El gol, esa premisa por la que el fútbol se ha convertido en un deporte de masas que supera cualquier límite establecido, provoca todo tipo de sensaciones. Es una pesadilla de lágrimas o un sueño de esperanzas. El alma de una lucha a noventa minutos que no entiende de idiomas, creencias o rango social y por el que muchos han pasado a la historia. Los hay de oportunista, de pícaro, de inteligencia e incluso, desde su naturaleza práctica, merecedores de ovación o desprecio.
Villa, aún lejos del 'Tanque' (EFE).
En España y especialmente en la Selección, hay nombres unidos a la mística goleadora. Auténticos titanes del área que a lo largo de los años se han labrado un éxito gracias a sus registros anotadores. Con David Villa reclamando un sitio entre los más grandes debido a su estupendo arranque de Eurocopa, Torres intentando generar el mismo respeto que ya levantó en la Premier y Raúl en la penumbra aunque manteniendo su estatus, nunca está de más recordar y a la vez homenajear al más efectivo de todos ellos: Isidro Lángara.
El Tanque, como era conocido por aquellos que sufrieron su frialdad y corpulencia, siempre tuvo una sintonía especial con el gol, una relación de amor que le acompañó a lo largo y ancho de una carrera prolífica y que le valió para ganarse adeptos en México, Argentina y, desde luego, España. Un aventurero con el gol como brújula.
Pese a ser vasco (nació en Pasajes, localidad guipuzcoana), el primer equipo de nivel en el que jugó fue el Real Oviedo, que le fichó con sólo 18 primaveras. En seis años con la elástica asturiana, logró ascender a Primera y ser máximo goleador en tres ocasiones consecutivas (con 27 goles de media). Tanta fue la atracción levantada que aún jugando en la división de plata, fue llamado para representar a la selección española (el primer jugador español en lograrlo) y no es de extrañar teniendo en cuenta que meses después, por ejemplo, logró la tercera plaza liguera para un modesto como el cuadro del Tartiere, que vivía por entonces su época dorada.
Sin embargo, esta excelente progresión se vio estancada por la Guerra Civil, donde Lángara tuvo participación activa con el bando republicano y se unió al Euskadi, una selección-equipo que buscaba recaudar fondos para los refugiados y, a su vez, dar propaganda sobre el gobierno vasco. Tras llegar Franco al poder en Bilbao, aquellos jugadores se exiliaron en Cuba, México y Argentina, aunque fue en suelo azteca donde recuperó su olfato goleador y aquella mortífera pegada que lo había llevado al estrellato en la humilde Vetusta. Tanta potencia guardaba en sus disparos que se dice que en un partido con España ante la URSS, el colegiado le examinó las botas cuando se sacó un misil desde una distancia más que lejana.
En México, con la denominación de Club Deportivo Euskadi, Lángara logró un segundo puesto y una imagen suya se clavó en las retinas de la hinchada tricolor. Un despeje del meta "Pipiolo" Estrada, fue a parar más allá de las dimensiones del área y Lángara, único, armó su pierna en un salto potente e impactó la pelota con violencia en posición inverosímil. Aquél fue el primer gol de chilena que vieron en México, por lo que allí el vasco guarda un hermoso recuerdo como introductor. Al finalizar el año, pudo volver a una España de post-guerra pero prefirió seguir exiliado y recaló en San Lorenzo de Almagro.
En el Ciclón rompió moldes y registros en el arte de llevar el balón a los piolines y es que, ni tan siquiera necesitó un periodo de adaptación que en nuestros días sería lógico. Lángara, ignorando esas excusas, debutó con cuatro goles ante River Plate, fue máximo goleador de nuevo (tiene siete premios similares en su carrera) y anotó 110 goles en 121 partidos con lo que se convirtió en la referencia azulgrana, en su Rey Cuervo.
Pese a todo, buscó una nueva aventura de regreso a México, que estrenaba por entonces su campeonato profesional. El Tanque siguió su entelequia goleadora, un mal endémico para sus rivales que le bastó para sumar 105 goles en tres años donde conquistó un doblete con el Real España. Varios años perdido en campeonatos menores, le abrieron de nuevo el regreso al campeonato peninsular en el Oviedo, donde se retiró con algunas muestras del gran jovenzuelo que años antes había enloquecido a los aficionados ovetenses.
Otro asturiano, el citado David Villa, le superó este domingo como goleador de la Roja en la carrera por alcanzar el mejor registro goleador (lo ostenta con 44 Raúl). Sin embargo, el más rentable es, setenta años más tarde, Isidro Lángara, capaz de mantener un promedio de 1,42 goles pues sumó 17 en sólo 12 partidos. La entelequia en su máximo esplendor. ¿Qué hubiera sido de España con semejante artillero y sin guerras de por medio ?
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