Italia no ha conseguido recuperarse del varapalo sufrido ante Holanda en el primer partido del torneo, empatando a duras penas en un vibrante duelo ante una Rumanía que mereció más y que sigue con opciones en el torneo antes de la última jornada.
Buffon, en el momento decisivo (REUTERS)
Llegó la hora de remangarse la maglia azzurra y demostrar a toda Europa que la actual campeona del mundo, Italia, no está ni mucho menos muerta. Apostando de inicio por la veteranía en el once (Perrotta, Del Piero, Panucci, Camoranesi) tras las duras críticas recibidas tras el 3-0 ante Holanda, Roberto Donadoni se jugaba su futuro, vinculado al de su equipo, ante una Rumanía a la que ya nadie le cree cuando trata de colocarse esa piel de cordero que tanto favor le hizo en su duelo ante Francia de la primera jornada.
Con un falso 4-2-3-1, que por el dominio azzurro en el centro del campo se acabó convirtiendo en un 4-2-2-2 con Simone Perrotta y Mauro Camoranesi por detrás de la delantera, la cabeza de Luca Toni se convertía, desde los primeros minutos del choque en la principal referencia del ataque italiano.
Fabio Grosso, muy profundo por la izquierda, y Gianluca Zambrotta, mostraron pronto las cartas de Donadoni, regalando a sus delanteros una sucesión de centros desde las bandas que la vanguardia italiana no acertaba a aprovechar.
Mientras, Rumanía, con un fútbol directo y de escasa elaboración en un centro del campo concebido claramente para la destrucción, asustaba a Gigi Buffon con algún disparo lejano y alguna contra desperdigada tratando de buscar al siempre bullicioso Adrian Mutu.
La inclusión del demandado Daniele De Rossi en el once inicial en busca de un mayor control en el centro del campo, sacrificando a Gattuso, no trajo los frutos deseados. Por su posición y su labor, la función del romanista choca directamente con la de Andrea Pirlo. Ambos buscan el balón, ambos pretenden darle salida por abajo... pero uno junto al otro se limitan notablemente.
Así, ofreciendo una entretenida primera mitad, presidida por un alocado y descontrolado fútbol de continua ida y vuelta, y con la incidencia final de un gol erróneamente anulado por fuera de juego a Luca Toni, ambos equipos desfilaban a vestuarios con la sensación de haber merecido algún gol.
Trajo malas noticias el inicio de la segunda mitad para los transalpinos. Un balón larguísimo colgado por Cosmin Contra desde la posición del lateral derecho, forzaba el fallo de un despistado Zambrotta, que dejaba el balón cedido a su portero sin percatarse de la presencia de un oportuno Mutu, que adelantándose a Buffon adelantaba a los de Piturca.
Pero la leyenda acerca de la inmortalidad de la selección italiana volvió a hacerse de nuevo realidad. Sólo un minuto después del tanto rumano, y sin apenas tiempo para percatarse de la grave herida recibida a manos de Mutu, Christian Panucci remachaba en boca de gol un córner cabeceado en primera instancia por Giorgio Chiellini, instalando de nuevo el empate en el marcador. Un gol preparado y cocinado entre los dos centrales: pura definición del espíritu futbolístico de la Italia clásica.
Con 35 minutos por delante para arreglar el desaguisado, Donadoni dio entrada en el campo a Antonio Cassano por un perdido Perrotta. No fue el de Bari el revulsivo pretendido.
Hay quien sostiene que los equipos nunca deben renunciar a sus estilos tradicionales. Como si la participación a una misma vez de Del Piero, Pirlo, De Rossi y Cassano, bendito talento reunido, supusiera una afrenta a los valores tradicionales del fútbol italiano, Italia siguió buscando los balones colgados al área rumana ignorando una acumulación de clase que raras veces se vio en una selección italiana. Craso error. Porque si algo diferenciaba a Italia de Rumanía en los últimos veinte minutos de partido, era el potencial transalpino para crear fútbol y desarbolar a la defensa rumana con algún recurso más elaborado que los balones colgados.
Italia asfixió y apretó a los rumanos, pero más por el peso y la fuerza del Fratelli d'Italia y de la camiseta azzurra, que por el juego creado. Cosas del fútbol, fue Rumanía quien estuvo a punto de asestar el puyazo definitivo a la desarbolada Italia. Un claro penalty de Christian Panucci sobre Nicolita puso a Mutu ante la responsabilidad de apear a la campeona del mundo. Es una evidencia que tener a un portero de primer nivel mundial es siempre un punto a favor, pero el papel de Gigi Buffon, deteniendo brillantemente el penalty lanzado por el delantero rumano, es más que un punto a favor. Es media vida para su equipo.
Sin tiempo para pensar en el error, Rumanía tuvo que rehacerse ante la insistencia de Italia en la búsqueda del segundo gol. Pero Italia, muy cansada, ya no daba para mucho más. Cada ocasión azzurra, fue una muestra de falta de frescura en los metros finales. Ni Toni, ni Cassano, ni el incorporado Quagliarella, lograron atinar con la meta bien defendida por Bogdan Lobont.
El empate, que no dejaba contento ni a rumanos ni a italianos (los unos porque lo tuvieron muy cerca, los otros porque esperaban mayor botín), deja el grupo muy abierto ante la última jornada.
Borja Barba (Editor de Diarios de Fútbol)
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