Alemania es un país referente en la Europa económica. Se distingue por su fortaleza en cuestiones de seguridad, la solidez de su República federal Parlamentaria y la obligación de tener un seguro médico para poderse inscribir en la universidad y para obtener un permiso de residencia de más de 3 meses. En fútbol, son letales, implacables, agresivos y, desde el 2006, un colectivo más unido que nunca en torno a un país al que jamás pueden decepcionar.
Todo marcha en Alemania (EFE)
La victoria de este jueves ante Portugal (3-2) tiene un punto de inesperada por la trayectoria y el estilo que venían mostrando ambos combinados, pero despeja cualquier duda y vuelve a mostrar la naturaleza teutona, justiciera hasta la extenuación. Y es que Alemania no esconde su bazas, ni tan siquiera altera sus planes en busca de sorprender al contrario con una nueva apuesta de última hora, sino que enseña las cartas, las moldea en beneficio propio y las saca una rentabilidad única. La rentabilidad del campeón.
El fútbol directo, las llegadas de hombres de segunda línea, la potencia a balón parado y una defensa adelantada, son señas de identidad conocidas y repetidas históricamente. Tachamos a los germanos de ser un colectivo falto de creatividad y no nos falta razón, pero sabe sacar provecho a sus mejores bazas y eso, al menos en mi opinión, es un valor añadido y mérito suficiente como para merecer estar entre los semifinalistas. No se trata de jugar mejor, sino de entender y leer tus cualidades para sacarlas a flote entre aquellos puntos negros que la filosofía teutona no puede solucionar.
El gran momento de un Ballack que se siente líder, las apariciones de un Basti desaparecido hasta anoche (dio dos pases de gol a balón parado con su buen toque de diestras y abrió el camino con un gol) y la movilidad de la dupla Podolski-Klose (más allá de sus goles), se impone a sus defectos, que apuntan hacia la frialdad defensiva con dos centrales capaces de todo. Pero la palabra que mejor les define es la de equipo, una Mannschaft anímicamente muy fuerte.
Y es que Portugal fue el guionista sin director, incansable en su labor ofensiva pero incapaz de desarrollar peligro más allá de jugadas puntuales, de chispazos de sus jugadores más desequilibrantes, con lo que fue previsible y con un ataque predefinido (y además sin nueve claro porque Nuno y Cristiano se alteraban con mínimas apariciones). Aún así, su coraje, el de un equipo que apuntaba a lo más alto y que , por momentos, encandila, le mantuvo vivo hasta el final. Ahora toca recambio, revolución sin Scolari y con rasgos de ocasión perdida.
Alemania, eterna y con una mentalidad ganador que toda Europa teme, sigue adelante. Como bien cantaban los hinchas germanos (doy fe de ello pues lo viví in-situ en la carpa de Neustift), todos son un bloque único en torno a su selección. El 54, 74, 90, 2006″ (en honor a los éxitos pasados) de Sportfreunde Stiller, fue una excusa para englobar una ilusión que desde el pasado Mundial tomó fuerza, sentó bases y ahora quiere saborear las mieles al son del indie.
José David López (Editor Diarios de Fútbol)
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