Brillante partido el que ha enfrentado en Klagenfurt a Croacia y Alemania (2-1), dos selecciones con estilos muy dispares, que ha despejado el camino croata hacia los cuartos de final tras su merecida victoria ante una selección de Löw que aportó el peso de su camiseta y de su historial y muy poquito más.
Srna, tras su gol (EFE)
Duro hueso el que ha encontrado la siempre potente Alemania en la rebelde y contestona Croacia, que ha aportado mucho más fútbol que una decepcionante selección germana, confiada en sacar petróleo de balones aéreos y arreones hacia el área contraria.
Cuenta Croacia con algo que Alemania lleva años echando de menos: talento en el centro del campo. Con un Luka Modric peligrosísimo y que va para figura mundial, el juego de los croatas hace de la verticalidad su seña de identidad. Cuando el menudo croata agarra la pelota, obliga al rival a apretarse los machos y trabajar en defensa para no dejar ninguna vía de entrada a la vista. En el momento en el que la defensa flojea o de síntomas de apertura, la velocidad de pensamiento y de ejecución de Modric hacen el resto. Es inteligente y veloz, aunque algo intermitente. Nada que no termine curando la edad.
El dominio inicial de Croacia se tradujo pronto en el merecido gol. Tras una jugada muy elaborada, Pranjic centraba desde la izquierda para que Dario Srna, irrumpiendo en el segundo poste y adelantándose a Jansen, batiera a Jens Lehmann. Enchufado en el partido desde el primer minuto, Srna no sólo contribuyó con su valioso gol, sino que limitó las siempre peligrosas subidas de Marcell Jansen por la banda izquierda.
Con el gol, Croacia no dejó de apretar. Con Ivica Olic como único punta (Rakitic formó de inicio en lugar de Petric, instalándose en la banda izquierda del ataque croata) ejerciendo de pantalla, las llegadas de Niko Kranjcar y del propio Rakitic desde segunda línea, eran siempre sinónimo de riesgo para la portería teutona.
Por su parte, Alemania, claramente dominada por los de Slaven Bilic, apenas logró dar fluidez a su juego ofensivo. Sin un centrocampista de creación capaz de asumir el mando y el control del balón, la única vía para acercarse a Pletikosa era el balón parado. Así lo intentó Ballack en un par de ocasiones, siempre infrucuosamente.
El empuje característico de los alemanes se hizo notar en el tramo final de la primera mitad. Herida en su orgullo, la selección de Löw apretó a Croacia en su campo a base de fuerza en el medio campo. Torsten Frings se hizo notar a costa de perder su sitio en el pivote y arrancarse hacia la frontal del área contraria, tal y como acostumbra a hacer en el Werder Bremen. Es su mejor versión, y la que realmente le vendría bien a Alemania en un futuro.
No se iba a arrugar Croacia. Enseñando a Sergio Ramos lo que es subir la banda con criterio y profundidad, Vedran Corluka recorrió todo el carril derecho con potencia para colocar un balón en el corazón del área que Kranjcar no supo mandar a la red de Lehmann.
Ya en la segunda mitad, y en ausencia de efectivos de mayor imaginación que meter en el once, Löw quiso apostar por la velocidad del bético David Odonkor para abrir la defensa croata, sacrificando a Jansen, desplazando a Lahm y retrasando a Fritz hasta el lateral derecho.
Pero fue Croacia la que volvió a golpear. Un centro de Rakitic desde la derecha desviado por Podolski se fue a estrellar al palo de Lehmann sin que el veterano meta pudiera hacer nada porque el rechace no fuera alcanzado por Ivica Olic que, con la caña dispuesta, envió el segundo tanto balcánico a la red germana.
Ya con el 2-0 en contra, Löw quiso tener más presencia en el centro del campo dando entrada a Bastian Schweinsteiger en lugar de un Mario Gómez que nunca consiguió entrar en el partido. Quizá algo tarde. La presencia de dos delanteros de área como Klose y el propio Gómez limita mucho las opciones ofensivas de los alemanes, que con tantos efectivos en área contraria, tienen muy complicado sorprender a su rival. Funcionó en la fase de clasificación, pero en los dos partidos de la Eurocopa disputados hasta el momento sólo ha evidenciado la incapacidad de Klose y de Gómez para abrirse huecos por sí mismos.
La entrada de Schweini si aportó una mayor posesión de balón, pero Alemania no consiguió convertirla en ocasiones evidentes. Los arreones a base de empuje y coraje y algún balón parado hacia el corazón del área son un paupérrimo bagaje ofensivo para una selección histórica que aspira a todo.
Paupérrimo, pero a veces suficiente. En un balón bombeado desde la izquierda al área croata y cabeceado por Ballack, Podolski aprovechó un rebote en Robert Kovac para fusilar a Pletikosa y dar vida a Alemania, demostrando que los teutones no necesitan brillar para sacar sus partidos adelante.
Con catorce minutos por delante, Löw dejó al descubierto las carencias de Alemania en cuanto a creación de juego, dando entrada a Kevin Kuranyi en busca de algún balón aéreo. Con Kuranyi, Ballack y los dos centrales, los germanos disponían de cuatro torres alrededor del 1'90 para bajar algún balón hacia las redes.
Con algún agobio final para la portería de Lehmann y una rigurosa roja al revolucionado Schweinsteiger, el partido se deslizó intrascendente hasta el pitido final.
Borja Barba (Editor de Diarios de Fútbol)
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