Con la solera que siempre les acompaña pero inmersos en una línea con axiomáticos problemas a corto plazo que les podían dejar fuera de la Eurocopa, Francia e Italia, las dos finalistas del último Mundial, se jugaban su futuro inmediato. Un solo punto en su lacerante casillero, les exigía buscar una victoria que, unida a un tropiezo de Rumanía ante Holanda (una victoria rumana significaría el adiós para las dos potencias), culminara una noche necesitada de rasgos utópicos.
La presencia de Abidal como improvisado central, era el cambio más sensible y a la vez polémico en los planes de Domenech mientras Cassano lo era en los de Donadoni. Ambos seleccionadores, por supuesto, se jugaban en la cita su cargo y la noche se nubló para el galo cuando Ribery salió en camilla a los pocos minutos tras un fuerte golpe que lo secó para acrecentar las dudas francesas. Estas, no tardaron mucho en florecer donde ya habíamos anticipado y es que el barcelonista Abidal, al que su técnico metió en un enredo al insertarlo donde nunca debió, pronto se vio sorprendido por la oleada italiana, que cumplió los pronósticos al buscar desde el inicio la portería de Coupet.
Así, después de que Toni dejara escapar dos claras ocasiones con todo a favor y de que Cassano fabricara a base de detalles de calidad algunos ataques, llegó la acción que trastocó el guión. Abidal volvió a fallar ante la corpulencia de Toni y derribó al capo canioneri dentro del área. Expulsión, gol de Pirlo con una magistral ejecución y un auténtico papelón para Les Bleus, que tenían ante sí una cuesta demasiado empinada. Su encomiable carácter, con Benzema como filón ofensivo por sus apariciones y movilidad, limpió la imagen de equipo plano pero, aún así, Italia debió haber aumentado su cuenta a poco que Toni hubiera estado más acertado o si una falta de Grosso no se hubiera estrellado con el poste.
Pero esa dinámica no podía tener veredicto positivo para la sub-campeona del mundo y dentro de un ritmo controlado por Italia, De Rossi iba a aniquilar cualquier esperanza de reacción rival. Un disparo lejano a balón parado, fue desviado por la barrera a pies de Henry, que descontroló la trayectoria y se marchó imparable a la red. Era el fin de los gallos y una muestra más de la diosa fortuna a favor de sus viejos conocidos.
Donadoni, perfecto conocedor del resultado favorable que se estaba dando en berna (Rumanía perdía), quiso contemporizar el resultado al tiempo que Buffon mantenía su estatus con alguna parada desoladora (sobre todo una a Benzema) en el ánimo de una acomplejada selección gala.
España ya tiene rival en cuartos y el premio a un estupendo arranque es nada menos que la actual campeona del mundo. Italia se cruzará en el camino, como ya hiciera en 1994 para infausto recuerdo. Para los más optimistas queda el último amistoso previo a esta Eurocopa en el que la Roja logró una mínima victoria (1-0) y en el que Villa nos regaló un golazo. Ahora no será en Elche, sino en Viena, donde tocará escribir una nueva página. El próximo domingo, la respuesta final.
José David López (Editor Diarios de Fútbol)
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