Ayer, en el último minuto, eliminaron a Suiza, una de las anfitrionas. Hoy, la otra anfitriona, ha salvado los muebles en el último instante gracias a un gol de penalti dudoso. El fútbol es grande, el fútbol es impredecible.
El austriaco Leitgeb y la afición se tiraban de los pelos
¿Quién dijo que el fútbol es técnica y calidad? ¿Quién dijo que con corazón no se arreglan los partidos? Hoy Austria entera, y 11 correcaminos, han puesto respuestas a estas preguntas. Sin técnica y sin estilo, pero con mucha fuerza y sobre todo mucha ilusión, han logrado agarrarse a un clavo ardiendo hasta el último minuto. La fe y la esperanza le dieron alas, y el destino y la suerte les confió una grata sorpresa.
Austria comenzó el partido volcada sobre los polacos. Se echaron encima de sus rivales en cada balón y en cada jugada como si estuvieran disputando la mismísima final. Hasta cinco hombres acumulaban en cada contrataque deseando meter el balón al fondo de las mallas. Polonia, absolutamente asustada, aguantó como pudo achicando balones y esperando el gol en contra en cualquier momento.
Corría el minuto 15 en el luminoso y Austria ya había dispuesto de 2 ocasiones claras de gol en las botas del delantero austriaco Harnik que no supo aprovechar en el mano a mano frente a un inspiradísimo Boruc, que "in extremis" salvó a los polacos de la quema austriaca. El Ernst Happel Stadion rugía sobre Viena y hablaba dos lenguas diferentes, dos maneras de entender el fútbol, dos formas de encarar una Eurocopa. La ilusión contra la presión, las ganas frente a la calidad.
Polonia sufrió y sufrió durante toda la primera mitad hasta que, cosas del fútbol, Roger Guerreiro, uno de los mejores polacos, aprovechó un balón que quedó suelto y en fuera de juego manda el sueño austriaco a los bajos de la tierra. Injusto pero cierto, los mejores perdían y los peores ganaban.
Un gol que cambió la situación del partido por completo tras el descanso. Polonia salió como se la esperaban en el minuto 1 y cogió las riendas del partido. Los austriacos, exhaustos por su esfuerzo de la primera mitad, se vinieron abajo y dejaron hacer a sus rivales. Fue entonces cuando vimos a la mejor Polonia: con toque y en profundidad.
El ímpetu de los austriacos hizo que posicionalmente se perdieran, deseando en cada jugada subir a rematar el balón olvidándose la defensa. No importa, ellos querían pagar el apoyo de los suyos y no les importaba morir matando. Polonia dispuso de varios balones largos que no logró enchufar al portero austriaco, Macho. Esa porteria estaba claramente gafada porque no entraba el balón. Los porteros sin duda, de lo mejor visto por el momento.
Apretaron y apretaron los polacos mientras que Austria veía como su sueño se escapaba. Lo habían intentado todo pero estaban a merced de una, ahora sí, poderosa Polonia. En varias jugadas pudo sentenciar el partido.
Con el cronómetro en la mano, el jacuzzi preparado y los brazos prácticamente levantados, se obró el milagro. Un balón colgado al área tras el saque de una falta nada peligrosa provoca un penalti a favor de los de casa. Austria no se lo creía, y los polacos menos aún. Tal vez el gol no les valiera ni a uno ni a otro, quizá sí, pero lo cierto es que Austria sólo quería obtener el premio que no obtuvo en la primera parte y no marcharse de su Eurocopa de esta forma.
Vastic, que había salido apenas minutos antes, tenía en sus cordones las ilusiones y las esperanzas de millones de austriacos deseosos de cantar la palabra "gol", de rugir y gritar toda la tensión acumulada durante el partido.
Finalmente, desde los once metros, el cuento tuvo final feliz para Austria. Empate a uno que hacía justicia y hacía soñar con pasar la siguiente ronda: o de, al menos, luchar por ello.
Seguro que por las calles de Viena andará algún niño al que su padre llevó por primera vez al campo de fútbol para ver qué era eso que tanto veía por televisión. Después de este partido, ese chaval pedirá que le compren la camiseta de su selección porque ha comprobado que la entrega y la lucha a veces tiene recompensa. Este niño, querrá ser futbolista. La fiesta del fútbol nos regaló una noche mágica más, y lo mejor de todo es que continúa, no hay descanso.
Carlos F:
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