No tiene sentido que los políticos se quejen del poco caso que hacen los ciudadanos de la UE, cuando son precisamente los dirigentes europeos los que se empeñan en construir Europa al margen de los ciudadanos y de sus posibles decisiones. En todo caso, concedo que es cierto que es necesario hablar más de lo que representa realmente el proyecto de construcción europea.

Comencemos por las últimas decisiones de las instituciones europeas. Recientemente el Parlamento Europeo aprobó la directiva de la Comisión que permite aumentar hasta las 65 horas semanales la jornada laboral. En lugar de hacer una sesuda reflexión, voy a limitarme a realizar una pregunta, tendenciosa, por supuesto: ¿cuántos muertos costó al movimiento obrero internacional durante los dos últimos siglos las 8 horas de trabajo por ley? Estaría muy bien que el espíritu de alguno de estos mártires visitara por las noches a los señores comisarios y eurodiputados, principalmente a los socialistas y comunistas, para tirarles del dedo gordo del pie, o mejor aún, de la conciencia, si es que les quedara.

La liberalización salvaje guía el proceso de construcción europea. Ha llegado al trabajo con la aprobación de las 65 horas, y también está presente en la educación con el nefasto Plan Bolonia, que en el futuro supondrá la entrega de la Universidad a los intereses empresariales. Cierto es que la Universidad necesita avanzar, pero no hacia las empresas. Bolonia es el fin de las becas, que acabarán sustituidas por préstamos bancarios con los que se financiarán los nuevos Grados y Posgrados. El Grado será equivalente al actual FP, y estará orientado al ejercicio de actividades profesionales menos remuneradas, esto es, más precarias. Para recibir una educación superior de mayor calidad, será necesario pagar un Posgrado; los precios de los mismos serán entre 3 y 6 veces superiores a los de las actuales carreras universitarias, y de casi tres veces el de los Grados. El precio de ambos ciclos se establecerá exclusivamente según su coste, sin tener en cuenta la capacidad económica de la ciudadanía. Por último, el proceso de Bolonia significa convertir a la Universidad en una máquina productora de individuos válidos para introducirse en el mercado laboral europeo. Muchos de los Posgrados estarán financiados por la empresa privada, que evidentemente sólo potenciará los conocimientos que interesan al poder económico. Adiós a la formación crítica por tanto, puesto que ésta podría dificultar el control de esta masa de trabajadores perfectamente adoctrinados y sumisos.

Europa no deja de abrir puertas, lo que demuestra la vocación humanista del proyecto europeo: abre las puertas a la explotación laboral con las 65 horas, y las abre todavía más, de par en par, a la empresa privada para que tome la Universidad. La única puerta que no están dispuestos a abrir los políticos europeos es la de casa: se abre todo, menos las fronteras. Por esta razón El Parlamento Europeo aprobó la semana pasada la directiva de de expulsión de inmigrantes. Gracias a la misma los inmigrantes irregulares podrán ser retenidos durante 18 meses en centros de internamiento mientras se tramita su expulsión. Más humanitaria si cabe es la posibilidad de expulsar a los menores no acompañados a terceros países donde no tengan tutor o familia. De nuevo se vuelve a actuar contra la circulación transnacional de personas, pero sigue sin tomarse medidas para regular la circulación de capitales y de mercancías. Da igual que los procesos de liberalización rampante de las economías del Tercer Mundo, procesos que se deciden desde las economías desarrolladas, sean los que hayan provocado la destrucción de las agriculturas locales de los países subdesarrollamos. Las consecuencias de esta destrucción de la agricultura local son bien conocidas: aparición de las brutales hambrunas, debido al aumento de las distancias entre los centros de producción, de distribución y de consumo de los alimentos y a la subida de los precios del petróleo. Pero esto no interesa: sólo hay que hablar de la circulación de personas entre países, no de la circulación de los negocios. Europa no aceptará al boliviano que venga sin los sacrosantos papeles, pero pondrá el grito en el cielo si mañana Evo Morales endurece todavía más las condiciones para explotar los hidrocarburos bolivianos a las empresas europeas. Se llama ley del embudo. Por último, es interesante recordar el artículo 4 del protocolo adicional 4 de la Convención de Salvaguardia de los Derechos del Hombre y de las Libertades Fundamentales, sucrito por el Consejo de Europa en 1950. El artículo, muy escueto, reza lo siguiente: “Quedan prohibidas las expulsiones colectivas de extranjeros”. El proceso de construcción europea avanza, pero avanza hacia atrás.

Una Europa unida sólo será posible si el proceso de construcción europea camina en la misma dirección que las necesidades de sus ciudadanos, pues son ellos los verdaderos protagonistas, y los que deben decidir cómo tiene que ser ese proceso. Europa debe ser libertad, derechos individuales, derechos sociales y Estado del bienestar. No queremos unos Estados Unidos Europeos, ni tampoco una Europa que suspira por parecerse cada vez más al explotador régimen chino. Antes de preguntarnos a los ciudadanos si queremos más o menos Europa, los líderes europeos deben preguntarse si los ciudadanos quieren una Europa más o menos social. La respuesta es tan clara que no hará falta ni referéndum.

Di lo que quieras

Aceptar

Si quieres firmar tus comentarios, regístrate o inicia sesión »

En este espacio aparecerán los comentarios a los que hagas referencia. Por ejemplo, si escribes "comentario nº 3" en la caja de la izquierda, podrás ver el contenido de ese comentario aquí. Así te aseguras de que tu referencia es la correcta. No se permite código HTML en los comentarios.

Nuestra selección

Hasta la vista y gracias

Soitu.es se despide 22 meses después de iniciar su andadura en la Red. Con tristeza pero con mucha gratitud a todos vosotros.

El suplicio (o no) de viajar en tren en EEUU

Fuimos a EEUU a probar su tren. Aquí están las conclusiones. Mal, mal...

Presidimos la UE: que no falten los regalos para los periodistas

Algunos países ven esta práctica más cerca del soborno.

Soitu.es vuelve a ganar el premio de la ONA

A la 'excelencia general' entre los medios grandes en lengua no inglesa.