Nunca llueve a gusto de todos. Guus Hiddink celebraba desde el banquillo con saltos, gritos y puños en alto la clasificación de Rusia, por primera vez en la historia, a los cuartos de final de una Eurocopa. Esta es la parte alegre de la historia. Seguro que hubiera firmado, con los ojos cerrados y antes de comenzar el campeonato, este resultado. Pero también es seguro que, de todos los rivales posibles, nunca habría escogido a Holanda, su país. Esta es la parte menos alegre de la historia. El holandés Guus Hiddink se enfrentará el próximo sábado a Holanda por un puesto en la semifinal. Puede que su corazón esté dividido, como el campo de fútbol por la línea central, pero su cabeza ha de centrarse en los rusos que, por contrato, son los suyos.
Hiddink, entre dos tierras (Reuters)
Es imposible imaginarse a Camacho paseándose por el banquillo de una selección rival con su habitual camisa azul sudada, con su cara roja por el esfuerzo de gritar e insultar a los suyos en checo, ruso o francés. Vale que ya lo hizo en portugués, el tiempo que fue entrenador del Benfica, pero no de la selección lusa. Pero, que no nos sorprenda tanto porque a punto hemos estado de poder enfrentarnos a un español dirigiendo una selección rival: Javier Clemente, cuyo contrato fue rescindido al no lograr la clasificación de Serbia para la Eurocopa. Cuando la selección de Irán se presumía como su próximo destino, discrepancias sobre la residencia del vasco dieron al traste con la operación. Así, que no nos sorprenda si encontramos a entrenadores españoles en banquillos rivales en una Eurocopa, un Mundial o unos Juegos Olímpicos.
Hiddink no es nuevo en esto. A sus sesenta y un años ha dirigido a la selección de Corea del Sur en el Mundial de 2002. El holandés errante, como le llaman en su país, logró que Corea alcanzase las semifinales, siendo la primera selección asiática en hacerlo en un Mundial y se convirtió en el extranjero más popular de la historia del país, donde fue proclamado ciudadano de honor y firmó varios contratos publicitarios.
También fue el entrenador del conjunto australiano en el Mundial del 2006, aunque con peor suerte. No logró que Australia superase la barrera de los octavos y cayó ante Italia por 1-0. Hiddink dirigió a su país durante el Mundial de Francia de hace diez años, pero Brasil y los temidos penaltis privaron al seleccionador de llevar a los suyos a la final ante los anfitriones, Francia.
Como dice el dicho: a la tercera va la vencida. Hiddink logró evitar a su país cuando entrenaba a Corea y a Australia. Ni siquiera tuvieron que enfrentarse en la liguilla de grupos. Pero tarde o temprano tenía que llegar el día y ese día es el sábado. Rusia intentará apear a Holanda, la mejor selección de la Eurocopa por goles y por juego, de su lucha por el podio.
Los números avalan a los de Van Basten que con nueve goles a favor y sólo uno en contra se convierten en la selección más goleadora y menos goleada del campeonato. No es necesario añadir que, obviamente, han ganado los tres partidos que han disputado siendo Henry, el único, que logró franquear la portería de Van der Sar. Rusia empata en goles a favor y goles en contra (4) y ha vencido en dos de los tres encuentros que ha disputado. La suerte está echada. Sólo uno de los dos seguirá vivo el sábado. Hiddink, gane o pierda el equipo que dirige, no podrá estar contento del todo o triste del todo porque, como ya hemos dicho antes, tiene el corazón dividido.
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